En 1917, Rusia constituía un auténtico subcontinente, poblado por más de 150 millones de campesinos sin instrucción, con una clase obrera sometida a pruebas colosales, guerra mundial, revolución, guerra civil, y una economía colapsada por el sabotaje de los antiguos propietarios y la agresión militar de los imperialistas de occidente.
A pesar de que las condiciones materiales para la edificación del socialismo eran inexistentes en la Rusia de 1917-1919, la posición de los bolcheviques al respecto fue clara desde el principio. Consideraron la revolución rusa como un eslabón de la revolución mundial, y efectivamente el derrocamiento de la burguesía rusa abrió un período de revolución en toda Europa: Alemania, Italia, Hungría, Francia, Gran Bretaña, incluso en el Estado español se vivieron los efectos de la revolución rusa durante el llamado trienio bolchevique.
El impulso de la revolución se dejó sentir en todos los países del mundo, animó la lucha en occidente y desató los movimientos antiimperialistas en las colonias. Pero a pesar de todo, la traición de los dirigentes socialdemócratas en Alemania, Italia y otros países, unido a la inmadurez y los errores de los jóvenes partidos comunistas permitió a la burguesía rehacer sus posiciones y derrotar temporalmente al proletariado.
En estas condiciones, el aislamiento de la revolución se agudizó. Sin el concurso de un Estado obrero en Alemania, la revolución rusa tenía que enfrentarse a tareas gigantescas, hacer frente a la ruina de su economía y resistir la agresión militar imperialista. Eran las condiciones más desfavorables que se podrían imaginar para la transición del capitalismo a la sociedad socialista.
La teoría marxista del Estado
Marx y Engels explicaron en numerosas ocasiones que no es posible que una sociedad salte directamente del capitalismo a una sociedad sin clases. La herencia cultural y material del capitalismo es demasiado inadecuada para eso, y en Rusia esa herencia era mil veces más pesada que en los países industrializados de Europa.
Después de la revolución socialista tiene que establecerse un período transitorio que prepare las condiciones para desarrollar ininterrumpidamente las fuerzas productivas y poner fin a la lucha por la supervivencia y el excedente.
Este período fue denominado por Marx y Engels dictadura del proletariado: cuando la clase obrera toma el poder y destruye la vieja maquinaria estatal de la sociedad burguesa. El nuevo Estado sin embargo tiene un carácter muy diferente al viejo Estado capitalista. Ya no trata de aplastar a la mayoría de la población para defender los ingresos y privilegios de una minoría, sino de mantener bajo control a un puñado minúsculo de ex capitalistas y ex terratenientes.
En esta fase de transición la clase obrera tiene las palancas fundamentales de la sociedad en sus manos, está organizada como clase dominante, y no necesita para impedir la vuelta de los viejos propietarios una gran maquinaria estatal. Lenin subrayó esta idea en su obra El Estado y la revolución: "Es necesario todavía un aparato estatal de transición, una maquinaria especial de represión: el Estado. Pero es ya un Estado de transición, no es ya un Estado en el sentido estricto de la palabra (...)".
Anteriormente Engels había abundado en la misma cuestión en Anti-Dühring: "Cuando, junto con la dominación de clase y la lucha por la existencia individual creada por la actual anarquía en la producción, esos conflictos y excesos que resultan de esta lucha desaparezcan, en adelante no había nada que reprimir ni necesidad de un instrumento especial de represión, el Estado. Para que el Estado desaparezca, la dominación de clase y lucha por la existencia individual tiene que desaparecer".
La condición previa para la transición a una sociedad sin clases es el desarrollo de las fuerzas productivas tanto en la industria como en la agricultura, favoreciendo el avance de la técnica y la cultura. El objetivo tantas veces enfatizado por Marx consiste en crear las condiciones materiales adecuadas para que la clase obrera, una vez liberada de la penosa tarea de luchar cotidianamente por su supervivencia, pudiera emplear sus esfuerzos en la participación y el control de toda la actividad social, en el terreno político, económico y cultural.
