En el verano de 1936 veinte aviones nazis de transporte llevaron a las fuerzas de Franco de Marruecos a Sevilla y comenzó lo que creían que iba a ser una rápida marcha hacia la victoria hasta Madrid. Se le sumaron tropas del Portugal fascista. Mussolini contribuyó con más de 50.000 soldados que venían de Etiopía, e Hitler tropas y ayuda técnica, incluida su Gestapo. La Luftwaffe nazi dio cobertura aérea a Franco. Aunque esto fue el disparo de salida de la Segunda Guerra Mundial – el momento de parar en seco al fascismo – las democracias occidentales no hicieron nada. Numerosos políticos en Inglaterra, Francia y USA simpatizaban con el hitlerismo. Francia cerró sus fronteras a la España republicana, cortando el paso a la ayuda del exterior. Las compañías petroleras de USA le suministraron a Franco la mayor parte del petróleo que necesitaba y tres cuartos de sus camiones provenían de General Motors, Studebaker y Ford.
Entre bombardeos diarios, los civiles de Madrid trataron de organizar un ejército de voluntarios para defender su capital. Entonces, España pidió ayuda al mundo y sucedió un milagro. Por primera vez en la historia, personas de todos los continentes abandonaron sus patrias para combatir por el principio de la democracia. 40.000 voluntarios, hombres y mujeres, llegaron de 53 países “para hacer de Madrid la tumba del fascismo mundial.” La mayoría de estos extranjeros tenían poca experiencia militar, sobre todo los 2.800 jóvenes USamericanos, pero formaron Brigadas Internacionales y esperaban que su valor y sacrificio despertarían al mundo ante el peligro fascista. Al llegar el mes de junio, los civiles españoles y los brigadistas internacionales detuvieron a los ejércitos fascistas ante las puertas de Madrid.
Pero Hitler y Mussolini enviaron más aviones, tropas y técnicos y las fuerzas republicanas, con sus antiguos rifles, pocos aviones, ametralladoras o cañones, se vieron superadas en potencia de fuego y la situación empezó a ir mal. En Londres se organizaron manifestaciones para “Salvar a España”. Entonces Paul Robeson y su esposa Essie llegaron para participar. El primer mitín fue auspiciado por notables como W.H. Auden, Virginia Wolf y H.G. Wells. Pero fue la rica voz de barítono de Robeson la que pronunció el discurso más memorable de la noche.
Entonces habló con profunda convicción: “El artista debe tomar partido. Debe elegir la lucha por la libertad o la esclavitud. He hecho mi elección. No tenía otra alternativa.”
Robeson había entrado de repente en el escenario global con un nuevo papel – la voz de la resistencia antifascista. Al llegar el mes de diciembre, Robeson habló ante cuatro manifestaciones por la causa republicana y también denunció los ataques fascistas contra África y China. Ya no aparecería más en decadentes filmes hollywoodenses, declaró, sino que representaría “la vida, las esperanzas y las aspiraciones de la gente luchadora de donde vengo”. En una reunión, cambió la letra de Old Man River – y convirtió para siempre un lamento personal en su propio credo: “I must keep fightin’ until I’m dyin” [Debo seguir luchando hasta la muerte].
A fines de diciembre, Robeson dijo a Essie, su mujer: “Quiero ir a España.” Cuando ella argumentó que era muy peligroso y lo instó a quedarse y a movilizar a las democracias, respondió: “Ésta es nuestra lucha, mi lucha”.
En enero de 1938, Paul y Essie Robeson habían llegado a Barcelona( España), donde el gobierno les suministró un turismo Buick para siete pasajeros. Con su conductor, un capitán del ejército cuyos cinco hermanos estaban en el frente, los Robeson partieron a llevar la esperanza a los que estaban en las trincheras, hospitales y campos.
Dondequiera aparecía Robeson, soldados de muchas naciones lo reconocían y lo saludaban con el puño en alto, haciendo el saludo antifascista, y un poderoso “¡Salud!”. “No ves todos los días a gente como ellos que van a una guerra a ver como van las cosas”, dijo un voluntario británico.
La mayor parte de los conciertos de Robeson fueron en hospitales para estimular la moral de hombres, mujeres y niños heridos por las bombas y las balas fascistas. Un día dio tres conciertos en diferentes hospitales en poco más de una hora. El estallido de proyectiles, los aviones enemigos y el rugir de la guerra estaban pocas veces distantes de sus conciertos y a veces perturbaban su sueño de noche. Cuando Robeson dijo: “Nunca he visto tanto valor en un pueblo,” su cobertura periodística lo transmitió a muchos rincones del globo.
