Del otro lado, el arbitraje entre, por un lado, la inflación y la desvalorización de salarios y jubilaciones y, por el otro, la contención de los conflictos sindicales, se ha debilitado. Hoy, jueves 20, está anunciada una huelga del SUTNA, acompañada de una movilización al Ministerio de Trabajo, para rechazar una oferta de ajuste de salarios extremadamente baja por parte de la patronal. Las patronales están induciendo a un conflicto prolongado, que afectaría, como ocurrió en el pasado, a la industria automotriz. Inclusive la UOM, dirigida por una fracción kirchnerista de la burocracia sindical, se ha visto obligada a anunciar un “plan de lucha”, ciertamente muy precario, ante los planteos salariales de la rama siderúrgica, encabezada por Techint. La UIA, sin embargo, no le ha soltado aún la mano a Massa, como lo prueban declaraciones de su presidente Funes de Rioja por estos días, aunque condicionadas a que se llegue a un arreglo con el FMI que permita la importación de insumos intermedios para la industria manufacturera y agraria.
El capital local, en este escenario de crisis, no ha dejado de hacer negocios rendidores, en especial por medio de la remarcación de precios. El endeudamiento del Tesoro en el mercado local, con ajustes alternativos por inflación o devaluación, ha abultado el capital de trabajo de las grandes empresas y abaratado el financiamiento interno en comparación con el internacional. Es un negocio en el límite de la crisis, que sufriría un desbarajuste en caso de una corrida cambiaria. En Argentina se pagan las deudas con nuevas deudas, lo cual ha llevado a la deuda pública de la Administración Nacional más allá de los 400 mil millones de dólares. Si se le suma la deuda de provincias y organismos públicos, el monto se acerca a los 450 mil millones. El peso de la deuda del Banco Central, mayúsculo, suma dos rubros: la deuda con los bancos por 60 mil millones de dólares y la deuda con las empresas que financiaron importaciones con sus casas matrices, por lapsos de 90 a 180 días, que el Central deberá cubrir con reservas a la fecha del vencimiento.
El desarme de este enorme esquema especulativo es la cuestión que determina la posición del FMI, que ve peligroso demorarla hasta diciembre. Por eso reclama una devaluación importante del peso oficial, acompañada con medidas de ajuste drásticas, como meter más a fondo el cuchillo en los gastos sociales y la inversión pública, y un aumento fuerte de la tasa de interés –en suma, una recesión selectiva, que favorezca las exportaciones, aumente la cotización de la deuda en dólares y promueva un ingreso de fondos del exterior para comprar activos industriales a precio de remate. Tomado en su conjunto, este planteo signficaría la eutanasia de las candidaturas de Massa y Kicillof.
El punto es que las recientes PASO provinciales en Santa Fe ha bajado considerablemente la cotización de uno y el otro. El peronismo obutvo 35 puntos menos que Cambiemos. El candidato oficial del gobierno perdió las PASO en la ciudad de Rosario a manos de una coalición de tendencias ligadas al Evita. Algo parecido está ocurriendo en La Matanza, donde el candidato de Massa, CFK y Kicillof, Fernando Espinoza, se ve amenazado por una precandidata del Evita. El peligro de un desmoronamiento sísimico ha llevado a Grabois -el rival de Massa en la interna oficial- a reforzar su apoyo al ministro candidato. El FMI percibe que un rescate financiero para Massa sería dinero a fondo perdido, porque no impediría una crisis política cuando se abran las urnas el 13 de agosto próximo. En este caso la elección general se definiría en primera vuelta.
Las líneas generales del proceso electoral son, sin atenuantes, claras. Los programas de gobierno apuntan a la liquidación del derecho laboral –fin de las indemnizaciones, alargamiento de períodos de prueba, eliminación de multas por infracciones patronales, prohibición de acciones de protesta y movilizaciones. El propósito estratégico es favorecer una intensa rotatividad laboral, que sería funcional a imponer salarios bajos y a reforzar la precariedad laboral. La alta rotación laboral serviría para reemplazar a los trabajadores de mediana edad, desgastados por los ritmos de producción y las largas jornadas de trabajo, por un ejército de reserva de jóvenes. A esto se agrega una reforma previsional que elimine, por ejemplo, la pensión por viudez y habilite la jubilación privada “complementaria”, y una reforma impositiva que concentre la diversidad de impuestos en el IVA, cuya tasa se llevaría del 21 al 25% o más, y reduzca el impuesto a las ganancias empresariales. Massa conoce que estas “reformas estructurales” son propiciadas por el FMI, con el cual está negociando un salvataje de la deuda pública; en el caso de Egipto, que atraviesa una negociación como la de Argentina, el gobierno militar de El Cairo ha comenzado una ola de privatizaciones, para pagar la deuda, de la poderosa estructura de empresas del Estado que manejan las propias Fuerzas Armadas. Si Massa ha salido a atacar a JxC por querer eliminar las indemnizaciones y encarar una “reforma laboral”, es porque percibe que está perdiendo en primera vuelta. Lo mismo hace la burocracia de la CGT mientras se reúne con el macrismo para discutir la “reforma laboral”.
La divergencia entre los candidatos que esgrimen este programa no es de contenido sino de método –entre establecer un gobierno represivo o uno de “unión nacional”, como reza el nuevo frente del kirchnerismo, Unión por la Patria. En realidad son las caras distintas de una misma moneda, porque un fracaso del gobierno de unión nacional daría paso a uno represivo, o el fracaso de éste, por la resistencia y el combate popular que genere, al primero. Entre el “todo o nada” de Bullrich, alegando que Argentina “no es un país normal” (un definición psiquiátrica de la guerra civil), o el “terminaré con los piquetes” de Lousteau, la diferencia es de grado o matiz. Ambos planteos son fascistas. Este cambio de régimen social, que por otra parte está en pleno desarrollo, es la precondición que impone la gran burguesía cuando habla de convertir a Argentina en una ‘potencia’ exportadora de minerales, petróleo y conocimiento –o sea, a partir de la destrucción del derecho laboral. Es claro, además, que esta suerte de ‘pronóstico’ ignora la crisis mundial, que abre mercados menos promisorios que los que derrumba, y que ahora se encuentra asociado a “una militarización de la economía mundial”, o sea una economía de guerra. No hay un retorno a la Argentina ‘próspera’ de 1880-1920. Un ‘boom’ exportador, en las actuales condiciones, inflaría aún más la deuda nacional de Argentina, porque funcionaría como garantía de un ciclo breve de endeudamiento internacional.
El conjunto de esta caracterización del momento histórico define la naturaleza de nuestro partido, Política Obrera, y de su programa. Las elecciones y sus resultados agravarán la crisis social y la crisis política; agudizarán los antagonismos sociales y la lucha de clases, y provocarán una crisis estratégica en todas las organizaciones obreras estatizadas, sean sindicales o políticas. Allí donde la izquierda tóxica libra una lucha interna por puestos parlamentarios, nuestro partido, Política Obrera, parte de una caracterización de la etapa, cuyo epicentro es el estallido de todas las contradicciones históricas del capitalismo, bajo la forma de una guerra mundial imperialista.
Jorge Altamira
20/07/2023
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