domingo, julio 21, 2019

Movimiento estudiantil y peronismo: radicalización e institucionalización



A diferencia de lo ocurrido en años anteriores del peronismo en el poder, durante su tercer período habrá un punto de encuentro entre la juventud universitaria y el peronismo. Desde ese abordaje haremos una polémica en torno a la relación entre el peronismo y el movimiento estudiantil desde 1955 al retorno del peronismo con el libro Universidad y Liberación Nacional de Aritz e Iciar Recalde.
Durante el gobierno de Frondizi (‘58-‘62) la experiencia estuvo principalmente marcada por dos circunstancias clave. En primer lugar por la batalla de la “Laica o Libre”, donde se fracturó de hecho la “alianza libertadora” a partir del enfrentamiento entre dos de sus principales integrantes, la Iglesia Católica y el movimiento estudiantil reformista que había apoyado en gran medida el golpe de 1955. Durante este enfrentamiento el peronismo estará representado en el movimiento estudiantil no justamente por sus alas pro-laica, sino más bien a partir de corrientes universitarias que se ubicarán junto con la Iglesia Católica.
Según Aritz e Iciar Recalde, a lo largo del período de proscripción peronista, luego de la adhesión del movimiento estudiantil al gobierno,
Quebrados los mecanismos ideológicos de la formación educativa liberal, la realidad nacional (s)e haría presente con sus mártires, sus batallas y sus detractores. En este proceso, el gobierno de Frondizi y substancialmente el de Onganía y, políticamente las condicionales sociales, políticas y económicas por ellos implantadas aparecerían como los pasajes masivos de los estudiantes hacia el peronismo [1].
Sin embargo, a diferencia de lo que ponen los autores, el pase a la oposición y la radicalización del movimiento estudiantil durante el período de proscripción del Partido Justicialista no tienen un correlato directo con el involucramiento con el peronismo.
El otro hecho clave será la Revolución cubana [2]. Este fenómeno será capitalizado, en parte, tardíamente durante los años ‘70 en el movimiento estudiantil por parte de la Juventud Universitaria Peronista ligada a la JP-Montoneros.
Durante este período, otra de las condiciones sobre las que transitará el viraje a la oposición del movimiento estudiantil será la continuidad que se mantuvo, respecto al período anterior, en relación al tránsito hacia una universidad en la que ya no vienen siendo preponderantes los sectores de elite, sino que ingresan importantes capas de sectores medios, trabajadores y populares, que venía transformando sustancialmente su composición, haciéndola más susceptible a los vaivenes económicos, políticos y sociales de una época caracterizada por un intento importante de ofensiva del capital imperialista a través de planes económicos como el “Plan Prebisch” [3].
Luego, durante el gobierno de Onganía (‘66-‘70), va a continuar la radicalización y se masificará la oposición al gobierno en el seno del movimiento estudiantil, a partir de ataques a la universidad como la Noche de los Bastones Largos. Sin embargo, alrededor del propio gobierno de Onganía esta posición del movimiento estudiantil no encuentra su correlato en el conductor del justicialismo. Su posición será vacilante en un primer momento, planteando “desensillar hasta que aclare”, es decir, mantener cautela sobre las acciones de una dictadura que había llegado al poder con el apoyo del imperialismo, los grandes grupos económicos y la Iglesia [4].
Recién luego del Cordobazo, cuando la vuelta de Perón comienza a ser una alternativa de recambio en el régimen político, ante la crisis de la autoproclamada “Revolución Argentina” (‘66-‘73) y el llamado a un Gran Acuerdo Nacional (el GAN) por parte de Agustín Lanusse, es que el peronismo emerge como movimiento de masas en la juventud. Y lo hace a partir de organizaciones que combinan postulados del peronismo y la lucha armada como Montoneros, con un Perón que las convalida y, con ello a varias de sus acciones político-militares, dado que serán una pieza importante en la negociación con el régimen político.
Justamente, como veremos, la encrucijada del peronismo y el proyecto de la universidad “nacional y popular” de 1973 será la necesidad de contener las demandas de la juventud. Asumirá varios de sus postulados, pero con el objetivo de desviar el ascenso que desde 1969 viene poniendo en jaque al poder burgués en la Argentina y también en el continente.