El encuentro con los hombres y mujeres USamericanos de la Brigada Abraham Lincoln deleitó a Robeson. Entre ellos había noventa y cinco afro-USamericanos. En una época en la que había linchamientos cada mes y un ejército de USA rígidamente segregado dentro del país, la Brigada Lincoln se destacó por ser el primer ejército USamericano integrado. Los Robeson se informaron sobre el heroísmo del capitán Oliver Law, un afro-USamericano de Texas y uno de los pocos miembros de la Brigada Lincoln con experiencia militar.
En 1937, el año en que nació el general Colin Powell, los brigadistas de la Lincoln eligieron a Oliver Law como su comandante, convirtiéndolo en el primer hombre negro en dirigir un ejército USameriano integrado. En la importante batalla de Brunete en julio de ese año, insistió en encabezar personalmente a sus hombres. Gritando: “¡Vamos! ¡Vamos! Law y sus hombres cargaron contra posiciones enemigas atrincheradas, y fue muerto por el fuego de las ametralladoras enemigas. Robeson quiso hacer una película sobre Law, pero nunca consiguió el financiamiento necesario.
Durante su mes en España el foco de sus conciertos, conferencias de prensa y de sus actuaciones públicas fue el imperialismo fascista. Robeson se fue de España pero nunca dejó de hablar a favor de los que resistían a Hitler y Mussolini. Recolectó fondos para la República Española, y para ayudar al retorno de veteranos heridos de la Brigada Lincoln que necesitaban atención médica.
Los ejércitos fascistas capturaron España en 1939 y la Segunda Guerra Mundial comenzó cinco meses más tarde. La alarma que dieron la España Republicana, los brigadistas internacionales y Paul Robeson resultó ser profética.
Robeson y la Brigada Lincoln continuaron su afectuosa relación. Moe Fishman, director de la oficina de Nueva York de los Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln (VALB, por sus siglas en inglés), todavía recuerda cómo la visita de Robeson estimuló la moral del pueblo español y de las Brigadas Internacionales.
En 1940, los veteranos lo nombraron formalmente miembro honorario, un tributo conferido sólo a otras tres personas en el mundo. Después de Pearl Harbor, la VALB y Robeson aceleraron su lucha antifascista ayudando a las Naciones Unidas en la Segunda Guerra Mundial. “Cada vez que le pedimos que ayudara en la lucha contra el fascismo, siempre estuvo dispuesto,” recuerda Fishman.
Durante la guerra fría los veteranos le devolvieron el favor. En 1949 cuando una turba de signo fascista amenazó un concierto de Robeson en Peekskill, Nueva York – y la policía estatal se negó a intervenir – los veteranos de la Lincoln rodearon y protegieron a su héroe. Cuando el Departamento de Estado de USA le retiró el pasaporte a Robeson, de manera que un hombre casi tan admirado en el mundo como el presidente Franklin Roosevelt ya no podía viajar o realizar conciertos en el extranjero, veteranos de las Brigadas Internacionales entraron en acción. En USA y Canadá desafiaron la prohibición y ayudaron a organizar un concierto en el que Robeson cantó por teléfono a través de la frontera canadiense.
Al hablar, cantar y viajar a España desgarrada por la guerra, Robeson se incorporó a la última posibilidad real de la humanidad de detener la marcha del fascismo hacia la guerra. Paul Robeson dio valerosamente la alarma e instó consecuentemente a que la resistencia unida de las naciones del mundo terminara por aplastar a Hitler y Mussolini.
Robeson tomó contacto con los miembros de organizaciones antifascistas, con los oprimidos y con la dirigencia de la clase obrera de la época. Empezó a comprender que su arte tenía la capacidad de servir a la lucha de los trabajadores de todo el mundo. Se convenció de que los afroamericanos, como descendientes de esclavos, tenían una cultura común con los trabajadores de otros países, que como sucedía en Rusia, eran descendientes de siervos. En la URSS fue donde según sus palabras se sintió tratado como un completo ser humano y vio que no había prejuicios contra los afroamericanos ni ningún tipo de discriminación racial. Cantó blues, canciones contra la explotación y la esclavitud, himnos de los presidiarios, de los maquis, de las Brigadas Internac. de la G. C. Española, marchas rusas de los obreros, y su pieza emblemática Old Man River. También tradujo el himno de la Unión Soviética al inglés en 1943. A partir de la llegada del nazismo a Alemania en 1933, Robeson se convirtió en un activo opositor a esta ideología. Participó en la G. C. Española dentro la B. Lincoln, compuesta por voluntarios antifascistas estadounidenses. En un mitin antifascista contra el levantamiento de Franco contra la República en 1936, Robeson dijo: “El artista debe tomar partido. Debe elegir luchar por la libertad o por la esclavitud. Yo he elegido. No tenía otra alternativa”.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
7 de junio de 2023
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