No es, sin embargo, el ataque la “caballería ligera” contra el imperio, como la presentan quienes la entienden como una expresión de la ‘democratización’ de la especulación financiera. Es el ‘cisne negro’ que emerge de las contradicciones del proceso económico capitalista en su conjunto, exacerbadas por la pandemia. La más destacada de ellas es el desequilibrio entre la acumulación financiera, de un lado, y la producción industrial, del otro, que ha llevado la riqueza ficticia a niveles colosales. La capitalización alcanzada por las Bolsas no guarda relación con las ganancias efectiva o esperadas de las empresas – es una bomba de tiempo. Otro desequilibrio alcanza a las empresas que fueron potenciadas por la pandemia, como informática, biotecnología o comercio electrónico, y aquellas golpeadas en forma severa, como el turismo, la aviación comercial, el espectáculo o el gran comercio presencial.
Los fondos de cobertura (hedge funds) se lanzaron sobre las compañías en retroceso, para especular a la baja de sus acciones o incluso a la quiebra. Es parecido a lo que ocurre en Argentina contra el peso – se asegura un precio de compra futura superior a la expectativa de devaluación, para recomprarlo a una cotización más barata. En sentido contrario, la ‘flash mob’ se ha lanzado a especular a la suba de las acciones de las empresas afectadas, en el entendimiento de que las cotizaciones de ellas habían llegado a niveles muy bajos. Algo parecido a cuando el dólar cotizó a casi 200 pesos en el blue, lo que llevó a una banda de especuladores a recomprarlo, con la expectativa de una valorización de la cotización, como efectivamente ocurrió. La emisión desenfrenada de moneda por parte del Banco Central de Estados Unidos, potenció la especulación a la suba y a la baja de esas acciones, en virtud de la tasa nula de interés que debían pagar quienes se endeudaran para esas operaciones. Por otra parte, la remisión de las infecciones en el verano del hemisferio norte, creó la expectativa de que varias industrias afectadas podrían ponerse de nuevo en movimiento.
En abril pasado, la protagonista principal de la especulación actual, GameStop, una empresa de videojuegos afectada por los juegos ‘online’, recompró el 65% de sus acciones, para evitar que la especulación a la baja contra ella la llevara a la quiebra. Fue también el momento en que algunos operadores avezados se lanzaron a la compra; hubo una apertura récord de cuentas electrónicas minoristas en abril-mayo – 780 mil. La competencia entre las aplicaciones que deseaban recoger esta clientela redujo las comisiones a la nada. En junio, la locadora de automóviles, Hertz, con recurso de quiebra presentado, se vio inundada por órdenes de compra que elevaron la cotización de sus acciones en un 800 por ciento. La organización del movimiento especulativo actual fue largamente preparado, y cristalizó en una asociación de minoristas, WallStreetBet, que ha pasado de centenares a algunos miles, para comprar acciones de empresas cuasi insolventes, que además operaban a la baja por la especulación de los fondos de cobertura. Las compras hicieron subir un 1.400% las acciones, en el caso de GameStop y en valores similares menores a la empresa de cine AMC, a American Airlines, Blackberry, y en Europa a Nokia (subió 1.800%) y a las alemanas Evotec y Varta. Curiosamente, si se puede decir así, los fondos de cobertura auxiliaron fuerte esta suba, porque tuvieron que salir a recomprar acciones de las empresas que habían apostado a la baja. Es como aquel que salió a comprar pesos con los dólares que había acumulado para contener las pérdidas que le producía la suba del peso en el blue. Las transacciones diarias de acciones en Wall Street llegaron a 23 millones – un récord.
Esta suba accionaria representó pérdidas de miles de millones de dólares para los fondos de cobertura, incluidas la caídas de sus propias acciones. Melvin Capital, el fondo más involucrado en la especulación contra GameStop, fue rescatado por grupos aliados, para hacer frente al retiro de dinero en sus cuentas. El enriquecimiento de los especuladores minoristas en perjuicio de los ‘hedge funds’, desató el furor en las redes y una durísima reacción del gran capital financiero, por ejemplo Morgan Stanley. Varias de las aplicaciones que intermediaron esta especulación cerraron las cuentas minoristas. Hace un par de horas los medios han informado que Biden ha tomado cartas en el asunto. Y con razón.
Es que cuando se echa una mirada de conjunto sobre lo que está ocurriendo, se observa una tendencia general hacia la quiebra. Las compañías insolventes no van a ser rescatadas por asociaciones de minoristas, como lo prueba la caída importante de las acciones de aquellas, después de esta euforia. Las perspectivas financieras se han ensombrecido con la crisis de provisión de vacunas y los choques entre estados y farmacéuticas. La sacudida que, repetimos, ha venido siendo montada desde hace un año, ha puesto en duda la sustentabilidad de las operaciones especulativas de los fondos de cobertura. La especulación por parte de minoristas ha sido siempre, en la historia de las crisis financieras, el tramo previo al estallido. La propuesta de regular el movimiento financiero, en este fase de caos, podría ser el detonante de una serie de defaults que se encuentran ocultos por medio de una contabilidad mentirosa.
La dimensión histórica de la crisis que se ha puesto al descubierto, no puede ser más clara: mientras la humanidad enfrenta una crisis que afecta lo esencial, en la cubierta del Titanic el capital especula acerca de cuál va a ser el témpano contra el que va a colisionar la nave. La festejada asociación minorista no es más que el famoso cisne negro.
Jorge Altamira
29/01/2021
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