La experiencia de la UNPBA

En mayo de 1973, luego de 18 años de proscripción, el peronismo gana las elecciones con la fórmula Cámpora - Solano Lima. Dentro del gabinete habrá un reparto de cargos entre las distintas tendencias del PJ. Carlos Taiana (padre), un exfuncionario de los primeros gobiernos peronistas, asume el Ministerio de Educación. A su vez, Rodolfo Puiggrós, ex militante del Partido Comunista y relacionado con la izquierda peronista, es nombrado rector de la Universidad de Buenos Aires. En ese mismo 1973, la Juventud Universitaria Peronista se presenta a elecciones. Gana en 9 de las 13 facultades y obtiene el 44 % del total de los votos.
Cabe recordar que durante los gobiernos de la “Revolución Argentina”, la resistencia desarrollada por parte del movimiento estudiantil será tendencialmente ascendente. Si bien Buenos Aires no será uno de los epicentros en las revueltas de Mayo del ‘69, sí se desarrollará en esta geografía un proceso de pase a la oposición activa del mismo. En Buenos Aires los estudiantes confluirán con el movimiento obrero en protestas sociales y también tendrá picos de alta participación en procesos de cuerpos de delegados, como en las facultades de Filosofía y Letras y Arquitectura en 1971. Además de ello, en el terreno académico, la Universidad de Buenos Aires será el terreno de gestación de las “cátedras nacionales” y las “cátedras marxistas”, que congregan a grandes sectores del pensamiento crítico en las casas de estudios.
Esa radicalización implicará el pasaje del movimiento estudiantil, en gran parte, a postulados de cambio revolucionario y, en muchos casos, anticapitalista, en razón de distintas estrategias de lucha armada contra el Estado. El acercamiento al peronismo por la vía de organizaciones como la JUP-Montoneros se puede leer como un intento por buscar conjugar ambas cosas (revolución y liderazgo peronista), en una experiencia que, ya con Perón en el mando, mostrará que el intento de conciliar aquellas dos cuestiones no iba a ser muy compatible.
En mayo de 1973, la Universidad de Buenos Aires pasará a llamarse “Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires”. La transición universitaria para la normalización de las casas de estudio pos-dictadura será organizada por las “mesas de reconstrucción” donde hay alta participación estudiantil, docente, no docente y de funcionarios. Los interventores nombrados en su mayoría surgen de sectores afines a la Tendencia. Es la época de lo que se conocen como los “decanos montoneros”. A la vez, en algunas carreras asumirán personalidades importantes, como Ortega Peña (en Historia) y Paco Urondo (en Letras). A nivel de política universitaria, tomarán demandas sentidas, como el ingreso irrestricto y sin arancelamiento; se declarará la libertad de expresión en toda la universidad; se aplicará una amnistía a todos los docentes cesanteados por motivos políticos y gremiales desde 1955; y se abrirán todos los concursos académicos. A su vez, se declara la incompatibilidad de funciones entre el ejercicio de cargos gerenciales en empresas multinacionales y la docencia universitaria, entre otras medidas.
Como se desprende de estas medidas, todo ello muestra un importante nivel de radicalización política y social. En un primer momento, esta será acompañada activamente por un considerable sector del movimiento estudiantil, liderado por la JUP que deposita importantes expectativas en el retorno de Perón imaginando la posibilidad de poder influir sobre el Viejo para que encabece un “proceso liberación nacional y social”.
Otro punto importante estará relacionado con la transformación de las carreras y la adquisición de un perfil que ponía mayor énfasis en el involucramiento con la realidad social. Entre eso estará la creación de la Comisión de Servicios Sociales para adaptar los medios de producción existentes en la facultad para elaborar medicamentos destinados al área de Salud Pública en la Facultad de Farmacia y Bioquímica, en Arquitectura se incorporan prácticas de diseño y de estudio a las necesidades populares, en Odontología se introduce en las cátedras la tarea comunitaria a través del establecimiento de consultorios odontológicos barriales, entre otras cuestiones.
Si a partir de esas medidas pudo haber un punto de encuentro entre el gobierno peronista y una juventud radicalizada que venía de desarrollar una experiencia cada vez más activa contra el modelo fascistizante de la dictadura del ‘66, la universidad también será uno de los integrantes como institución del “pacto social” entre empresarios y sindicatos en el retorno peronista al gobierno. Es así que otras de las medidas implementadas será la del asesoramiento a distintas cámaras empresariales, especialmente la Confederación General Empresaria y la CGT (que se preparaba para contener por la vía represiva a un movimiento obrero que el pacto social no había logrado frenar en sus ocupaciones de los lugares de trabajo y huelgas salvajes).
Es en esta idea de la universidad como institución íntimamente ligada a los intereses del Estado-nación capitalista donde el pensamiento y la práctica desarrollada por actores como Rodolfo Puiggrós y la Juventud Universitaria Peronista encontrarán los límites a cualquier tipo de transformación radical de esta institución.

