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jueves, abril 12, 2018
La prisión de Lula: importante capítulo de una crisis nacional en aumento
Se ha dado un paso importante hacia la continuidad del golpe. Con Lula preso,"¿hacia dónde va Brasil? " es la pregunta del millón.
El mercado reaccionó con aprehensión en los días siguientes a la detención de Lula. El real y la bolsa cayeron, sin catástrofe, pero sensiblemente. Se ha dado un paso importante hacia la continuidad del golpe, buscando garantizar mejores condiciones a un candidato que profundice los ataques antipopulares, pero aún no hay señales de un nombre fuerte. Todos los ojos se volvieron hacia la Corte Suprema para esperar los resultados de las encuestas electorales de esta semana. Con Lula preso,"¿hacia dónde va Brasil? " es la pregunta del millón.
Distintas visiones analíticas y políticas sobre quién se habría fortalecido, Lula o el golpismo
Varios de los principales analistas de Brasil se dividen en tres vertientes interpretativas sobre el mediano plazo: victoria pírrica, victoria histórica o renovados contornos de la crisis en el país.
Pocos análisis van más allá de la relación judicial-electoral, hablando sobre la economía (que en última instancia es un motivo para llevar adelante el golpe) y menos aún la relación de estos elementos con la lucha de clases, con la subjetividad y disposición de lucha de los de abajo. Para llegar hasta la clase trabajadora, repasaremos rápidamente y a vuelo de pájaro estos análisis.
Algunos analistas se apoyan en pruebas empíricas de las interacciones críticas y desconfiadas de las redes sociales y destacan cómo la prisión de Lula fue percibida masivamente como un avance de la arbitrariedad y selectividad y habría sido por lo tanto "uma vitória pírrica " o un "tiro en el pie".
Esta visión se apoya en importantes elementos de la realidad, pero le falta algo importante: la falta de respuesta de las masas a la prisión de Lula. Incluso entre votantes de Lula, hay una buena dosis de incredulidad, sea por no poner la mano en el fuego por su inocencia, o solo por la desmoralización generada por los largos años de administración del capitalismo nacional por Lula y el PT, incluyendo la asimilación de los mismos métodos de la derecha. Arbitraria y golpista la prisión, todavía quedaría explicar cómo la relación de los votantes con Lula es de "mal menor ", producto de una pasividad construida por años y años de conciliación y traición a las luchas contra los ataques a derechos políticos, económicos y sociales, como explica Diana Asunción en un artículo de Esquerda Diário.
Sin dar cuenta de la relación entre resistencia económica y resistencia política, no se puede tomar el golpismo en su integralidad y combatirlo, sometiendo todo a la esperanza electoral de conseguir con conciliación de clases lo que tiene que ser conquistado en la lucha de clases.
Del retrato de la realidad de que sectores de masas habrían tomado críticamente la prisión, a la certeza de que habría sido un "tiro en el pie" y hasta un "ya ganó" lulista, hay un río de voluntad a ser llenado con facilismo y cretinismo electoralista. Como si los dramáticos últimos días pudieran rápidamente ser dejados en el pasado y bastaran algunos votos en octubre y así, en un pase de magia, las fuerzas golpistas aceptarían la reversión de sus planes políticos y económicos.
En el otro polo interpretativo, en medio de las celebraciones golpistas que ahora apuestan al éxito de su agenda de ataques económicos, sin fijarse en la aceptación en las masas, tenemos las visiones de "avance fascista", o una más atenuada como aquella hecha por Marcos Nobre de la Unicamp (Universidad de Campinas, San Pablo). Él ve en la fragmentación de la izquierda y centroizquierda, una dificultad de que el ciclo abierto en 2013 se cierre antes de 2022, y una tendencia a que al menos hasta allá tengamos victorias electorales de la centroderecha.
En la izquierda y en la mayoría de las corrientes del PSOL, predomina una visión que tiene elementos comunes con este último análisis. Analiza de forma unilateral los avances reaccionarios (como la prisión de Lula, el asesinato de Marielle, el buen desempeño electoral de Bolsonaro, el atentado a la caravana de Lula) y propone como salida la unidad por encima de las clases sociales de “todos los progresistas” para volver al Brasil de 2015 o 2016. Comenzando por Ciro Gomes y Kátia Abreu, pasando por el PSB, PT, PCdoB y hasta el mismo PSOL, firmante de un manifiesto común con esos partidos para administrar el capitalismo patrio y "restaurar la democracia".
