Fujimori gobernó Perú entre 1990 y 2000
Alberto Fujimori, víctima de un cáncer de lengua fulminante, se despidió de este mundo cumpliendo con el último sacramento de un católico practicante, ya que un sacerdote concurrió a su domicilio para darle la extremaunción. Su hija Keiko informó más tarde por las redes sociales que había partido su padre “al encuentro del Señor” y solicitó que “nos acompañen con una oración por el eterno descanso de su alma”.
Cumplidos los oficios religiosos, ¿cuáles son las deudas terrenales que deja quien fuera presidente de Perú entre 1990 y 2000, y no hace mucho se había visto favorecido con un indulto presidencial por su responsabilidad en las masacres de Barrios Altos y La Canuta, en que más de veinte personas fueron asesinadas por un escuadrón paramilitar creado bajo su mandato?
Fujimori, profesor universitario de matemática y miembro de una familia de raíces japonesas, venció en las elecciones de 1990 al escritor Mario Vargas Llosa y se consagró presidente, sucediendo a una gestión desastrosa de Alan García que culminó con una inflación próxima al 400% mensual.
El mandatario aplicó una política de ajuste brutal y remate del patrimonio público que se entrelazó con una aceitada red de corrupción. “Se privatizaron empresas públicas por 7.000 millones de dólares, pero al final de esa gestión solo se encontraron 500 millones de dólares en el Tesoro Público”, afirma un artículo del periodista Sebastián Ortíz Martínez, citando datos del exprocurador Pedro Gamarra (reproducido por La Nación, 12/9). Como parte de esa terapia de shock, se procedió a una liberalización total de precios que incluyó un salto de 6.000% en el caso de los combustibles, según recordó en una conferencia en Buenos Aires el entonces titular del Banco Central, Julio Velarde. Fue, junto a Carlos Menem, una de las grandes estrellas del ciclo neoliberal en América Latina.
El 5 de abril de 1992, procedió al cierre del Congreso y consolidó un gobierno de tipo dictatorial en el que jugaron un rol clave los servicios de inteligencia y operaron comandos paramilitares como el Grupo Colina, bajo el ala de su nefasto asesor Vladimiro Montesinos. Bajo la coartada de la lucha contra los grupos guerrilleros Sendero Luminoso, cuyo líder, Abimael Guzmán, cayó por aquellos años en prisión, y el MRTA, varios de cuyos integrantes fueron ejecutados extrajudicialmente en abril de 1997, tras el desalojo de una toma de la residencia del embajador de Japón, se impuso un régimen de terror contra la militancia popular y los sectores más explotados, con el apoyo de la CIA. Fujimori estuvo involucrado también en el plan de esterilización forzada de alrededor de 200 mil mujeres indígenas entre 1996 y 2000.
El recuerdo del pasado hiperinflacionario fue tan traumático para Perú que Fujimori consiguió estabilizarse en el cargo, igual que Menem en Argentina. Logró su reelección en 1995 y su re-relección en 2000 (en medio de denuncias de fraude), superando en esto al riojano, pero su crédito político se estaba terminando, como lo demostraron las grandes movilizaciones populares contra su gobierno de ese año. Cercado por las denuncias de corrupción en su contra, escapó a Japón y envió desde la nación del sol naciente su renuncia.
Pero Perú no se liberó nunca del fujimorismo, que persistió bajo la figura de Fuerza Popular, el partido político que dirige su hija Keiko, varias veces candidata a la presidencia. Por lo demás, esa fuerza mantuvo una presencia parlamentaria que le permitió negociar con los bloques políticos en el poder.
En 2017, ya condenado a 25 años de cárcel por las masacres de Barrios Altos y La Canuta (en las que fueron asesinados quince vecinos que hacían una comida de recolección de fondos para reparar un edificio, y nueve estudiantes universitarios, respectivamente), fue indultado por el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, a cambio del apoyo político del fujimorismo en el Congreso. Gracias a dicho toma y daca, aquél evitó su vacancia. El fallo fue revocado por la Corte Suprema dos años más tarde, pero el Tribunal Constitucional lo restableció en diciembre de 2023. Con euforia, desde el fujimorismo se alentaba una nueva candidatura del expresidente para 2026.
El gobierno de Dina Boluarte anunció, a pesar de todo, que se rendirán honores de Estado a Alberto Fujimori. Y no podría esperarse otra cosa del corrompido régimen político peruano.
En el caso de los trabajadores, los campesinos y las masas explotadas, no puede haber duda: ha muerto uno de sus mayores enemigos.
Gustavo Montenegro
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