miércoles, julio 31, 2019

Marta y la niña de las muñecas



Marta Harnecker dejó una extensa obra, la mayor parte escrita en un lenguaje que rehúye de la academia y busca la divulgación popular y el uso para fines políticos

Marta Harnecker pertenece a ese grupo de pensadores que a lo largo de la historia dejaron de lado su conciencia de clase media burguesa, para construir un mundo donde quepan todos, fue exactamente el camino seguido por Carlos Marx. Foto: archivo de granma
Marta Harnecker pertenece a ese grupo de pensadores que a lo largo de la historia dejaron de lado su conciencia de clase media burguesa, para construir un mundo donde quepan todos, fue exactamente el camino seguido por Carlos Marx. Foto: Archivo de Granma
En el año 2002 Marta Harnecker visitaba Caracas una vez más, y una mujer joven se le acercó para agradecerle por unos videos acerca de la militancia revolucionaria, que se solían pasar en los barrios humildes de la ciudad. Mediante aquellos materiales, la filósofa explicaba qué son en verdad el activismo y el liderazgo, y cómo se debe transformar el mundo mediante la transformación de uno mismo y de los demás. «Usted nos ha enseñado», le aseguró la mujer a Harnecker, una frase que dio inicio a una conversación y a una amistad entre la proletaria y la estudiosa de Carlos Marx.
En su libro Reconstruyendo la Izquierda el principal propósito de Marta era ese, un nuevo mundo con personas que comenzaran el cambio a partir de sí mismas, reconociendo los defectos y virtudes, pero siempre para buscar una unidad plural y un entendimiento que sentasen las bases del verdadero radicalismo. No se trataba, como dijo la propia filósofa, de acciones tan temerarias que asustaran a la mayoría, sino de consensos tan amplios que lograsen aislar al capital, apoltronado mediante la infocomunicación y el dominio del plano político, desde el derrumbe del Muro de Berlín.

LA DISCÍPULA DE MARX

Marta Harnecker pertenece a ese grupo de pensadores que a lo largo de la historia dejaron de lado su conciencia de clase media burguesa, para construir un mundo donde quepan todos, fue exactamente el camino seguido por Carlos Marx.
A partir de conocer en los años 60 la realidad de la naciente Revolución Cubana y sentir que aquella verdad se quería censurar, ella comienza el viraje hacia la izquierda, de la mano del estudio directo de los clásicos del marxismo, y no de la escuela de los manuales. Esto último sería el punto esencial en el nacimiento de una lectora muy original de las teorías de emancipación, marcando la distancia con cualquier dogmatismo que pudiera provenir de la cosificación del saber, un fenómeno negativo y frecuente en los países del llamado «socialismo real».
Pero Marta Harnecker quiso llenar el vacío teórico existente en América acerca de la movilización de la izquierda, para una amplia y real emancipación, así que su proyecto de vida fue cómo plantear una alternativa política que desatascara al continente de los nacionalismos de derecha, los populismos, las dictaduras militares, la militancia infantil en izquierdas inviables. Una América nueva, salida del consenso, que a partir de su realidad de continente situado, al que Hegel llamó «sin Historia», construyera un presente dispar de su pasado, de acuerdo con amplias aspiraciones.
La máxima de Marx de que ser radical es ir a la raíz, se puso en la centralidad del pensamiento de Harnecker, quien además de vincularse al gobierno de Allende, teorizó y militó en los movimientos obreros que eran la verdadera base latinoamericana para un cambio de régimen; a la vez, fue una estudiosa de la realidad cubana, a la cual asesoró y de la que aprendió. Este nuevo radicalismo, no basado en acciones de guerrilla ni de comandos, sería la base para el Socialismo del Siglo XXI, el proyecto continental al que ella dedicó no solo su obra, sino cada segundo vital, pues veía en esa respuesta «desde la periferia» el grito de esperanza de la criatura humana que se negaba a la voracidad del neoliberalismo.

