miércoles, diciembre 23, 2020

Jean van Heijenoort: recuerdos de un exilio


El 18 de diciembre de 1936 León Trotsky recibió, en su exilio noruego, la aceptación de residencia en México, el que sería su último refugio. Sobre aquellos sucesos, ¿Qué se puede leer? elegimos “Con Trotsky en el exilio. De Prinkipo a Coyoacán” de Jean van Heijenoort. 

 “El pequeño libro que presento no es la historia política de esos años. Tampoco es un retrato de cuerpo entero del hombre. Son recuerdos, mis recuerdos. Intento recrear la atmósfera en la que vivía y trabajaba Trotsky durante esos años de exilio. (…) Mi relato, muy a menudo, estará hecho de detalles puesto que soy el único que los conoce y no quiero que desaparezcan conmigo”, Prólogo (p. 17). 
 Los años previos al arribo de León Trotsky al país azteca habían sido especialmente tumultuosos de acontecimientos internacionales. A comienzos de 1929, expulsado de la URSS, regresó a Europa ya no como el joven marxista de comienzos de siglo sino como dirigente del octubre ruso, el organizador del Ejército Rojo y fundador junto a Lenin de la Tercera Internacional. El contexto político de aquel exilio también se mostraba diferente. El aislamiento de la URSS, luego del fracaso de la oleada de la primera posguerra, agudizó las contradicciones internas del Estado obrero en transición y se fortalecieron las tendencias hacia la burocratización del régimen estalinista. Por otro lado, el crack de los años ´30 hacía sentir sus efectos políticos en procesos de radicalización de la lucha de clases como en España o Francia, en la degradación de las democracias capitalistas y la emergencia de fenómenos aberrantes como el fascismo. 
 Esta combinación de factores constituyen el álgebra para comprender el escenario en el Jean van Heijenoort, aún muy joven, conoció a Trotsky al ser designado en 1932 por Raymond Molinier, dirigente de la Liga francesa - el grupo oposicionista en el que Jean militaba- como su secretario, traductor y guardaespaldas. Acompañaría a Trotsky durante su estadía en Prinkipo (Turquía) en 1932, Francia (Marsella y París) en 1933 y Noruega (Oslo y Hønefoss) en 1935 y desde allí a Tampico y Coyoacán en México hasta noviembre de 1939. 
 Con Trotsky en el exilio. De Prinkipo a Coyoacán relata aquellos siete años, los de una experiencia excepcional que se va contagiando a lo largo del relato. Por muchos motivos es un libro difícil de encasillar. Por momentos lo que predomina son las aproximaciones intimistas, más o menos arbitrarias propias del ensayo personal; en otros son las de carácter histórico o documental de la trayectoria biográfica de Trotsky, las vicisitudes de la persecución estalinista o las discusiones con los grupos de la Oposición de Izquierda Internacional [1] sobrepuestas a las personalidades que las encarnaron.

 Comisión Dewey 

De las muchas sugerencias posibles de lectura nos detenemos en la labor que emparenta a van Heijenoort con la preparación de lo que fue la Comisión Dewey, puesta en marcha por el Comité Norteamericano de Defensa de León Trotsky (The American Committe for the Defense of León Trotsky), presidida por el famoso filósofo liberal norteamericano a quien debe su nombre y otros renombrados intelectuales, de diversos países como Otto Ruehle, biógrafo de Marx y diputado del Reichstag quien, junto con Liebknecht, fue el único que votó contra la guerra en 1914; John Finerty abogado defensor de Sacco y Vanzetti o destacados periodistas como los norteamericanos Benjamin Stolberg y Suzanne La Follette, entre otros. 
 Como parte de su funcionamiento, entre el 10 y el 17 de abril de 1937 una subcomisión (Comisión preliminar) se estableció en Coyoacán y mantuvo trece sesiones de interrogatorios, dando su veredicto el 21 de septiembre del mismo año exculpando a Trotsky y a su hijo Sedov de las acusaciones de cometer crímenes contrarrevolucionarios hechas por el régimen de Stalin a partir de los llamados “Procesos de Moscú”, en los que habían sido declarados culpables “in absentia”, sin derecho a defensa. La primera refutación sistemática de esas falsificaciones se encuentran en el Libro Rojo escrito por Sedov en 1936, quien fuera el responsable de las relaciones con la Oposición rusa y en Europa. Ese mismo año, como cuenta van Heijenoort, se había formado una comisión investigadora en París, de la que participaron Sedov, Gérard Rosenthal (abogado personal de Trotsky), Alfred y Marguerite Rosmer, André Breton y Victor Serge. 
 A lo largo del Contraproceso Trotsky logró demostrar que el montaje judicial estalinista no era un asunto personal de Stalin sino la decisión de la casta burocrática soviética dispuesta a terminar con la herencia de la revolución, representada en la Oposición de Izquierda. 
 Van Heijenoort describe en su libro la intensidad de la tarea que emprendió junto a Jan Frankel, dirigente oposicionista desde 1927, para preparar a Trotsky frente a la inminencia del Contraproceso y que puede conocerse a través de sus actas aca. Nos interesa relevar su rol en el ordenamiento, clasificación y conservación de lo que sería una parte importante de los archivos utilizados en aquella Comisión. El comité se valió de “esos papeles” ya no solo como compendio de la historia de la corriente revolucionaria que dirigía León Trotsky sino en otro sentido, el de pruebas frente a la difamación, persecución, falsificación stalinistas. 
 La producción de lo que Trotsky había escrito durante su segundo exilio se conformó de cartas, artículos y folletos, y libros como Mi vida, Historia de la revolución rusa, La Revolución traicionada, A dónde va Francia, el esbozo biográfico de Lenin. Van Heijenoort menciona que para el período 1929 a 1940 se calculan cerca de 22 mil documentos y casi 4 mil cartas de Trotsky, cultor según sus palabras “de la epístola tanto por la cantidad como por el estilo” (p. 18). Un porcentaje elevado de esa correspondencia pertenecía al intercambio con los grupos trotskistas existentes en una treintena de países. [2] 
 Parte de ese acervo fue vendido a Harvard por el propio Trotsky. Era una manera de dejarlos a salvo de la conspiración y el robo, en varias ocasiones la GPU había destruido o robado sus documentos, y además una fuente de ingresos para la Oposición. Al archivo se agregaría luego la correspondencia de Trotsky que Natalia Sedova entregó a la misma institución. Y en 1958, el mismo van Heijenoort sumaría papers y documentos rescatados del período del exilio de Trotsky.

