El reciente fallecimiento del admirado escritor Manuel Vázquez Montalbán nos ha hecho recuperar este artículo suyo publicado en la edición catalana de El País, del sábado 7 de enero de 1989 como recuerdo y homenaje a su figura. Este texto es muy ilustrativo de su actitud abierta como militante del PSUC y de la colaboración que siempre tuvo con la Fundación Andreu Nin, incluso participando en algún acto público organizado por nosotros. También recordamos ahora que una de sus novelas, El pianista, estaba protagonizada por un militante del POUM. La declaración pública de Treball, órgano del PSUC en diciembre de 1989, sobre Andreu Nin está estrechamente relacionada con este pronunciamiento público de Manuel Vázquez Montalbán. Como es sabido, el PCE jamás ha hecho hasta el momento presente ninguna declaración similar.
La perestroika ha venido y casi nadie sabe como ha sido. Lo cierto es que gracias a la o perestroika lo que siempre fue evidente ha sido, por fin, reconocido evidente y ha quedado incluso desautorizada la bujaranitis o masoquismo revolucionario, por el procedimiento de rehabilitar al primer portador y propagador del virus: el propio Bujarin. En su afán de no dañar la revolución que tanto amaba, Bujarin prefirió reconocerse culpable que entregar a los enemigos de la revolución el argumento de su inocencia. Como gesto estético no está mal. Como gesto político hay que lamentarlo porque abrió camino a toda clase de coartadas para el terror: la coartada del verdugo y la profunda coartada de la víctima, que, como el sándalo, perfumaba el hacha que la abatía.
La reciente aparición de parte del informe sobre la detención e interrogatorio de Andreu Nin nos recuerda un episodio emblemático del estalinismo a la catalana y a la española. El caso Nin aún no es un mero expediente histórico porque viven
todavía muchos testigos y protagonistas de lo sucedido, gentes interesadas en no olvidarlo y otras tantas, en no menearlo. Es obvio que cualquier renacimiento del caso va a ser utilizado por la derecha cultural y política española para señalar la barbarie roja, como si la derecha pudiera descubrir barbaries en el ojo ajeno. Tan obvio como esa utilización es la división de la izquierda ante la reaparición del cadáver de Nin. Cada vez que tan rotundo cadáver ha sido puesto sobre la mesa ha contribuido a replantear la división histórica de la izquierda. O bien se ha vuelto al pasado, a mayo de 1937, tratando de hacer justicia a los dobles perdedores de la guerra, los poumistas; o bien se ha utilizado para la batalla del presente por la hegemonía en el seno de la izquierda: la socialdemocracia descubre en el caso Nin una prueba metafísica de la maldad intrínseca del bolcheviquismo de ayer, de hoy y de mañana.
Solucionar el pleito
Y así será hasta que los comunistas catalanes no asuman el caso Nin como propio y al decir "los comunistas catalanes", me refiero a todas las familias que desciendan del mismo Noé. Pero de todas esas familias sin duda la que tiene que hacer un esfuerzo más total de clarificación es la del PSUC, aunque las militancias forjadas después de la guerra poco tengan que ver con el caso Nin. Algo tienen que ver, culturalmente, como un hecho de conciencia personal y de grupo y por lo tanto yo creo que es precisamente el PSUC pos Nin el más interesado en solucionar este pleito. La revista El Temps acaba de publicar un extenso trabajo sobre Nin, motivado por la aparición de los documentos policiales de 1937, y adjunta declaraciones de algunos comunistas de hoy. Hace tiempo que a título individual, dirigentes o destacados militantes de ayer y de hoy del PSUC han reconocido públicamente la brutalidad cometida con Nin y la injusticia generalizada contra los poumistas acusados de ser agentes franquistas.
Pero no ha habido una reflexión del colectivo, del intelectual orgánico colectivo llamado partido y mientras no la haya la sombra de Nin seguirá siendo algo más que un efecto óptico y algo peor: una zona oscura de la propia conciencia. Es más, el caso Nin debiera ser hoy discutido, mano a mano, Con luz y taquígrafos, entre los psuqueros y los que asuman la tradición del POUM y buena disposición para ello demuestra la serenidad reivindicativa de que hace gala nada menos que Wilebaldo Solado, la cabeza más visible y representativa del POUM. Para una sensibilidad fin de milenio, justificar el recelo de la conciencia comunista ante expedientes como el de Nin, o el del mismísimo Comorera, tiene un no sé qué de mutilación de la inteligencia y de avestrucismo. La verdad sobre el caso Nin, como parte de la verdad sobre el caso Comorera, se ha infiltrado por las puertas traseras y debe ser convocada por la puerta principal.
El propio secretario general del PSUC, Rafael Ribó, declara a El Temps que el partido ha asumido esos dos puntos oscurísimos de su historia y traslada a los historiadores la responsabilidad de decir la última palabra. Todavía no, creo. Todavía es preciso decir muchas penúltimas palabras que serían más políticas que históricas. Todavía un debate sereno sobre Nin y Comorera sería tan interesante para los políticos como para los historiadores. A los políticos siempre les interesa un tema que conduce al de la alienación y la militancia religiosa y los historiadores pueden ver dos películas por el mismo precio. La película de por qué ocurrieron las cosas que ocurrieron (en blanco y negro) y la película de cómo se debate hoy lo que ocurriera ayer (en tecnicolor).
Manuel Vázquez Montalbán
Edición digital de la Fundación Andreu Nin, noviembre 2003
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