Una tercera visión diluida en interpretaciones que juntamos aquí arbitrariamente, destacaría las contradicciones estructurales abiertas por el golpismo judicial que estarían terminando de minar el arreglo del régimen de 88. El salto del poder judicial como árbitro de la crisis nacional, rasgando y enmendando la Constitución según los juegos políticos del momento, debilitaría la autoridad del poder judicial como un todo, y que ahora para sostenerse estaría teniendo que recurrir a fuerzas que le tiran más combustible a la hoguera: las cúpulas militares. Este arreglo golpista aceleraría la crisis y abriría espacios a cuestionamientos más radicales y violentos, a izquierda y a derecha.
Abordaremos una cuarta visión que tiene elementos de diálogo y diferencias con cada una de estas tres principales visiones, afirmando la existencia de límites a izquierda a los claros elementos reaccionarios en la coyuntura y situación, y la no resolución de la crisis orgánica del país sin mayores embates de la lucha de clases.
El bonapartismo judicial se enreda en su propia madeja
En medio de la crisis orgánica, esa conjunción de crisis económica, social y política en el país, el poder judicial ha jugado el rol de partido en reiteradas oportunidades. Primero actuando conjuntamente para avalar los ritmos del impeachment (avalado prácticamente por los 11 ministros de la Corte Suprema) para garantizar que un gobierno electo por nadie impusiera una agenda de ataques de magnitud. Ahora, en continuada prominencia y golpismo, comienzan a expresar una profunda división (se dividió al medio en la votación para la Procuraduría General de la República, se dividió al medio la Corte Suprema, división en petitorios a favor y en contra de la prisión en segunda instancia).
La crisis de representación alcanzó hace muchos años el poder legislativo, con Dilma y Temer fue minado el Ejecutivo, y ahora hay una razonable interpretación de que el poder judicial es selectivo y político.
Para dar continuidad a su agenda golpista y al fortalecimiento del papel de este poder como un todo, independientemente de cuál "fracción" esté al mando, es previsible que diferentes alas del poder se unan para una rápida operación de maquillaje, alcanzando parcialmente nombres del PMDB y PSDB. Pero aunque quisieran (una hipótesis "Manos Limpias"), difícilmente pueden operar algo tan fuerte como arrestar a Lula. El ahora desconocido Eduardo Azeredo (exgobernador de Minas Gerais por el PSDB), el hiper enlodado Aécio Neves (excandidato presidencial por el PSDB), un senador del PMDB, están lejos de configurar un "equivalente" del líder petista, si es que hay algún otro en importancia para la sustentación de la Nueva República.
¿Arriesgarán estos actores del poder judicial a tocar más al régimen con operaciones de marketing que están destinadas a no cambiar la percepción de selectividad si no avanzan a ser mucho más que operaciones de marketing, y que por lo tanto arriesgan una respuesta en regla del régimen contra el poder judicial? ¿Tienen alguna otra opción? Hay diferentes tendencias en disputa en el poder judicial e incluso planes mínimos (tomar a Aécio, Azeredo, alguien del PMDB como Eunicio) que implicarán nuevas tensiones en el régimen.
Por otro lado, una reversión de la correlación de fuerzas en el poder judicial, revocando la prisión después de segunda instancia, ¿no implicaría una fuerte respuesta por derecha en las calles y renovadas amenazas y chantajes militares? Amenazas que no necesariamente signifiquen nada como pasos iniciales para una nueva modalidad de golpe, pero sobre todo, un esfuerzo para fortalecer a las decenas de candidatos ya lanzados por la alta cúpula, y así en nombre propio de sus generales-diputados, las Fuerzas Armadas se alcen a un papel superior de árbitros en la crisis del país.
En cualquier dirección que avance - o se detenga – el poder judicial está enredado en su propia madeja.
