Carla Vizzotti, secretaria de Acceso a la Salud, anunció hoy que el gobierno está considerando aplicar una sola de las dos dosis de la vacuna Sputnik V necesarias para lograr el 91,4% de eficacia aprobada. La campaña de vacunación empezó el 29 de diciembre con las 300.000 dosis que llegaron de Rusia y, supuestamente, en las próximas semanas llegaría otro cargamento con la misma cantidad proveniente del mismo país. A este se sumarían las vacunas AztraZeneca/Oxford y la de China para llegar a 10 millones de vacunados en el mes de marzo; sin embargo, es evidente que el gobierno siente la presión del aumento de casos de las últimas semanas y la llegada de la segunda ola antes de lo previsto.
Esto presenta dos problemas. Por un lado, no hay evidencia científica que compruebe que se vaya a mantener la alta eficacia que hasta ahora han tenido las vacunas con la aplicación de una sola dosis (de hecho, de algunas se conoce que su eficacia disminuye a la mitad); tampoco que se mantenga si se aplican con más días entre ellas que los 21 a 28 estipulados por las farmacéuticas.
Pero el principal problema es que muestra de lleno la improvisación de un gobierno que, en el afán de salir bien parado de una de las peores semanas en términos de casos de los últimos dos meses, da un manotazo de ahogado en torno al único plan que tiene para enfrentar la pandemia: la vacunación. Es algo a lo que también están apostando el resto de los gobiernos del mundo, los cuales tampoco han tenido una respuesta ejemplar a la pandemia; eso hace aún más competitiva la cuestión de la vacuna. Por eso es que Rusia está desarrollando una versión «light» de la Sputnik para suplir esa demanda.
De todas maneras, la vacuna por si sola no resuelve la pandemia. El caso de Israel, país que ya vacunó al 10% de su población pero sin embargo los casos siguen aumentando, sirve de ejemplo para vislumbrar que una política sanitaria centrada simplemente en la inoculación no es suficiente.
El problema de fondo es la falta de una política sanitaria acorde a la pandemia y el avance de ella teniendo en cuenta la salud de los trabajadores como prioridad número uno. Se apuesta toda la estrategia sanitaria al uso de una vacuna cuyas dosis no están garantizadas y, si bien se aprueban nuevos tratamientos desarrollados en el país de la mano de nuestros científicos como el suero equino hiperinmune, lo cierto es que sin presupuesto para salud y con un sistema que lleva sobre sus espaldas años de vaciamiento y abandono difícilmente se pueda atravesar la segunda ola de contagios sin una nueva avalancha de contagios y muertes. Mientras la culpabilización de los jóvenes y el discurso de la «responsabilidad individual» avanza, lo que se necesita es un planteo de cuidado de los trabajadores que implique la aplicación de estrictos protocolos sanitarios bajo control obrero y la centralización del sistema de salud de la mano de profesionales, especialistas y trabajadores.
Lucía Miguez
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