La revista Ñ (17/3) reprodujo un reciente escrito del historiador Eric Hobsbawn sobre la Guerra Civil Española, en el que pretende justificar, en nombre del marxismo, la labor del stalinismo en España, incluidos sus crímenes contra el movimiento revolucionario.
El “gran” historiador blanquea a “los gobiernos y partidos progresistas” de Europa, a quienes presenta como “incapaces” de unirse contra el fascismo, fingiendo ignorar que ese “neutralismo” democrático obedeció a una política que tenía por eje, no aislar al fascismo en Europa, sino denostar sin atenuantes a los obreros y campesinos de España. Hobsbawn presenta como inevitable al “expansionismo fascista” y el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial, ocultando que el ahogo de la revolución española pavimentó el camino a la carnicería imperialista.
Según Hobsbawn, “el principal tema de discusión sobre la Guerra Civil española fue, y sigue siendo, cómo se relacionaban la revolución social y la guerra en el bando republicano”. En ese punto, para Hobsbawn el Partido Comunista representaba el punto de vista de Marx, partidario de una “organización disciplinada”, contraria al libertario y espontaneista de Bakunin. “El conflicto entre el entusiasmo libertario y la organización disciplinada, entre la revolución social y el ganar una guerra, sigue siendo real en la Guerra Civil Española...”. Por eso, y aunque “la repugnancia moral hacia el stalinismo y el comportamiento de sus agentes en España esté justificada”, Hobsbawn dice que “Marx habría tenido que enfrentarse a Bakunin aun cuando todos los que peleaban en el bando republicano hubiesen sido ángeles”. El ‘afamado’ intelectual ni siquiera repara que la revolución derrotó al golpe fascista y contuvo al franquismo, y que el franquismo triunfó cuando el stalinismo impuso su disciplina, ‘marxista’ para el anciano Hobsbawn, y destruyó la revolución.
No es cierto, como afirma Hobsbawn, que “las polémicas sobre el disidente Poum... pertenecen a las luchas ideológicas ocurridas dentro del movimiento comunista internacional o, si se prefiere, de la despiadada guerra de Stalin contra el trotskismo con el cual sus agentes (equivocadamente) lo identificaba”.
La persecución y asesinato de revolucionarios, poumistas, anarquistas revolucionarios y socialistas de izquierda por parte de Stalin y sus secuaces no obedeció a razones “ideológicas”, sino al objetivo de reconstruir las instituciones del Estado quebrado por la revolución de julio del ‘36. Aunque esos grupos participaban del Frente Popular y de sus gobiernos, resultaban un obstáculo para el stalinismo debido a que representaban a las masas alzadas.
Hobsbawn califica de “sectario” al “vigoroso” film de Kean Loach Tierra y Libertad, porque denuncia precisamente el estrangulamiento “democrático-stalinista” de la revolución española. Recurre para ello al artilugio de usar citas del neoliberal Francois Furet, para quien la revolución española fue “una guerra entre la ultraderecha y el Komintern”, una caracterización que tiene la altura del disparate. Loach claramente muestra la transformación de la revolución española en proletaria, el pasaje de la burguesía democrática al campo fascista y el rol contrarrevolucionario del stalinismo.
Diego Diéguez
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