Luego de más de un año de iniciada la pandemia de Covid-19, todos los Estados apuestan a la vacunación masiva para intentar reactivar sus economías. Sin embargo, la provisión de esta tiene varios problemas. En este momento, más allá de las cuestiones de logística y planificación de las campañas de vacunación, el eje está puesto en que las principales farmacéuticas, las que poseen las vacunas aprobadas y con las que los países centrales están comerciando, se encuentran atrasadas en su ritmo de producción. Eso significa que van a entregar la mitad o menos de las dosis prometidas.
Esta situación causó la ira de la Unión Europea con el laboratorio anglosuizo AztraZeneca, el cual anunció la semana pasada que no iba a cumplir con el cronograma de entrega de vacunas para el primer trimestre del año. El bloque europeo le compró 300 millones de vacunas, con opción en el contrato de sumar otras 100 millones, pero ahora la entrega se reducirá en un 60%. El conflicto se desató porque para Reino Unido (primer Estado en cerrar el contrato con el laboratorio), las dos millones por semana que estaban previstas fueron provistas en tiempo y forma.
Lo mismo sucedió con la vacuna rusa Sputnik V, que también anunció que no iba a poder entregar las vacunas por problemas en su producción. Esto fue lo que originó que arribaran a nuestro país apenas el 10% de las dosis anunciadas para enero. Luego de ello, Alberto Fernández salió a declarar que «la Argentina no apostó por la vacuna rusa Sputnik, lo que ocurrió fue que la vacuna rusa Sputnik V fue la primera que tuvo disponible Argentina», lo que es una confirmación del relegamiento de nuestro país, que se profundiza por el rumbo colonial del gobierno.
Esto grafica que aquella ilusión de que la pandemia estaba terminada, es falsa. La especulación capitalista en torno a la comercialización de la vacuna y la carrera imperialista para conseguirla están en la raíz de estos incumplimientos. De esta demora en el aprovisionamiento surgirá un recrudecimiento de la crisis sanitaria, ya que los gobiernos evitan todo lo posible tomar medidas de prevención para la población y destinar mayores presupuestos a los sistemas de salud. Las alzas especulativas de las bolsas del mundo -sin correlación real con la marcha de la economía- amenaza con pincharse al calor de la crisis del abastecimiento de las dosis.
Es una situación que no sucedería con la centralización de los recursos, y por lo tanto de la producción y distribución de las vacunas en base a las prioridades que fije la deliberación de los trabajadores con el horizonte puesto en sus necesidades y no en las ganancias de los laboratorios y los reclamos patronales de reactivación. En suma, sería el control obrero del manejo de la pandemia lo que puede ofrecer una salida. La gestión capitalista ha demostrado que pone a los trabajadores y su salud en el último lugar.
Lucía Cope
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