viernes, abril 13, 2018

LA VÍA PRO: principio y práctica de una gobernanza neo-neoliberal

“Los gobernantes quieren asegurar su posición con sangre (policía), con astucia (moda), y con magia (boato)”
Walter Benjamin

1 - ¿Qué significa “Estado de derecho”? Ya una sublimación progresiva del conjunto de los aparatos especiales para la represión (el kirchnerismo se pretendió la encarnación cabal de tal significante). Ya la configuración política de un régimen celadas policiacas (el macrismo parece encarnar cabalmente una tal significación). Y en tal sentido, ¿qué significa el gobierno de la alianza Cambiemos? Un proceso de desublimación represiva del Estado de derech@.
2 - El neoliberalismo estilo “PRO” (neo-neoliberalismo / neoliberalismo civista o civilista), se presenta como la antítesis del “(neo)liberalismo popular” de corte menemista (“corrupto”, "mafioso", "salvaje"), que lejos de ser combatido por el kirchnerismo, habría sido amparado por su "garantismo nacional y popular”. Para el macrismo, por tanto, la tarea histórica-actual consistiría en restaurar el régimen republicano y (re)ordenar su infraestructura neoliberal (orden y progreso).
En principio, resulta imperioso comprender que, en este contexto, la retórica republicana tiene poco o nada que ver con la temática de la división de poderes, o con el respeto al libre juego de los poderes constitucionales. La propuesta republicana de Cambiemos significa, en este sentido, el liberar a la ciudadanía de tener que gobernarse a sí misma (esto que podría parecer una aberración ética para l@s demócratas en general, cuaja muy bien con el sentido común liberal que impera en la sociedad civil. De hecho, la defensa que de sus funcionarios hace el gobierno, va siempre de acurdo con este orden de sentido).
3 - En todo caso, resulta imperioso dejar en claro la diferencia específica del neoliberalismo de los noventa, respecto de esta restauración neoliberal post-populista. A/El neoliberalismo menemista se (le) impuso una misión histórica eminentemente destructiva; la de terminar con la tarea iniciada por la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional en cuanto al desmantelamiento del Estado de bienestar justicialista y a la liquidación del proceso de industrialización por sustitución de importaciones. A/El neoliberalismo macrista, a su tiempo, se (le) plantea una tarea (re)constructiva; la de reordenar el legado “K”, y reorientarlo para la (post)producción de una sociedad de emprendedores. El neoliberalismo menemista fue de un talante "negativo" (anti-desarrollista); el macrista lo es de carácter "positivo" (pseudo-desarrollista).
En su momento, el menemismo implicó una creciente mercantilización de los vínculos sociales. El macrismo supone una apuesta por la valorización de las más diversas condiciones vitales. El uno cuajó como un neoliberalismo extensivo (objetivista/consumista), el otro se proyecta como un neoliberalismo intensivo (subjetivista/emprendedor). El uno fue coagulando capilarmente en la figura del individuo-consumidor, el otro se imagina cristalizando capilarmente en el socius-emprendedor. Ambos, sin embargo, se encuentran unidos por el hilo rojo de la enajenación (fraudulenta) de los bienes públicos y (a los desfalcos) de la "patria financiera". De hecho, la Vía PRO se explica por "el papel del crédito en la economía capitalista", que junto a la configuración del "sistema de fraude y especulación" que rige la economía global, ha dado lugar tanto a la denominada "revolución gerencialista", como a la promoción del emprendedurismo, es decir, la estratagema crediticia para la captación de "capitalistas potenciales".
Y más allá de sus resultados económicos puntuales, tal estratagema se despliega con el propósito general de difundir el espíritu empresarial y de ensanchar, real o virtualmente, las bases sociales de la clase dominante -las clases medias-, a la vez que sujetarlas a un endeudamiento continúo.
