lunes, diciembre 21, 2020

El gobierno corre detrás de la vacuna


Y el imperialismo opera en las negociaciones. 

 La polémica por la vacuna continúa y trae nuevas incertidumbres. Hace unos días, Alberto Fernández intentó desligarse de la disputa poniendo el eje en que el problema es entre privados y afirmando que «la vacuna estará llegando». No se sabe cuándo, ni cómo, ni dónde, pero el presidente apunta a una ciega confianza en su gestión. Sin embargo, en este tema son más los fracasos que los aciertos. 
 Lo cierto es que entre el gobierno y el laboratorio Pfizer, con quien Argentina estaba negociando, se tiran la pelota de las responsabilidades. Ginés dice que la empresa exige un acuerdo que la blinde aún más ante posibles efectos adversos. Y aunque el gobierno quiera mostrarse como un defensor de la «soberanía nacional», la realidad es que ha entregado todo tipo de concesiones en la ley de blindaje a los laboratorios aprobada hace meses en el Congreso. Por el lado de Pfizer dicen que el problema está en el transporte de las dosis, las cuales requieren una temperatura de 70 grados bajo cero y piden que dicho transporte se ejecute mediante la empresa DHL, algo a lo que el gobierno nacional le pondría trabas debido a que el precio por el servicio de traslado se suma a los 20 dólares que sale cada dosis. Es decir, versiones cruzadas en las que los intereses de la población ni se tocan. 
 Con respecto a la vacuna rusa y la falta de aprobación para personas mayores de 60 años, el gobierno dio vueltas y vueltas. Finalmente, se decidió que esta semana se enviará un avión para buscar las 600 mil dosis prometidas e iniciar el plan de vacunación. Pero en cada paso, quienes nos gobiernan parecen tambalear un poco más y ceder ante las exigencias del mercado mundial y quienes tienen la pelota hoy: los laboratorios. 
 Es claro que la vacuna contra el coronavirus trae consigo una competencia fenomenal entre los Estados. No solo por ver quien se queda con las dosis, sino también porque cada vez aparecen más noticias de retrasos en las producciones. Lo vimos primero con la vacuna de AztraZeneca/Oxford, pero luego Pfizer también anunció una reducción de las dosis a la mitad. Y así es como, al día de hoy, los países centrales ya se hicieron del 54% de las dosis -aunque su población sea solo el 14% del total del mundo. Los tiempos rápidos de desarrollo y las promesas de salvación que profesan los laboratorios no ayudan a la hora de aumentar la confianza sobre el punto; lo que sí hacen es abonar a la competencia mundial y la especulación. 

 ¿Qué rol cumple Argentina en este escenario?

 Es claro que los países imperialistas dominan la primera etapa de la vacunación. Europa y Estados Unidos consumen la mayor parte de las dosis producidas por Pfizer -vacuna que hoy tiene mayor credibilidad y ya fue aprobada en Inglaterra para su vacunación masiva-, dejando al resto del mundo para competir por las partidas restantes. Por su parte, la burguesía nacional intenta rasguñar algo de las sobras, sin mucho éxito. Es que una burguesía que se ha encargado de ceder todo el año ante los bonistas y el FMI y que le ha hecho guiños de todo tipo al imperialismo, no es la más apta a la hora de negociar una de las cuestiones más reclamadas por el mundo. Por eso se le imponen condiciones de todo tipo y color y se retrasa la entrega de las vacunas. 
 Pero necesita la vacuna, no tanto para cuidar a la población sino para el plan de estabilización y reactivación económica que el Fondo le exige al gobierno, que ya aviso que hasta que no se cumpla no piensa cerrar el acuerdo. Una burguesía y un gobierno atados de pies y de manos que solo tienen una posibilidad: continuar cediendo. 
 Marca un camino de ruta que el gobierno viene sosteniendo hace bastante y que solo se traducirá en más ataque a los trabajadores. Las cifras en la desocupación (cerca del 30%) y las líneas de pobreza e indigencia en combinación con la inflación (calculada en 36%) y los aumentos en las canastas básicas son muestra de ello. Es lo que la subordinación al gran capital y al imperialismo de Alberto Fernández le puede ofrecer a los trabajadores.
 En este punto, la vacunación es un ejemplo más de la manera que tienen la burguesía de nuestro país de operar en el mercado mundial. Es el lugar de ser el último orejón del tarro; una combinación de subordinación e improvisación en una pandemia que el gobierno no ha sabido controlar. 
 Por eso, mientras los casos diarios dejan de descender, aún no se ha puesto en marcha un plan de contención de la segunda ola y se profundiza el ajuste en salud, validado en el presupuesto 2021. Mientras testeos continúan escaseando, a los profesionales de la salud se les ofrece una vergonzosa paritaria del 7%. Y mientras se profundiza la crisis, los trabajadores la pagan a costa de sus salarios y sus condiciones de vida.
 Es necesaria la intervención independiente de la clase obrera en estas cuestiones, ya sea para poner bajo control obrero las condiciones en la que se desarrollará la pandemia como la obtención de la mejor vacuna posible.

 Lucía Miguez

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