Esta condición era absolutamente necesaria. Sin tiempo material, los trabajadores no pueden llevar a cabo las tareas de control y participación y el tiempo sólo es posible si las fuerzas productivas se desarrollan aceleradamente.
Sobre la base de la expropiación de la burguesía, y la socialización de las fábricas y las industrias, la planificación económica puede hacer que la sociedad progrese con botas de siete leguas. En las condiciones de una economía moderna y desarrollada la planificación, utilizando los adelantos de la tecnología, permitiría la reducción inmediata de la jornada a 30 horas para pasar rápidamente a 25 y 20 horas inclusive. Utilizando todo el potencial que hoy encierra la economía mundial en beneficio de la mayoría, el pleno empleo no sería un sueño sino una inmediata realidad. Sin embargo, estas condiciones estaban ausentes de la sociedad rusa que los bolcheviques recibieron en 1917.
En la práctica a pesar de que el gobierno revolucionario adoptó inmediatamente la jornada de 8 horas para favorecer la participación de los obreros en el control del Estado, las dificultades económicas, la penuria, el esfuerzo de la guerra civil y la reconstrucción de la sociedad obligaron en muchas ocasiones a prolongar el trabajo del proletariado.
Los problemas de la edificación socialista
Desde 1917 hasta 1921 la guerra civil aumentó la destrucción, la miseria y el colapso económico del país, desmoronando su tejido industrial y agrícola. A pesar de condiciones extremas, el ejército Rojo, creado desde la base de las fábricas por León Trotsky demostró su enorme capacidad de combate frente a 21 ejércitos invasores.
La guerra no se ganó por el nivel de equipamiento o el armamento del ejército revolucionario, muy inferior en comparación al de los imperialistas. La victoria se basó en el carácter revolucionario que se imprimía al conflicto desde el principio: la liberación de la tierra y las ciudades era continuada con la reforma agraria, la expropiación de las fábricas que pasaban a manos de los trabajadores y la extensión de los derechos democráticos a las minorías nacionales oprimidas. Los bolcheviques combinaron una guerra revolucionaria en el territorio ruso con un llamamiento permanente a la clase obrera mundial a favor del derrocamiento del capitalismo y la revolución socialista. El ambiente revolucionario del proletariado europeo y la agitación bolchevique contagió incluso a las tropas de los ejércitos imperialistas, que fueron amotinándose y convirtiéndose en un arma inservible para los fines contrarrevolucionarios. El triunfo militar del bolchevismo fue extraordinario y sin embargo las consecuencias de la guerra fueron devastadoras.
Todos los rasgos de la antigua barbarie resurgieron en la superficie. La lucha de clases no desapareció por decreto, muy al contrario, la pauperización de la vida social implicaba una lucha brutal por el excedente.
La situación en el campo
El problema de la tierra presidió toda la estrategia bolchevique de transición al socialismo. El decreto sobre la tierra, promulgado en el 2º Congreso Pan Ruso de los Soviets, recogía las reivindicaciones fundamentales del antiguo partido de los socialistas revolucionarios: cualquiera que lo solicitase tenía derecho a una parcela de tierra. La aplicación del programa social revolucionario en la aldea supuso una medida de transición dictada por la complejidad de la realidad rusa. Realmente no era el programa agrario del bolchevismo, que defendía la colectivización del campo, aplicando a la agricultura los últimos avances técnicos.
Pero en aquel contexto, la sed de tierra del campesinado, era una fuerza irresistible; los bolcheviques habían ganado su apoyo denunciando la incapacidad del gobierno provisional de proceder a la entrega de la tierra y la destrucción del latifundio terrateniente. Por otra parte en condiciones de colapso económico no existían los medios materiales para que la industria pudiese proveer de la tecnología necesaria para proceder a la colectivización de la tierra.
Cualquier intento en esa dirección hubiera significado una pérdida de apoyo en el campo para la revolución. Los bolcheviques nunca se engañaron al respecto, se trataba de una concesión necesaria hasta que el desarrollo de las fuerzas productivas industriales permitiese demostrar al campesinado las ventajas de la producción colectivizada frente a la pequeña propiedad.