4 - Ajustando su praxis republicana a los principios y postulaciones generales de la doctrina de “seguridad democrática” (con la que ya coqueteaba el gobierno anterior), el actual bloque imperante procura “el sometimiento de todo el mecanismo gubernativo, incluida la justicia (…) y la prensa (…), al instituto de la policía política”. La defensa mediática y presidencial del agente Chocobar, no fue la mera defensa de un policía particular, sino de toda una gobernanza (la “doctrina Chocobar”).
5 - El kirchnerismo significó una politización expansiva de la sociedad civil (que terminó por hastiar), el macrismo significa una policialización expansiva de la sociedad política. La epicidad “k” fue de índole política (populista, agonística, filo-jacobina). La opacidad “PRO” es de corte policial (civista o civilista, securitaria, anti-jacobina). El kirchnerismo no pretendió jamás una transformación radical de la infraestructura social, pero intentó, sí, una subversión de su ordenamiento simbólico (¿supraestructural?).
Mas como tal subversión no parce haberse consumado, sólo ha quedado la imagen de una degradación moral de la sociedad, y la nueva esperanza "blanca, hermosa, pura" ha sabido explotar este panorama, para estigmatizar al grueso de sus opositores como los representantes de la chusma, la canalla y “la negritud de alma” en general. Sin embargo, y al mismo tiempo, nos da la chance de cambiar, con y como ell@s (la táctica del acercamiento de los dirigentes PRO con "la gente", es muy eficaz en este sentido), "cree en nosotr@s", tod@s podemos ser parte de la fuerza social de la bonhomía, salir adelante y sacar adelante al país de tal manera.
Tod@s podemos pasar "la prueba de la blancura" y, para el caso, ¿qué mayor concreción de la igualdad de oportunidades que esa? ¿Qué mayor difuminación de las diferencias de clase que ser parte de la gente bien, de la gente con clase? ¿Qué mejor manera de sublimar las diferencias de clase que una sistemática eugenesia moral? ¿Qué mayor muestra de cuidado para "la gente de buena voluntad" que la represión, estigmatización y persecución de sus abyectas otredades? Hay que decirlo, la alianza Cambiemos no antagoniza con tales o cuales rivales políticos, anatemiza con supuestos némesis morales.
6 - La alianza Cambiemos legitima su gobernanza mostrándola como la antítesis republicana (paz y administración) del “desgobierno” populista, o de su gobernanza de corte “demagógica”.
El uno, indican, "ideologizado", el otro, nos dicen, "espiritualista". El uno, agregamos, de tono "épico", el otro, en todo caso, de tinte "banal". El uno, señalan, "agonista", el otro, resaltan, "sinérgico". El uno, agregamos, con pretensiones "estadistas", el otro, de estirpe "empresarial". El uno, insinúan, adelantado por un voluntariado de "vocación", el otro, remarcan, por militantes "de profesión". El uno, agregamos, apoyado por movimientos sociales ("minorías"), el otro, forjado en "el circuito de las ong's" (fundaciones). El uno, han dicho, atento a generar "igualdad de oportunidades", el otro, se ha dicho también, a garantizar una "igualdad de resultados". El uno, al parecer, enraizado en "la rebelión de las masas", el otro, entroncado a su "devenir multitud". El uno, más proclive a "la hegemonía", el otro, más atento a "la gubernamentalidad". El uno, con claras "tentaciones" librecambistas, el otro, con ciertas "jactancias" proteccionistas. El uno, claramente cercano a "la ética protestante y el espíritu del capitalismo" (libertad individual), el otro, a "la doctrina social de la iglesia" (justicia social).
7 - La denominada doctrina de “seguridad democrática” ha significado una completa transformación en la gobernanza policial moderna. Para su implementación ya no resulta necesario dotarle de una contextura dictatorial o policial específica, sino que alcanza con la articulación securitaria de la sociedad política y de la sociedad civil. “En este sentido, partidos ‘políticos’ enteros y otras organizaciones económicas o de otro género deben ser considerados organismos de policía política” (Gramsci).