Reformismo universitario, Estado y clases sociales

Los impulsores del proceso de la Universidad “nacional y popular” basaron en gran parte sus concepciones en lucha política y teórica con el reformismo universitario. Una de las principales críticas a esta visión era el postulado en relación a la autonomía universitaria. En Universidad y Liberación Nacional, Aritz e Iciar Recalde señalarán:
… los docentes positivistas y liberales en nombre de la “autonomía” habían desconocido las necesidades concretas del pueblo y confundido “autonomía del gobierno de la universidad con autonomía de las políticas del Estado”, “autonomía del mercado con autonomía de las necesidades sociales” y “autonomía de las empresas con autonomía del desarrollo económico nacional” [5].
Podemos decir que esta crítica tiene asidero en relación al reformismo liberal-cientificista que primó en distintos momentos, como por ejemplo en la mayoría de los sectores estudiantiles e intelectuales reformistas durante el primer gobierno peronista (frente a una universidad donde prevalecía el peso de sectores vinculados al oscurantismo clerical) y también en años previos, cuando apoyaron el golpe de Estado de 1930. La visión prevaleciente en ese entonces era la de “universidad isla”, donde la idea de autonomía era usada para desarrollar una concepción ultracorporativa de la universidad como institución, donde las demandas que exigía el reformismo estaban ligadas estrictamente a aspectos como una supuesta “excelencia académica” desligada de cualquier tipo de vinculación con la realidad social imperante.
Sin embargo, no siempre el reformismo tuvo esas banderas como prevalecientes. En esto, el peronismo universitario (en la gran mayoría de los casos, rabiosamente antirreformista), niega también el origen y el carácter de las revueltas estudiantiles (que en el caso cordobés tuvieron un importante apoyo obrero) surgidas en Argentina en 1918 y expandidas al resto del continente. La emergencia de sectores de izquierda anticapitalista desde fines de los ‘50, cuestionaba varios de esos postulados corporativo-liberales imperantes sin apartarse de la tradición histórica de la lucha reformista universitaria.
Desde la posición de defensa de las banderas originales del reformismo universitario, la demanda de autonomía es sentida en tanto permite la organización independiente del movimiento estudiantil, docente, no-docente, al igual que la posibilidad de ligarse al movimiento obrero, en forma independiente al Estado.
Esta cuestión los autores también la ven como un problema, entendiendo que el funcionamiento de la universidad no puede divorciarse de la política estatal (así también lo entendía Puiggrós), debiendo asumir así sus principales postulados en circunstancias en las que el peronismo del “Pacto Social” buscaba poner un freno a lo que el Cordobazo había mostrado: el surgimiento de la clase obrera como actor independiente con un aliado importante en este camino, como lo era el movimiento estudiantil. Esto tiene un correlato con la visión de Puiggrós en relación a la universidad y el conflicto social:
¿Clasista? No, porque el pueblo no es una sola clase, hay diferentes clases. Nos vamos a colocar fundamentalmente en una posición antioligárquica, de liberación nacional, que lucha por una sociedad mejor. […] Cuando nosotros hablamos de Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, hablamos de una universidad donde van a concurrir diferentes clases sociales. […] La lucha por la emancipación nacional, contra la oligarquía, contra las empresas monopólicas tiene un contenido clasista en el sentido de que son determinadas clases las que van a llevar esa lucha, entonces sí estoy de acuerdo [6].
La cuestión del carácter policlasista del movimiento estudiantil es objetiva en tanto en la universidad de masas hay sectores trabajadores que comienzan a poder acceder a esta educación; eso no quita que la universidad esté divorciada de la lucha de clases circundante en la realidad social, más es una época como en los años ’70, donde ese clima social y políticamente era imperante.
El planteo de alianza de clases en forma de posición antioligárquica y de liberación nacional expuesto por Puiggrós en esos postulados (similares a la propuesta político-programática de Montoneros) tambaleaba en el aire por las propias consecuencias de lo que implicaba la vuelta de Perón y el posterior fracaso de la política del pacto social.
Si para la burguesía y la burocracia sindical fue un intento de recomponer el orden social puesto en jaque, para la clase trabajadora, la llegada de Cámpora al Gobierno implicó una elevación de expectativas por la vía de huelgas salvajes y rebeliones antiburocráticas, como plantean Ruth Werner y Facundo Aguirre en Insurgencia Obrera:
…los trabajadores encontraron mil maneras de trasladar la victoria política en las urnas a ventajas propias en el lugar de trabajo, las condiciones de este y las de sanidad y seguridad, los salarios atrasados, la reclasificación de las tareas y la cuestión de designas nuevas y auténticas direcciones de planta, se plantearon como problemas a medida que innumerables quejas acumuladas en el período 1973 empezaron a ventilarse [7].
A su vez, mientras la burocracia de la CGT mantendrá disciplinado el congelamiento salarial, la crisis del petróleo va a generar finalmente que la cautela burguesa de no aumentar los precios (con lo que se había comprometido en el pacto social) se dé por terminada.
El control para frenar a la clase obrera y un movimiento estudiantil, al cual el peronismo no había logrado contener del todo, luego mostrará que la experiencia “nacional y popular” de la Universidad de Buenos Aires también tendrá una pronta fecha de caducidad. La radicalización del movimiento estudiantil y sus tendencias a confluir con el movimiento obrero van a necesitar ser disciplinadas para el orden burgués.