Un programa capitalista de difícil legitimidad y aprobación electoral
El nudo gordiano del golpe está en la economía. El golpe se llevó a cabo para garantizar ataques más intensos y con mayor rapidez que los que Dilma y el PT ya estaban realizando. Ahora, el golpe sobre la posible candidatura de Lula busca exactamente lo mismo, garantizar la profundización del golpismo, no porque el PT no haya mostrado un eximio desempeño de contención de la lucha de clases mientras los capitalistas tenían ganancias récord, sino porque Lula y el PT no logran fácilmente comprometerse con una Reforma previsional igual o mayor que la de Temer, ni hablar de la desvinculación de los gastos en la salud y educación o con privatizaciones de empresas como Petrobras.
¿Puede un candidato ser elegido anunciando "voy a privatizar a Petrobras, hacer que los jubilados ganen medio salario mínimo, cortar los gastos en la salud y educación"? Difícilmente en la actual correlación de fuerzas. Y se vuelve aún más difícil para un gobierno con una agenda como esta lidiar con un Congreso que tiende a ser tan o más fragmentado que el actual.
De ahí las luces de alerta del "mercado": ¿y si el gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, (ahora nuevo objetivo potencial de la operación judicial Lava Jato) no despega, y la posibilidad de que no surja un nuevo nombre fuerte de centro (Joaquim Barbosa, Álvaro Dias, otros)? "¿Entre Ciro y Bolsonaro, ¿no hay riesgos aún mayores para la gestión capitalista de los que había con Lula?" Muchos se lo preguntan.
Para conseguir un candidato viable veremos comportamientos violentos del mercado y del Lava Jato; con el "enemigo Lula" preso ahora, es hora de devorar aliados, generando nuevas inestabilidades en el régimen y en la propia economía, que presenta una mejora estadística en el PBI pero no en el empleo y en cómo las masas la perciben.
Los grandes embates no son los que pasaron, aún están por venir
Las tensiones entre el programa del golpe y su no aceptación como se mostró en la huelga general del 28 de abril de 2017, en luchas victoriosas como la de los profesores y trabajadores municipales de São Paulo contra Doria, en el aplazamiento de la Reforma previsional por Temer y en la amplia respuesta al asesinato de Marielle, marcan señales a izquierda que imponen límites a los avances reaccionarios. Estas tensiones entre los límites por izquierda y los avances reaccionarios se suman a las tensiones en el régimen político con la Lava Jato, y al probable fortalecimiento electoral de Lula, sumando aún más incertidumbres en una situación política que ya está marcada por degradaciones bonapartistas que no terminan de generar estabilidad y pueden incluso exigir formas más intensas de control, por la vía de un gobierno del “Manifiesto por la Unidad” (alianza de centro en torno al PT que arrastra sectores de la izquierda) o por la vía de una mayor degradación bonapartista de la derecha.
No podemos descartar que la situación evolucione hacia arreglos y "acuerdos" (como volver a la posibilidad de que Lula sea candidato o como mínimo de libre tránsito para elegir un sustituto, cualquiera para contener estas contradicciones), pero predominan tensiones que tienden al choque de intereses, generando nuevos y mayores embates y nuevas iniciativas de degradación bonapartistas de la ya erosionada democracia burguesa. La renovada degradación puede darse con una intensa intervención del poder judicial, de los medios, y de las fuerzas del régimen para cambiar el curso de las elecciones (eclipsando el papel de la red Globo en 1989), o incluso para cuestionar su realización como hizo Noblat, importante columnista del diario O Globo.
¿Llegará la clase trabajadora a estos embates de las reformas y de sus derechos políticos en la pasividad y esperando la hipotética redención electoral futura? Esperando el comando sindical que casi nunca viene, y nunca, cuando se presenta, viene con la planificación y resolución necesarias, ¿o llegará más organizada, tomando fuerza de luchas como la de los profesores de São Paulo que derrotaron al alcalde Doria y un proyecto de reforma previsional? ¿Llegaremos sólo con un "mal menor" y conciliación, o con el fortalecimiento de una alternativa revolucionaria que supere la conciliación del PT que tan sistemáticamente abrió camino al golpe y su avance?
A aquellos que quieren prepararse para enfrentar seriamente los ataques golpistas, sean en el terreno económico, político y democrático, los llamamos a dar juntos este combate.
Leandro Lanfredi
Trabajador petrolero | Rio de Janeiro
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