El nuevo ataque criminal fue presentado por el gobierno de Benjamin Netanyahu como una respuesta al lanzamiento de cohetes por parte de Hamas, pero no es esa la verdadera raíz del conflicto. Asistimos a una nueva serie de provocaciones del sionismo, como parte de su política de ocupación. Cabe añadir, además, que el grueso de los lanzamientos de las milicias islámicas no tiene ningún impacto, dado que la asimetría de fuerzas militares entre ambos bandos es inmensa. Israel posee un sistema defensivo y ofensivo, llamado Domo de Hierro, construido en parte con financiamiento norteamericano, que intercepta casi todos los lanzamientos desde suelo palestino.
Hay tres motivos que explican la presente crisis. Por un lado, una orden de desalojo de la Corte Suprema contra residentes palestinos del barrio Sheikh Jarrah, ubicado en Jerusalén Este, en favor de un nuevo asentamiento colonial. Por otro, el intento de impedir las reuniones de musulmanes en el mes sagrado (Ramadán), por ejemplo a través del vallado de la Puerta de Damasco, un sitio donde los musulmanes se juntan a ayunar desde el amanecer al atardecer, y que es uno de los accesos a la Ciudad Vieja, también ubicada en Jerusalén Este. El gobierno esgrimió como pretexto las medidas de aislamiento frente a la pandemia, lo que solo muestra su doble vara, dado que tolera todo tipo de infracciones por parte de los judíos ultraortodoxos (como las bodas masivas). Además, ha desplegado soldados en la Explanada de las Mezquitas. Finalmente, una última cuestión que encendió la mecha de la movilización popular fueron los actos de grupos ultranacionalistas israelíes al grito de “muerte a los árabes”. En los últimos años, se vienen multiplicando las concentraciones de estas bandas, que marchan por la Ciudad Vieja y atraviesan el Barrio Musulmán, en una abierta provocación.
El este de Jerusalén (que concentra varios sitios sagrados del islamismo, el judaísmo y el cristianismo) fue anexado por Israel tras la guerra de 1967, junto a la Franja de Gaza y gran parte de Cisjordania. Los 10 de mayo, el día de Jerusalén conmemora esta usurpación. Las movilizaciones que suscitó la nueva andanada de provocaciones del sionismo son las más importantes en muchísimos años y han sido fuertemente reprimidas por Israel, con un saldo de cientos de heridos.
El desarrollo de las colonias en territorio palestino se viene acelerando en los últimos años. El año 2020 marcó el récord en una década. Para fines de octubre, se habían autorizado 12 mil nuevas viviendas para colonos en Cisjordania (El País, 28/10/20). En el este de Jerusalén, ya viven 220 mil personas en esos asentamientos, mientras los barrios palestinos son condenados al hacinamiento y pende sobre ellos la amenaza de la demolición. A todo esto se debe añadir la represión en 2019 contra las manifestaciones del retorno, que dejaron 250 muertos en la frontera entre Gaza e Israel. Y el “acuerdo del siglo”, diseñado por Netanyahu-Trump, que pretendía avanzar en una mayor colonización, incluyendo la apropiación del valle del Jordán, y que fue suspendido como resultado de la crisis sanitaria y la crisis política israelí (esta crisis continúa: ante el fracaso de Netanyahu en formar gobierno, se ha pasado la posta a su rival Yair Lapid, y en caso de que este fracase, se iría a los quintos comicios en dos años).
La política beligerante del sionismo parece estar llevando a la población palestina -que vive además en condiciones de enorme precariedad- a un punto de saturación y de emblocamiento contra Israel. Algunos observadores (Middle East Eye, 11/5) señalan, además, que los palestinos han perdido toda expectativa en el apoyo de los estados árabes vecinos, a raíz de la política de normalización de relaciones que las burguesías árabes vienen emprendiendo con el sionismo (Emiratos, Bahrein, Sudán, Marruecos, y habría conversaciones con Arabia Saudita). La pérdida de autoridad política se extiende a la Autoridad Palestina de Mohammed Abbas, que ha reanudado -tras un breve paréntesis- en noviembre de 2020 los acuerdos de cooperación en seguridad con el sionismo.
En rechazo a la represión y los bombardeos contra Gaza, se han producido ya movilizaciones de varios miles de personas en la capital de Jordania (Amman), y también hubo una movilización en Beirut, capital del Líbano.
Es necesario repudiar enérgicamente los nuevos ataques del sionismo, que cuentan con la complicidad del imperialismo, que se limita a una condena genérica de la violencia que encubre la ocupación y los crímenes. A esta barbarie le oponemos la perspectiva de una Palestina única, laica y socialista, como parte de una federación socialista de pueblos de Medio Oriente.
Gustavo Montenegro
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