De la “Ley Taiana” a la Misión Ivanissevich

Meses después de haber asumido, Puiggrós renuncia al cargo en octubre de 1973. Luego de la muerte del secretario general de la CGT José I. Rucci, la derecha peronista intensificó su accionar ilegal por la vía de organizaciones como la Juventud Sindical Peronista, el Comando de Organización de Brito Lema y la Concentración Nacional Universitaria. En ese marco comienza también un enfrentamiento con algunas de estas organizaciones en el terreno universitario, cuando realizan por ejemplo, un acto homenaje a un mes de su muerte en la Facultad de Derecho.
Esto se intensificará con las intervenciones autorizadas por el poder ejecutivo con Perón al mando en distintas provincias donde gobernaban sectores afines a la tendencia como Córdoba (en los hechos conocidos como el “Navarrazo”), Formosa, Salta y Buenos Aires. A su vez, el presidente se apoyará sobre estos sectores dándoles peso superestructural en las juventudes políticas en el marco de un enfrentamiento cada vez más ríspido con Montoneros.
En este marco, en los inicios de 1974 se sancionará la nueva ley universitaria denominada “Ley Taiana”. La misma recogía aspectos progresivos, entre los que se encontrará la participación estudiantil y no-docente en los organismos de co-gobierno universitario y la anulación de todas las cesantías realizadas entre 1955 y 1973. Sin embargo, a su vez, ponía en riesgo aspectos importantes de la libertad de expresión y la autonomía universitaria, estableciendo la prohibición del “proselitismo político partidario o de ideas contrarias al sistema democrático que es propio de nuestra organización nacional” [8], extendiéndose esta medida a los docentes; ninguno podía defender intereses que estuvieran en pugna, competencia o colisión con los de la Nación, todo ello quedaba supeditado a la habilitación del poder ejecutivo para poder intervenir las universidades en dichos casos. Más allá de la oposición a estos artículos, los diputados de la Juventud Peronista votarán esta ley junto a la mayoría de los sectores políticos entre los que se incluían la UCR, el Partido Intransigente y el Partido Comunista.
Muerto Perón, Taiana renunciará días después y en su lugar asumirá Oscar Ivannissevich, un antiguo funcionario peronista ligado a los sectores más fascistas del movimiento justicialista. Todas las facultades de la UBA serán tomadas por asambleas estudiantiles, pero luego de esta resistencia, las facultades cerrarán, se culminará con el ingreso irrestricto y, apoyados en la ley universitaria sancionada, se abrirá paso a una “depuración ideológica” conocida como “Misión Ivannissevich”, donde serán cesanteados todos los docentes que habían asumido desde 1973.