Paralelamente, en la industria, la aprobación del decreto de control obrero en las fábricas no eliminó la necesidad que tuvieron los bolcheviques de apoyarse durante un tiempo en los viejos propietarios para aprovechar su conocimiento técnico y de organización.
Sin embargo, la colaboración prevista no funcionó por el sabotaje continuado de los técnicos y burgueses, y el control obrero se extendió finalmente por medio de los comités de fábricas a la propia administración.
En aquellas condiciones extremas los bolcheviques intentaron disciplinar la producción introduciendo una organización centralizada que permitiera abastecer a las ciudades y continuar la lucha del Ejército Rojo. Era inimaginable pasar directamente al socialismo desde una economía rural doméstica y una producción de mercancías a pequeña escala.
La lucha de clases se agudizó durante los primeros años. Los bolcheviques expropiaron y nacionalizaron las fábricas y la banca, establecieron el monopolio del comercio exterior y procedieron a levantar una administración obrera. Pero la insuficiencia en el terreno industrial era muy grande y la producción escasa.
El tráfico de mercancías entre el campo y la ciudad se fue reduciendo drásticamente. En 1918 no se disponía siquiera de la mitad del suministro habitual mensual de cereal. La lucha por el cereal se convirtió en la lucha por el socialismo en palabras de Lenin.
En 1918 se impuso el monopolio estatal del trigo. Así dio comienzo la lucha contra el kulak, campesino acomodado,. La única forma de obtener el grano para alimentar a las ciudades se tuvo que realizar por métodos coercitivos, tarea en la que se involucraron los campesinos pobres, agudizando de esta forma el conflicto entre las diferentes capas del campesinado.
Los campesinos pequeños y medianos fueron obligados a entregar parte de la producción. Sin embargo, el Estado obrero sólo podía proporcionar al campesino papel moneda con el que no se podía comprar apenas nada. La industria no podía auxiliar al campesinado, en la tarea de incrementar la productividad agraria y era incapaz de proporcionarle bienes de consumo.
La situación en el campo empeoró considerablemente: las cosechas bajaron su rendimiento, y las granjas colectivas estatales (koljoses y sovjoses) que sólo disponían de un 3%-4% de la superficie agraria útil, carecían de ganado y aperos de labranza.
El territorio bolchevique se redujo a una parte pequeña de la Rusia central, en el inicio de la guerra civil. Zonas vitales y ricas en grano, combustibles y materias primas como la región del Volga, Siberia, Turquistán, Ucrania o el Cáucaso fueron controladas durante mucho tiempo por los ejércitos blancos. El país se destruyó como un organismo económico unitario, lo que realza aún más los logros del nuevo régimen que fue capaz de ganar la guerra y hacer avanzar la sociedad.
El comunismo de guerra
Toda la producción fue sometida a un régimen militar. En 1918 se nacionalizó el comercio interior y para poder realizar de forma equitativa la distribución, toda la población se agrupó en cooperativas subordinadas al Congreso de Alimentación. Todo este conjunto de medidas fueron conocidas como Comunismo de Guerra, gracias al cual fue abastecido el ejército rojo y los problemas más perentorios de las masas de la ciudad fue resuelto. Sin embargo la situación en el campo y en la industria era terrible.
En 1920 la producción de mineral de hierro y de hierro fundido cayó al 1,6% y 2,4% respectivamente de sus niveles de 1913. El carbón, al 17%, la producción general de bienes manufacturados al 12,9%. La producción agrícola cayó un 16% entre 1916 y 1919. La cosecha de cereal en 1921 fue de sólo 37,6 millones de toneladas, un 43% de la media de preguerra.
Se desataron epidemias, tifus, cólera y hambre. Lenin escribía en diciembre de 1919: "Estamos sufriendo una crisis desesperada...".
La caída de la economía afectó directamente a la composición de la clase obrera, que en 1920 se redujo al 43% de su tamaño en 1917. "El proletariado industrial", dijo Lenin, "debido a la guerra y la pobreza y ruina desesperadas se ha desclasado, es decir, ha sido desalojado de su rutina de clase, ha dejado de existir como proletariado. El proletariado es la clase que participa en la producción de bienes materiales en la industria capitalista a gran escala. En la medida en que la industria a gran escala ha sido destruida, en la medida que las fábricas están paradas, el proletariado ha desaparecido...".
