Esta semana recibimos una buena noticia: desde el lunes, comenzó a distribuirse «CoviFab» en hospitales y sanatorios de todo el país, un suero equino hiperinmune contra el Covid-19 desarrollado en Argentina. El tratamiento fue aprobado por la Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) luego de demostrar su eficacia en pacientes adultes (18-79 años) con cuadros moderados o severos, reduciendo en un 36% la necesidad de asistencia ventilatoria mecánica («respirador») y en un 45% la mortalidad por Covid-19.
Los sueros equinos hiperinmunes son ampliamente conocidos en biotecnología. Se los utiliza por ejemplo para los sueros antiofídicos (venenos de serpientes). Los caballos son mamíferos de gran musculatura y volemia (volumen de sangre), pero además resisten una gran cantidad de antígenos (en este caso del Covid-19) lo cual genera una «hiperinmunización» del animal capaz de producir hasta 100 veces los anticuerpos de un humano. El procedimiento permite una producción en grandes cantidades y, comparativamente a otras tecnologías, a bajo costo.
El tratamiento no se contrapone con el uso de plasma humano, es decir, aquel que contiene anticuerpos provenientes de pacientes que tuvieron la enfermedad (convalecientes). Sin embargo los resultados de plasma humano en pacientes moderados-severos arrojan resultados contradictorios y poco concluyentes. En Argentina los más importantes se hicieron en el Hospital Italiano sin revelar mejoras significativas y otro a cargo del Ministerio de Salud de PBA donde informaron una reducción de la mortalidad del 24,4%. Un estudio novedoso diferente en adultes mayores de 65 años indicando el plasma humano dentro de las 72hs del inicio de un cuadro leve registró una reducción del 60% a casos graves. Fue realizado en Argentina y publicado en una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo llamada New England Journal of Medicine (NEJM). El estudio fue coordinado por la fundación Infant creada en 2003 por el destacado investigador Fernando Polack, con el apoyo del Conicet y MinCyT, patrocinada por Bill & Mellinda Gates, Bunge y Born, entre otros grupos financieros. El plasma humano no puede ser patentado por ningún laboratorio, como ocurre con la donación de órganos, sangre y otros hemoderivados. El principal limitante para ampliar su uso es la falta de donantes, consecuencia de las escasas campañas de concientización y, fundamentalmente, de la desmantelada infraestructura que requiere una red interdisciplinaria nacional de donación.
Aún sin éxito a nivel mundial continúan los estudios de otras alternativas farmacológicas como las nebulizaciones con ibuprofeno y la ivermectina, un antiparasitario. Ninguno de ellos demostró eficacia terapéutica y no están aprobados por la Anmat.
Aún más preocupante es el dióxido de cloro, que además de no reportar beneficios implica riesgos para la salud. Es promovido como un brebaje mágico con un discurso «antisistema» de las pseudociencias que no hace tambalear a ningún pulpo farmacéutico pero condena a muchas personas que acuden a su uso ante la desesperación. El dióxido de cloro y otros tratamientos aún no demostrados son ampliamente difundidos cómo fakes news en redes sociales bajo alguna investidura diplomada e impulsados con bombardeos mediáticos a través de personajes como Viviana Canosa.
En un fallo sin precedentes, el 7/1 el juez federal Javier Pico Terrero ordenó a les profesionales del Sanatorio Otamendi la administración de nebulizaciones de ibuprofeno y dióxido de cloro endovenoso a un paciente internado que de todos modos falleció. La campaña de fakes news también se extendió sobre las vacunas, en particular contra Sputnik V, tal como denunciamos en Prensa Obrera.
El suero hiperinmune es una noticia alentadora cómo también el comienzo de la vacunación. Sin embargo, no se puede ocultar el dramático aumento del número de casos, consecuencia del desmantelamiento de los protocolos ya precarios, el descontrol de la temporada de verano y el recorte de recursos económicos en el presupuesto 2021 que ya no contempla siquiera los IFE insuficientes del 2020 para garantizar que las personas puedan quedarse en casa según las necesidades epidemiológicas. Así, las buenas noticias se convierten en una alarmante cortina de humo mientras utilizan a la juventud como chivo expiatorio y pretenden quitar la responsabilidad del Estado para otorgarle la entera responsabilidad de los cuidados a los individuos. Es en este contexto de 13 mil casos diarios en la última semana que interpretamos la decisión del gobierno de aplicar una única dosis de Sputnik-V como un manotazo de ahogado.
Este lunes Alberto Fernández se puso para la foto el guardapolvo blanco de Inmunova y recorrió el laboratorio (Página 12, 11/1). El desarrollo y la producción del suero equino hiperinmune fue en «articulación pública-privada», como ocurre en la mayoría de los proyectos científicos nacionales. Es así que prestigiosos centros cómo el Instituto Malbrán, el Instituto Biológico Argentino, en colaboración con la Fundación Instituto Leloir, el Conicet y la UNSAM, se asociaron a Inmunova y mAbxience para obtener recursos tecnológicos y financiamiento contra el Covid-19. La compañía biotecnológica mAbxience es parte del grupo Insud Pharma, que es también el principal accionista de Inmunova. Insud Pharma, de capitales argentino-españoles, absorbió al laboratorio Elea y es propietaria de la planta productora de anticuerpos monoclonales pharmADN situada en Munro. Es accionista de BIogénesis Bagó (fusión de los laboratorios Biogénesis y Bagó) y por lo tanto de su planta Sinergium Biotech ubicada en Garín, Pcia. de Buenos Aires, dónde se producen vacunas y alimentos biotecnológicos. Compraron el 50% de Maprimed, una planta farmacéutica de Roemmers situada en el barrio de Mataderos. Son un pulpo farmacéutico internacional con plantas de producción en China e India. Pero, además, diversifican sus inversiones en agronegocios, hoteles boutique, industria del cine e incluso la editorial del Le Monde Diplomatique del cono sur. Comercializan maderas exóticas y cueros de yacaré, son dueños de un criadero junto a uno de sus hoteles en los Esteros del Iberá.
Alberto se calza el guardapolvo de una empresa capitalista internacional a la cual se deben asociar los institutos científicos que su gobierno desfinancia y dónde los pulpos se valen de la trayectoria y el conocimiento desarrollado por les investigadores que representan una mano de obra muy económica para ellos. Lo mismo sucedió con los testeos de Covid-19 desarrollados en el país. Como señaló nuestra compañera becaria del Conicet en Prensa Obrera, la «soberanía científica» se sustenta en la precarización laboral.
Celebremos este nuevo avance de nuestres trabajadores de la ciencia, pero acompañemos sus reclamos por presupuesto y salariales. Por una ciencia realmente nacional, pública y orientada a los intereses de las mayorías.
Matías Neuro
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