Nacionales, populares y su repetición como farsa

La experiencia de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires de 1973 fue una experiencia poco estudiada (y tampoco reivindicada), por los “nacionales y populares” del siglo XXI.
Esto tiene cierta lógica comparando el proceso de 1973 con el proceso dirigido por el kirchnerismo en las universidades. Mientras en el primero hubo medidas importantes de democratización de los organismos de cogobierno, planes de estudio y del acceso y una revisión importante del peso del sector privado en la universidad (a partir de la incompatibilidad y la revocación de convenios con empresas multinacionales), durante los gobiernos kirchneristas hubo continuidades con los principales ejes de la política neoliberal, se mantuvo la Ley de Educación Superior, lo que incluía entre otras cuestiones la continuidad de los convenios con empresas imperialistas; las nuevas universidades no estuvieron ni cerca de ser acompañadas de un presupuesto que permita garantizar el acceso, la permanencia y el egreso de los más de un millón de asistentes.
Manteniendo los principales lineamientos educativos impuestos durante los años ´90, la política “nacional y popular” estuvo mucho más ligada a cuestiones de relato que a transformaciones sustanciales de la institución educativa.
En ese marco, frente a agrupaciones dirigentes del movimiento estudiantil como Franja Morada, que mantienen un discurso de “universidad-isla” mientras en la arena política se alinean con el macrismo, y un kirchnerismo que mantuvo lo esencial de la política neoliberal, pensar más allá del reformismo corporativo-liberal y el estatismo universitario sigue siendo una tarea imperante para pelear por la autoorganización independiente del movimiento estudiantil por vías como cuerpos de delegados y asambleas, y poner los conocimientos de la universidad en vínculo con la realidad social, al servicio de las grandes mayorías obreras y populares.

Ivan Baigún

Notas

[1] Recalde, Aritz y Recalde, Iciar, Universidad y Liberación Nacional, consultado el 26/6/2019 en http://www.rebelion.org/docs/130503.pdf.
[2] Esencialmente, el fenómeno que surgirá de su influencia será lo que se conoció en un nivel amplio como la “Nueva Izquierda”, que cuestionará las concepciones reformistas y pacifistas del Partido Socialista, y luego también al Partido Comunista, generando escisiones en esas organizaciones que toman posiciones a favor de la lucha armada en distintas estrategias
[3] Este fue un plan diseñado por Raúl Prebisch, en el que se recomendaba al gobierno de la autodenominada “Revolución Libertadora” una serie de medidas entre las que se encuentran reducción de personal, gastos de funcionamiento y obras públicas del Estado; devaluación del peso y liberación del mercado de cambios e ingreso al Fondo Monetario Internacional.
[4] Esto se verá de manifiesto en la mencionada Noche de Los Bastones Largos donde, según Ernesto González, “entre los estudiantes había quienes consideraban que venía el fascismo, otros que, influenciados por el apoyo de la burocracia sindical al nuevo gobierno, coreaban “desensillar” hasta que aclarase”. González, Ernesto y otros, El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, Tomo 3-libro 2, Buenos Aires, Pluma, 1999, p. 296.
[5] Recalde, Aritz y Recalde, Iciar, ob. cit.
[6] Puiggrós, Rodolfo, La Universidad del Pueblo, Buenos Aires, Crisis, 1974, p. 45.
[7] Werner, Ruth y Aguirre, Facundo, Insurgencia Obrera en La Argentina 1969-1976, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2009.
[8] LEY 20.654, consultado el 3/7/2019 en http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/normas/3855.pdf.
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