Del mismo modo que la promoción del emprendedurismo no significa la mera promoción del espíritu comercial en el emprendedurismo social (sino también, asimismo, la promoción de la responsabilidad social en el empresariado), la doctrina civilista de la “seguridad democrática” no significa la constitución de un “Estado gendarme” (menemismo), sino la reivindicación para la sociedad civil de las funciones de policía (en este sentido más gubernativo que represivo, la figura de Margarita Barrientos es tan importante como la de Luis chocobar a la hora de comprender una gobernanza estilo Cambiemos).
8 - Siguiendo a Walter Benjamin, diremos que bajo este tipo de gobernanza “se levanta la distinción entre derecho fundador y derecho conservador”. Que la propia actividad gubernativa tiende –ya “en nombre de la seguridad”, ya en nombre de “la emergencia”, ya en nombre de “la excepcionalidad”- a generar un continuum de circunstancias sociales donde “no existe una clara situación de derecho”, y que le habilitan a configurar una vida cívica ignominiosa y “regulada a decreto”.
9 - La “contextura policial” de la gobernanza de estilo Cambiemos, se encuentra semiológicamente entramada por un serie de “comedias”, “farsas” y “golpes de teatro” que hacen a las “grandes hazañas policiales” con los que se deleita la opinión pública.
10 - La alianza Cambiemos ha logrado convertirse en algo así como el semblante de la fuerza social de la bonhomía, capturando, con ello, toda una serie de arraigados prejuicios sobre las bondades y virtudes de la vieja inmigración ultramarina (subyace en ello el desprecio y la estigmatización de “la hediondez mestiza” y/o negroide); allí radica el secreto de la eficacia transversal (policlasista) de su imaginería. Por otra parte, propone (y propende hacia) un paisaje post-peronista (aquí hace jugar, también, el gorilismo) que más que desplazar el eje de trabajo-dignidad por el de consumo-mérito (menemismo), propicia una mutación del eje primordial -el del trabajo-, hacia el de emprendedurismo-merito (valor-trabajo).
Donde efectivamente opera un desplazamiento es en la concepción de los "sujetos de derecho" que aquella mutación supone e implica. En tal sentido, su éxito resulta pasmoso e inquietante cuando se advierte que no pocos sectores de la ciudadanía se manifiestan dispuestos a perder ciertos derechos, para poder cultivar virtudes (habría que ver hasta dónde, efectivamente, se está dispuest@ a renunciar). Se plantea el concepto de que los derechos no son innatos, ni que mucho menos se conquistan, sino que se adquieren cultivando virtudes tales o cuales (quizás aquí el gran drama es el de la efectiva irrealidad de la redicha "igualdad de oportunidades", pero la celebración moral de la "dignidad" meritocrática es una falacia fértil que la suple mal que bien. Subjetivamente, se tratará de pasar "la prueba de la blancura").
Y como ya lo intuyera Gilles Deleuze, una doctrina como la de “seguridad democrática” se encuadra en el advenimiento de lo que podríamos denominar como un neofascismo o fascismo post-moderno: “En lugar de ser una política y una economía de guerra, el nuevo fascismo es una alianza mundial para la seguridad, para la gestión de una ‘paz’ no menos terrible, con la organización concertada de todos los pequeños miedos, de todas las pequeñas angustias que hacen de nosotros micro-fascistas, encargados de sofocar cada cosa, cada rostro, cada palabra un poco fuerte, cada uno en su calle, en su barrio, en su cine” (el duranbarbismo como principio y práctica de la gobernanza policial). Y en el terreno intelectual, esto se traduce en un vehemente rechazo del “pensamiento crítico” en favor de un optimismo sin inteligencia, o del cretinismo de la voluntad (la doctrina Alejandro Rozitchner).

Ezequiel Espinosa. Licenciado en historia y doctorando en Ciencias Antropológicas por la Universidad Nacional de Córdoba.

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