ENSEÑAR APRENDIENDO, MANDAR OBEDECIENDO

Si algo quedó claro del fracaso del modelo de Europa del Este fue que la desconexión con las bases sociales no solo genera la ilegitimidad del movimiento todo, sino que se aprovecha desde el enemigo para la guerra cultural y la construcción de un nuevo mapa mental político, donde los «liderazgos» sirven a la contrarrevolución. Por ello Marta Harnecker propone no solo una nueva mirada a los conceptos duros de Marx sobre la economía política, sino a los escritos del filósofo sobre la conciencia de clase como una relación dialéctica entre el ser y el pensar. Realidad y pensamiento no deben divorciarse, pues la Historia castiga con dureza a quienes decretan la existencia de estructuras inviables.
«Todo lo real es racional y viceversa», la vieja sentencia de Hegel, estaba en el sustrato del pensamiento de la filósofa para analizar cada momento del devenir en el movimiento por los derechos de las mayorías, pero eso no quiso decir que se renunciara a las metas tangibles en pos de «adaptarse a lo posible». Al contrario, Harnecker propone una lectura constante desde la teoría clásica, y a partir de allí hacer viable lo que aparenta imposibilidad.
Y es que en un mundo regido por lo uno, o sea la información en manos de unos pocos, el revolucionario no debe asumir que lo real y lo histórico es lo visible, ni lo que transmiten las cadenas. Un nuevo sujeto, a partir de una nueva historia, eso es lo que Marta se había propuesto, uno que se saliera de los moldes clasistas que el nuevo poder comunicacional construye y le hace creer a las masas, ese que desmoviliza mediante la creencia difundida de «vivimos en un sistema donde la felicidad colectiva nace de la búsqueda individual y egoísta de metas materiales».
Para el nuevo sujeto, el liderazgo estaba en servir a los demás, una cultura de la política que entendía el saber como praxis de lo real, o sea como un momento de ese movimiento de la Historia que no debe ser obviado ni por una vanguardia ni por un frente amplio de lucha. Marta Harnecker no despreciaba el papel de un partido, pero supo y así lo dejó consignado, que no se produce el cambio a partir solo de la agrupación ni la militancia en nómina, sino de leer los acontecimientos con humildad.

SIN LA TENTACIÓN DEL «REY FILÓSOFO»

Ella, que asesoró gobiernos progresistas y movimientos, no tuvo, como se conoce desde las obras de Platón, la necesidad de erigirse en oráculo de la vida política o «monarca filósofa», como aconteció con algunos teóricos vinculados a poderes políticos en el pasado. Su vida aconteció al mismo nivel de siempre, cerca de las bases, en constante contacto con sus necesidades materiales.
Establecida en La Habana, supo de los peores momentos atravesados por Cuba en medio de los años 90 del siglo XX, una experiencia que fortaleció su decisión sobre el pueblo como nuevo sujeto, como partido que se moviliza a sí mismo, en una integración plural y ética. Estudiar el fin del «socialismo real» desde la resistencia del modelo cubano, le dio a la teoría de Marta Harnecker el ingrediente esencial en materia de praxis sociohistórica. Y es que han existido intelectuales, a lo largo de la Historia, que han opinado e incluso criticado a Cuba, pero desde la comodidad de la clase media del primer mundo.
Harnecker dejó una extensa obra, la mayor parte escrita en un lenguaje que rehúye de la academia y busca la divulgación popular y el uso para fines políticos. Sus últimos volúmenes nos muestran miles de interrogantes, con la sola certeza de que el camino no solo es la crítica al capital, sino la construcción del nuevo mundo.
En un libro que se compendió como homenaje a Marta Harnecker, aquella jovencita del año 2002 en Caracas, cuenta cómo años después su hija pequeña llamaba a sus muñecas con el nombre de Marta, y que hoy sucede lo mismo con la nieta. A veces la Historia se muestra así, en un gesto pequeño, pero grandioso, como cuando el sol nos envía el primer rayo de la mañana.

Mauricio Escuela | internet@granma.cu
30 de julio de 2019 00:07:32

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