 La mirada crítica 

Se podría afirmar que sin archivos no hay historia. Sin embargo, el celo archivista de van Heijenoort habla de algo más que la relevancia de las fuentes, de algo más sustancial. Como recuerda Tunnuna Mercado en el prólogo, “no habría ‘legado Trotsky’ sin ese minucioso y descomunal ordenamiento que, en la medida en que Van conocía todo de un periodo extenso de su actividad política e intelectual, pudo establecer relaciones entre textos, descifrar lo que estaba oscuro y reparar datos erróneos.” La identificación y ordenamiento que realizó van Heinjernort estaba vinculado a la experiencia y condiciones concretas de su producción, la mayor de las veces, la de un testigo directo. Su estilo logra que así lo imaginemos, “en el transcurso de mi relato sucederá que a veces tenga que dar un detalle que, a primera vista, podrá parecer de un interés menor. Es que sé, por mi conocimiento del pasado y de los archivos, que esa información quizás permitirá que un investigador pueda reconstituir un hecho, identificar un documento.” (p. 17) 
 Además, no todas las resoluciones y decisiones quedaban por escrito. Así ocurrió con muchas de las intervenciones de Trotsky y de toda una parte de su actividad política expuestas a la amenaza constante de los estalinistas, sus agentes y exiliados rusos blancos que colaboraban en todo el mundo. Esta situación hizo que no pocos textos estuvieran repletos de pequeñas astucias. Como el diario que llevó adelante durante su residencia francesa, en el que consciente de que podía caer en manos “ajenas”, el mismo Trotsky afirmaba y se preguntaba en él sobre la autoría de su libro A dónde va Francia. 
 La contribución de van Heijenoort se suma a una larga tradición teórica y política en la que identificación, clasificación, traducción y publicación de originales y documentos de las corrientes vinculadas al movimiento obrero permite reconstruir el pasado y deja huellas e influencias sobre las generaciones futuras. Basta recordar la obra de algunos de los herederos “directos” de Marx, aquellos que asumieron la sistematización de sus escritos. Incluyendo a su fiel compañero Frederich Engels y a dirigentes del marxismo alemán de la talla de K. Kautsky quien editó las Teorías sobre la plusvalía o Franz Mehring quien colaboró en la preparación de la Correspondencia de Marx-Engels. Unas décadas más tarde, el joven marxista Riazanov, al frente del Instituto Marx-Engels de Moscú, había logrado junto al Instituto de Investigación Social alemán (Francfort) la publicación de la primera edición completa y científica de las obras de Marx y Engels. El rescate o revelación de los textos filosóficos tempranos de Marx publicados por primera vez en 1932, contribuyó a enriquecer no solo su legado teórico, incorporando nuevas encrucijadas y debates sino que, como cuenta Perry Anderson, dejó su huella entre los intelectuales marxistas de la época. 
 Ya lo advierte van Heijenoort en su libro, toda lectura es una reconstrucción de quien escribe y de quien lee. Aquí solo hemos hecho un recorte breve y arbitrario porque hay mucho más por nombrar. Con Trotsky en el exilio… es un libro de recuerdos, “mis recuerdos” como los llama el autor, que restituye de una forma habitualmente menos narrada la trayectoria de León Trotsky y del movimiento trotskista y seguramente introduzca a quienes aún no conocen al dirigente bolchevique en su cotidianidad. Como si ello no bastara, en los pliegues de ese relato logra sacar lo mejor del alcance y valoración del trabajo de archivo, una forma de militancia por el derecho no solo a conocer el pasado y la lucha de clases, sino la verdad histórica de aquellos miles que en los momentos más difíciles de la pesadilla estalinista se prepararon para tomar el cielo por asalto. 

 Liliana O. Caló 
 Viernes 18 de diciembre | 00:00 

 [1] La Oposición de Izquierda Internacional constituía una fracción del comunismo internacional sobre la base de una serie de definiciones y consideraciones programáticas, ver CEIP LT: Tareas y métodos de la Oposición de Izquierda Internacional
 [2] Hacia fines de 1935, Trotsky había negociado con el Instituto Internacional de Historia Social en Ámsterdam la venta de sus cartas de los años 1917-1922: cerca de 900 documentos, en Jean van Heijenoort, Con Trotsky en el exilio: De Prinkipo a Coyoacán, Buenos Aires, Ediciones IPS-Ceip, p. 81.

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