Pero no son solo los empresarios de este rubro los preocupados. Los trenes no llevan solo a los obreros que van a Capital, sino también a los que viajan a los centros industriales de la Zona Norte, Oeste o Sur, algo que los medios, demasiado acostumbrados a pensar en clave de una inexistente “clase media”, no ven. Tampoco son solo los trenes. A falta de una correcta infraestructura ferroviaria que acompañe la extensión del trazado urbano de los últimos 50 años, muchas líneas de colectivos se han transformado en estratégicas. Estos transportes, que vienen de lo profundo del conurbano bonaerense, son todavía más caros y, por lo general, transportan a los sectores más pauperizados. Esto quiere decir que el aumento del transporte en general, presiona hacia arriba los salarios en toda la industria. Es que es falso que el subsidio al boleto del transporte beneficie al trabajador, porque, como los lamentos de “Cristophe” nos muestran, los boletos baratos, al igual que los subsidios en todos los servicios, mantuvieron bajo el costo de vida, redundando en “salarios baratos” para los capitalistas. También es falso que todo esto “era gratis”, pues los subsidios eran mantenidos por las arcas del Estado, cuyos mayores ingresos, ayer, como por sobre todo hoy, provienen de los trabajadores por medio del IVA y el impuesto al salario entre otras confiscaciones.
Los subsidios al transporte se originaron en la ola de quiebras que golpeó a las empresas de colectivos y trenes, privatizados, estos últimos, por el menemismo, con la crisis del 2001. Fue durante los gobiernos de Duhalde primero, y de los Kirchner después, que se reforzó este sistema, que benefició a entrañables amigos del kirchnerismo como los hermanos Cirigliano, ya beneficiados por las privatizaciones menemistas.
Los subsidios tenían además por objetivo hacerse cargo del mantenimiento y renovación de las flotas de transporte. Pero en 20 años de existencia, las empresas siguen con unidades automotoras caducas y frecuencias pésimas. A dos décadas de iniciado el siglo XXI, el transporte no se ha aggiornado a los avances tecnológicos en materia de ahorro de energía y consumo de carbono. Ni privatizados, con precios dolarizados, durante los ’90, ni con subsidios, con boletos baratos, los transportes gestionados por los capitalistas han sido realmente un servicio de calidad para los trabajadores. Por algo se ha hecho popular el dicho “viajamos como ganado”. La forma que han encontrado los trabajadores para boicotear los arbitrarios aumentos, puesto que no se conocen los verdaderos costos de las empresas, ha sido saltar los molinetes.
La solución que se les ha ocurrido a los capitalistas que supimos conseguir es contratar trabajadores “de la zona”. Pero la distribución demográfica en el régimen social capitalista es caótica, no planificada. Por eso existe lo que en términos técnicos se llama “ciudades dormitorio”, y que se refiere a los distritos del conurbano profundo que cobijan a los trabajadores en la noche, para luego expulsarlos a trabajar a distritos lejanos, cuyas distancias se acortan justamente por los trenes y colectivos, que ahora se encarecieron. No existe, en términos de fenómeno social actual, una oferta de mano de obra para la demanda de las rotiserías del chef francés, porque la especulación inmobiliaria, que cobró impulso con el macrismo, expulsó a cientos de miles de trabajadores de la Capital Federal, justamente, al conurbano. La mente corta de los capitalistas, que no pueden pensar más allá de su bolsillo, les ofrece salidas inviables. ¡No! La solución es que se hagan cargo del costo del transporte de los trabajadores, elevando los salarios tanto como se eleva el costo de vida, incluido el viático.
Patricia Urones
19/09/2024
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