Las consecuencias de este proceso de atomización y dispersión de la clase obrera fueron dramáticas para el establecimiento de un régimen de democracia obrera viable.
En muchos casos las estructuras soviéticas dejaron de funcionar, los soviets como órganos de poder obrero cayeron en desuso o fueron sustituidos por los comités del partido. Las tareas de la administración del Estado eran cubiertas cada vez en mayor proporción por un número importante de los viejos funcionarios del régimen zarista, mientras los mejores cuadros comunistas servían en el frente de comisarios rojos o estaban consagrados a la tarea de la construcción económica.
Lenin era consciente de la situación: aislamiento internacional, colapso económico, hambrunas en el campo... La situación era desesperada.
La falta de abastecimiento en las ciudades se combinaba con el hambre en el campo y pronto se sucedieron estallidos y manifestaciones del campesinado y de la clase obrera contra la escasez. En Tombov se organizó un levantamiento campesino y en Kronstadt en 1921 la guarnición naval se sublevó contra el poder de los soviets. Esta amenaza a la revolución era aún más grave que la agresión imperialista. El desgaste, la escisión en el campesinado, la escasez general obligaron a dar un giro a los bolcheviques. En 1921, la introducción de la NEP (Nueva Política Económica), supuso una nueva concesión a favor del restablecimiento del intercambio comercial en el campo.
La Nueva Política Económica (NEP)
Las viejas palabras de Marx planeaban sobre los líderes bolcheviques: "el desarrollo de las fuerzas productivas es prác-ticamente la primera condición absolutamente necesaria para el comunismo por esta razón: sin él se socializaría la indigencia y esta haría resurgir la lucha por lo necesario, rebrotando, conse-cuentemente, todo el viejo caos".
La NEP sólo puede entenderse desde la óptica de las condiciones hostiles que rodeaban la transición al socialismo en Rusia. El fracaso de la revolución europea y las dificultades internas obligaron a la dirección del partido a emprender una retirada táctica. Así en el X Congreso se anunció la sustitución del sistema de entregas forzosas de granos por el impuesto en especie con lo que los campesinos podían disponer de un excedente con el que comerciar en el mercado. El objetivo último era estimular la economía agrícola. Inicialmente se trataba de una experiencia limitada y supeditada a la economía planificada: el Estado seguía concentrando toda la industria pesada, las comunicaciones, la banca, el sistema crediticio, el comercio exterior y una parte preponderante del comercio interior.
Pero a pesar de la NEP los problemas continuaron. En 1923 la discrepancia entre los precios industriales y agrarios continúa aumentando. La productividad del trabajo en la industria era muy baja y eso significaba precios altos para los productos industriales, mientras que los beneficios obtenidos por los pequeños campesinos eran insuficientes para poder acceder a ellos.
Al mismo tiempo los campesinos acomodados fortalecían su posición en el mercado, acaparaban y compraban el grano del pequeño productor, convirtiéndose en el único interlocutor del Estado. El kulak fortalecía su posición y esto se reflejaba también en los soviets locales donde su influencia era cada vez mayor. Las tendencias proburguesas en el campo crecían y se desarrollaban paralelamente al fortalecimiento y al aumento del peso de la burocracia.
Lenin consciente de esta situación empezó a denunciar enérgicamente el nuevo rumbo de los acontecimientos y advirtió: "Echamos a los viejos burócratas, pero han vuelto (...) llevan una cinta roja en sus ojales sin botones y se arrastran por los rincones calientes. ¿Qué hacemos con ellos? Tenemos que combatir a esta escoria una y otra vez, y si la escoria vuelve arrastrándose, tenemos que limpiarla una y otra vez...".
Las bases de la burocracia
"La reacción creció durante el acoso de las dos guerras que siguieron a la revolución y los acontecimientos la nu-trieron sin cesar" (León Trotsky, La revolución traicionada).
Después de un período de tensiones colosales, esperanzas e ilusiones en el triunfo revolucionario del proletariado europeo, el péndulo giró, y el reflujo de la actividad de la clase obrera rusa junto a su atomización, el agotamiento de sus fuerzas y la desmovilización de millones de hombres del Ejército rojo jugó un papel decisivo en la formación de la nueva burocracia. A finales de 1920, el número de funcionarios del Estado había pasado de poco más de 100.000 a 5.880.000 y el número seguía creciendo. Muchos de ellos no eran comunistas, ni siquiera obreros avanzados, sino elementos que provenían del viejo aparato zarista, miles de ellos fueron empleados como personal militar cualificado en el Ejército rojo bajo la supervisión de los comisarios rojos,.
En ese contexto como Trotsky comentó: "La joven burocracia formada precisamente para servir al proletariado se sintió árbitro entre las clases y adquirió una autonomía creciente". A una vieja generación de militantes en el partido se unió una nueva que no conocía las viejas tradiciones. La necesidad de "dar un respiro" a la situación, en medio de la escasez generalizada, favoreció el aumento de la confianza de los funcionarios en su propio papel, aprovechándose de su posición se aprovechaban de las escasas ventajas materiales y las dificultades tanto externas como internas alimentaban el proceso. La cadena de fracasos revolucionarios en Europa occidental, especialmente en Alemania en 1923, alimentó esta dinámica y concedió a la naciente burocracia la fuerza suficiente para pensar ilusoriamente en que el socialismo podría construirse "paso a paso" dentro de las fronteras nacionales de Rusia.
En cualquier caso se trataba de un proceso que sufrió numerosos puntos de inflexión.
La democracia obrera fue minándose, tanto en lo relativo a los órganos de poder (los soviets) como en el interior del partido: "la degeneración del partido fue la causa y la consecuencia de la burocratización del Estado", escribió Trotsky en La revolución traicionada.
La historia del Partido Bolchevique desde su fundación estuvo jalonada por el debate y la controversia. Existía la democracia más amplia para poder exponer libremente todas las opiniones. Además el régimen interno del bolchevismo siempre reconoció la libertad de plataformas incluso de fracciones. En 1918 durante la firma de la paz de Brest-Litovsk, no hubo una sola opinión, sino tres, representadas por Lenin, Trotsky y los llamados "comunistas de izquierda", liderados por Bujarin y Preobrazensky que se constituyeron en fracción y publicaron incluso un periódico diario, El Comunista.
En el X Congreso se aprobó como medida temporal la prohibición de fracciones, no así de plataformas políticas de cara al congreso. Pero se trataba como Lenin señalaba de una excepción dictada por las circunstancias del momento, la unidad del partido frente a los levantamientos campesinos, Kronstadt, en un momento de extremo peligro para el Estado obrero. Jamás esta medida fue considerada como una norma, sino una mera excepción.
A pesar de todo la joven burocracia fue afianzando sus posiciones. Lenin y los bolcheviques tuvieron siempre como primera tarea preservar al partido de las taras del poder. Sin embargo, las condiciones materiales obligaron al partido a desarrollar las tareas que los soviets y la clase obrera hubieran tenido que realizar. La dictadura del proletariado se ejerció a través del partido: "la estrecha conexión" escribió Trotsky, "y algunas veces la fusión de los órganos del partido y del Estado, provocaron desde los primeros años un perjuicio a la libertad y elasticidad del régimen interno del partido".
Poco a poco la democracia obrera dentro y fuera del partido se iba minando y el control de la base se sustituía por el control burocrático.
Las causas materiales y no las intenciones subjetivas prepararon el terreno para el surgimiento de la burocracia. Pero este no fue un proceso inevitable. Stalin y la nueva camarilla, una vez que Lenin murió, llevaron a cabo una auténtica guerra civil unilateral contra los mejores cuadros del bolchevismo, para imponer su dominio autoritario. El thermidor burocrático surgió del atraso y la ausencia del triunfo revolucionario en Europa occidental, y el aislamiento de la revolución en las fronteras rusas aceleró la degeneración burocrática.
Juan Ignacio Ramos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario