sábado, marzo 31, 2007

Preparando Octubre.

La teoría de la revolución permanente

La revolución pone a prueba, sin concesiones, sin tregua y sin piedad, a organizaciones, programas y personas. Los acontecimientos se desarrollan y evolucionan a una velocidad de vértigo; si en condiciones normales, la maduración de los procesos se mide por años e incluso por décadas, aquí las unidades de medida pasan a ser días, horas o minutos.
Para que el partido revolucionario pueda estar a la altura de las circunstancias, es por tanto imprescindible que cuente con una base práctica y teórica sólida que le permita orientarse en esta vorágine. El derecho a ser reconocido y escuchado por las masas hay que ganarlo con un trabajo previo de preparación, que haya permitido al partido echar raíces entre la clase obrera y los sectores oprimidos de la sociedad. Además para contar con una perspectiva, estrategia y táctica que lleve al triunfo final, tiene que comprender las leyes que rigen el proceso histórico y la de la toma de conciencia de las masas.
Partiendo de esta base, la clave para conocer el desarrollo posterior de los acontecimientos después de febrero y el papel que las diferentes organizaciones que se consideraban revolucionarias jugaron en ellos, se encuentra en los debates políticos, teóricos y prácticos sobre los que se forjó el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) en los primeros años del siglo XX.

Materialismo histórico

El marxismo explica que el motor del desarrollo de la humanidad está en el nivel que van alcanzando las fuerzas productivas, es decir, la capacidad que, en cada momento histórico, tiene el hombre para generar riqueza. Así, un sistema social (formas concretas de propiedad de éstas fuerzas productivas y distribución de la riqueza generada), es más avanzado que otro si permite que estas se desarrollen en su seno a un nivel superior y deja de ser viable cuando sus leyes internas son un obstáculo absoluto en líneas generales, para que puedan seguir creciendo.
Previamente, antes de llegar a esta situación límite, en el seno del viejo sistema social, han ido madurando las formas que deberá tomar la nueva sociedad.
La clase propietaria de los medios de producción es, por tanto, la clase dominante. La nueva sociedad que se encuentra en embrión dentro de la vieja, cuenta con su clase llamada a ser dominante, produciéndose en este proceso, la lucha entre la vieja y caduca clase propietaria que se aferra a sus privilegios y la nueva que representa el futuro y juega un papel revolucionario.
Es la sociedad feudal, por ejemplo, en la que dominaba la nobleza y el clero, la que crea las condiciones para que nazca y se desarrolle la burguesía; ésta en un momento dado, en un contexto de incapacidad del sistema feudal para seguir desarrollando las fuerzas productivas, y a la cabeza de todos los sectores oprimidos de la sociedad (pequeña burguesía urbana, campesinos y proletariado incipiente), destruye la sociedad feudal, sus formas de propiedad, sus leyes, abriendo paso al desarrollo capitalista; la gran revolución francesa de 1789, es el modelo histórico para estudiar la mecánica de la revolución burguesa.
Pero la historia no se detiene aquí. Después de un período de desarrollo capitalista, este sistema social también entra en crisis, la burguesía es ahora la vieja y caduca clase social y el proletariado nacido en el seno de la sociedad burguesa, es llamado a derrocarla. Los obreros dirigidos por el partido revolucionario luchan por acabar con el capitalismo y organizar la sociedad sobre la base de la propiedad socialista, en la que las fuerzas productivas puedan seguir avanzando.
Al igual que el triunfo del capitalismo no se concretó en todos los países del mundo a la vez ni en las mismas condiciones, necesitando de todo un período histórico, el socialismo necesitará de la misma mecánica (aunque más rápida debido a la poderosa base material con la que contará), para imponerse en todo el planeta.
A este respecto Marx explicaba que las condiciones para la caída del capitalismo estarían dadas en primer lugar en los países capitalistas avanzados, debido al mayor desarrollo industrial, fortaleza del proletariado, nivel técnico y cultural.
Armados de ésta base teórica general, las diferentes fracciones que componían el POSDR, trazaron y debatieron las perspectivas para la revolución en Rusia.
El imperio de los zares era un país atrasado, la clase obrera y la industria eran islas en un mar de campesinos y de grandes propiedades terratenientes. En la mayoría del país las formas sociales tenían más en común con el feudalismo y el nivel cultural estaba muy por detrás del de los países desarrollados de la época.
Las tareas de la revolución burguesa seguían pendientes; la reforma agraria que acabara con el gran latifundio, que repartiera la tierra entre los campesinos y acabara con la base material del servilismo, así como un período de desarrollo industrial que elevara el nivel técnico de la sociedad y convirtiera al proletariado en la clase mayoritaria de la sociedad rusa.
Es evidente que tomando la teoría general marxista como una ley absoluta y rígida, Rusia no encajaba en el modelo de países "aptos" para el socialismo.
Los mencheviques (Plejanov, Axelrod, Vera Zasulich, Martov, etc., ), utilizaban este planteamiento general marxista como si de una receta de cocina se tratara. Planteaban que en la medida que la revolución burguesa estaba pendiente en Rusia, la próxima revolución que se estaba gestando tendría esa naturaleza de clase; por tanto el papel directivo en ella correspondería a la burguesía liberal como pretendiente natural a dirigir la sociedad. Esto abriría un período de desarrollo capitalista de duración indeterminada que colocaría al proletariado en condiciones de luchar por el socialismo; hasta entonces su papel sería el de aliado de izquierdas de la burguesía liberal frente a la reacción, aunque también defendería sus intereses contra esta propia burguesía.
Para los mencheviques, haciendo una interpretación mecánica del juicio correcto de Marx según el cual "los países avanzados señalan el modelo de su desarrollo futuro a los países atrasados", veían como una aberración que el proletariado ruso emprendiera la lucha por el poder antes que los países desarrollados hubieran establecido un precedente.

La revolución permanente

El enfoque menchevique de la cuestión no era compartido, ni mucho menos, por otros grupos de la socialdemocracia rusa, como los bolcheviques y el grupo de Trotsky, que insistían en el papel reaccionario de la burguesía rusa y su incapacidad por tanto de dirigir una lucha consecuente contra los restos del pasado feudal; sólo los obreros y campesinos pobres podrían hacerlo.
Que la implantación del socialismo debe tener una base material al ser un sistema de producción superior al capitalismo, debía ser ABC para un marxista; pero la experiencia revolucionaria real demostraba que el abecedario tiene más letras y que además, había que saber combinarlas para formar palabras y frases.
La primera revolución rusa (1905), traslada a la arena de la realidad práctica los debates teóricos. La burguesía que en un primer momento apoyó las movilizaciones obreras, tardó poco en aliarse con la monarquía y los terratenientes para aplastar el movimiento.
Este ensayo general, como lo calificó Lenin, fue una experiencia de valor incalculable de la que los marxistas rusos sacaron valiosas lecciones.
En 1906, Trotsky publica un extenso artículo titulado Resultados y Perspectivas, donde haciendo un balance de los acontecimientos del año anterior, da una expresión básicamente acabada a lo que vino a llamarse posteriormente la teoría de la Revolución Permanente; aquí explica la dinámica del proceso revolucionario en un país atrasado y en consecuencia las tareas del partido revolucionario. Para Trotsky el capitalismo hacía tiempo que había triunfado como sistema social dominante en el mundo; es más, las condiciones básicas generales, tomando la economía mundial en su realidad, es decir, como un todo, para el paso del capitalismo al socialismo ya estaban dadas. En este contexto los países atrasados se ven obligados a asimilar a marchas forzadas las conquistas técnicas y productivas (o parte de ellas) de los países avanzados. Las etapas históricas por las que estos últimos habían tenido que pasar para llegar a ser lo que son, se ven forzados a saltárselas; azotados por el látigo de las necesidades materiales, avanzan a saltos. Las distintas fases del proceso histórico se confunden y se mezclan. Las relaciones de producción más primitivas, sobre todo en el campo, (servilismo, propiedad feudal de la tierra, trueque, etc.), conviven con focos industriales concentrados y relaciones sociales modernas. Los países atrasados incorporan, adaptándolos a su propio atraso, las conquistas más modernas.
El desarrollo desigual y combinado (así denomina este proceso el marxismo) da a las relaciones entre las clases un carácter más complejo, en el que es imposible orientarse con esquemas rígidos y abstractos. Los procesos sociales reales no tienen por que transcurrir según un patrón general diseñado previamente (la burguesía derroca al feudalismo, ésta desarrolla el capitalismo creando las condiciones para el socialismo) y sobre todo hay que adoptar ese patrón general a la realidad viva del desarrollo revolucionario y no al revés como hacían los mencheviques.

Papel de la burguesía liberal

Rusia avanzaba hacia la revolución burguesa provocada por el freno que suponía para el desarrollo de las fuerzas productivas la existencia de las condiciones políticas semifeudales caducas que seguían dominando el país.
Pero el carácter burgués de la revolución no quería decir que inevitablemente la burguesía debía y podía encabezar la revolución.
El elemento básico de la revolución burguesa que rompería el corsé en el que se encontraban las fuerzas productivas, era la solución del problema agrario; esto sólo era posible con la destrucción completa de la clase de los grandes terratenientes expropiando sus tierras y repartiéndolas entre los campesinos. A esto estaba íntimamente ligada la destrucción de la monarquía.
Por otro lado, la realidad rusa ya contenía un elemento decisivo en su ecuación social; un proletariado joven, combativo, muy inferior numéricamente al campesinado pero con un peso específico muy importante en los procesos sociales y muy enfrentado a la burguesía.
A su vez, la burguesía estaba unida por multitud de lazos a la gran propiedad agraria (hipotecas bancarias, muchos burgueses a la vez eran terratenientes, etc.,) por lo que tenía mucho más en común con los grandes hacendados que con los campesinos que reclamaban tierras.
La diferenciación extrema entre las clases urbanas (burguesía y proletariado), junto a la unidad de intereses entre la burguesía y los terratenientes, hacia evidente que no existía una clase burguesa que pudiera ponerse al frente de las masas, sumando su peso social y su experiencia política a la energía revolucionaria de estas, llevando a la práctica sus tareas históricas.
Para Trotsky la clase obrera era la única clase social que contaba con la suficiente consistencia, homogeneidad y fuerza para dirigir la revolución que se estaba preparando.
La revolución burguesa rusa, sólo podía realizarse siempre y cuando el proletariado, respaldado por el apoyo de los millones de campesinos (apoyo que ganaría incorporando a su programa la revolución agraria) consiguiera concentrar en sus manos la dirección de la nueva sociedad.
La clase obrera expropiaría la propiedad terrateniente y repartiría las tierras entre los campesinos, liberaría al país del dominio de las burguesías imperialistas de los países desarrollados, realizando íntegramente las tareas democráticas de la revolución burguesa.
Pero precisamente, para poder llevar estas tareas hasta el final, el proletariado necesitaría dotarse de los medios y la fuerza suficientes y para ello atacaría cada vez más profundamente la propiedad privada de los medios de producción, rebasando inmediatamente los propios límites de la revolución burguesa, abrazando con ello las reivindicaciones de carácter socialista. Además no hay que olvidar que estamos hablando de un país atrasado, parte de la economía mundial que tomada en su conjunto (y no puede tomarse de otra forma) está totalmente madura para el socialismo.
En Rusia no existía margen para un desarrollo capitalista de duración similar al de los países imperialistas de Europa Occidental. En estas condiciones, la economía, la técnica, la ciencia, las costumbres, se irían revolucionando; las relaciones sociales se transformarían paulatinamente y el país, en este proceso, saldría de su atraso histórico.
Paralela e indisolublemente unida al desarrollo interno de los procesos en el nuevo régimen, estaría la perspectiva de la revolución mundial sobre todo en los países avanzados. El internacionalismo proletario no es un principio de "solidaridad abstracta entre oprimidos del mundo". El capitalismo crea el mercado mundial, desarrolla las fuerzas productivas más allá de la capacidad que tiene el estado nacional para albergarlas y da a la lucha de clases un carácter mundial.
Las economías nacionales, por muy poderosas que estas sean, dependen de una "instancia" superior, el mercado mundial que forma un todo con sus propias leyes y mecánica de las que ningún Estado nacional puede escapar.
En consecuencia la contención de la revolución proletaria dentro de un territorio nacional (por muy extenso y rico que éste sea), no podría ser más que un régimen transitorio. De continuar aislado, caería más tarde o más temprano devorado por las contradicciones internas y externas que éste aislamiento provocaría. La revolución socialista en un solo país no podía ser un fin en sí, era un eslabón en la cadena de la revolución mundial, que pese a sus reflujos temporales habría que abordarla como un proceso permanente. En condiciones concretas, la clase obrera podría conquistar el poder en un país atrasado antes que en uno desarrollado, pero el triunfo del socialismo en ese país seguiría dependiendo de la victoria de la clase obrera en los países avanzados.

Lenin y los Bolcheviques

Mucho se ha escrito (y mentido), acerca de las diferencias sobre esta cuestión fundamental que mantuvieron Lenin y Trotsky.
La profundidad de estas (y otras) divergencias la podemos medir resumiendo las propias palabras de Lenin extraídas de sus obras completas: "En el momento de la conquista del poder y de la creación de la República Soviética, el bolchevismo apareció unido, se atrajo a la mejor de las tendencias del pensamiento socialista que le eran afines".
Esta es una alusión clara al grupo de Trotsky que se unió a los bolcheviques en mayo-junio de 1917. Lenin, hombre poco dado a ocultar o minimizar las diferencias políticas que le separaban de sus adversarios, mostraba que en el balance final que hacía de divergencias pasadas no veía, ni mucho menos, dos líneas estratégicas irreconciliables.
Para ser exactos, las diferencias más importantes que separaron durante un período de tiempo a Trotsky de Lenin, no fueron concepciones fundamentalmente diferentes sobre las perspectivas para la revolución rusa; fueron las tendencias conciliadoras hacia los mencheviques, manifestadas por Trotsky sobre todo durante el período de reacción que siguió a la revolución de 1905; en este asunto, la historia dio la razón a Lenin, que refiriéndose a ellos en la sesión plenaria del soviet de Petrogrado celebrado del 1 al 14 de noviembre de 1917, decía: "¿El acuerdo? Ni tan siquiera puedo hablar de esto seriamente. Trotsky dijo hace tiempo que la unificación era imposible. Trotsky comprendió esto y desde entonces no ha habido mejor bolchevique que él". Poco después de la muerte de Lenin, el acta de esta sesión histórica fue suprimida por orden especial de Stalin.
Dejando a un lado las falsificaciones históricas, lo cierto es que a estos dos marxistas les separaban algunos aspectos sobre las perspectivas para la revolución rusa.
La iconografía estalinista presenta el pensamiento de Lenin como algo innato a él, permaneciendo almacenado en una especie de base de datos colocada en alguna parte de su cerebro, de la que extraía, según conviniera, fórmulas acabadas de una aplicación y efectividad infalibles. Nada más lejos de la realidad. El genio teórico y práctico de Lenin, se forjó en el desarrollo vivo del proceso hacia la revolución, a través de aproximaciones sucesivas, contradicciones, rectificaciones y confirmaciones.
Lenin partiendo de la perspectiva de la revolución mundial y del inevitable papel reaccionario de la burguesía rusa en la futura revolución, preveía la necesidad de una alianza entre obreros y campesinos para culminar el proceso.
La colaboración entre las masas de la pequeña burguesía campesina mayoritaria y el menos numeroso proletariado industrial, era una experiencia nueva, por lo tanto también lo eran las formas políticas que tomase esa colaboración.
Por otro lado las tradiciones insurreccionales del campo ruso junto con la existencia de una numerosa capa de intelectuales especialmente sensibilizados con las miserias del campesinado, empujaban a Lenin a no descartar que los campesinos pudieran estar representados por un partido independiente de la burguesía y del proletariado que fuera capaz de aliarse con el partido obrero contra la burguesía; incluso contemplaba la posibilidad que en el gobierno surgido de ésta colaboración, el partido campesino pudiera tener la mayoría.
Para Lenin estas consideraciones planteaban preguntas que según él no podían ser contestadas a priori; ¿podrían o no, sabrían o no los campesinos crear un partido independiente? ¿Estaría en mayoría o minoría dicho partido dentro del gobierno revolucionario? ¿Cuál será el peso específico de los representantes del proletariado en dicho gobierno?
Lenin dejaba abierta esta cuestión, para, con los nuevos datos que la realidad fuera suministrando, concretarla y precisarla, poniendo en primer plano la lucha irreconciliable de los campesinos y obreros contra la burguesía y los terratenientes.
Hasta el momento de la comprobación histórica completa, el tema del poder revolucionario resultante de la alianza de los oprimidos, lo concretó con la consigna de la "dictadura democrática de obreros y campesinos", fórmula que recogía todas las incógnitas que veía en el camino de la revolución. Ni que decir tiene que para Lenin, a pesar de todo, era vital que el partido proletario mantuviera una política independiente con respecto al partido campesino.
Trotsky replicaba que los campesinos, a pesar de su inmenso peso social y potencial revolucionario, no podían tener, a consecuencia de la heterogeneidad de su composición social, ni una política, ni un partido independientes y en la época revolucionaria se verían obligados a elegir entre la política de la burguesía y la del proletariado.
Mientras el planteamiento de Lenin abría la perspectiva de la alianza de obreros y campesinos dejando sin concretar el peso específico de cada clase en esa alianza a la espera de acontecimientos que permitieran hacerlo, del análisis de Trotsky surge la del gobierno obrero apoyado por las masas de campesinos pobres.
Además Trotsky alertaba de los riesgos para el futuro de la revolución de una interpretación rígida, mecánica, esquemática y no condicional de la fórmula leninista, que podría llevar a subordinar la política del partido proletario al campesino que a su vez inevitablemente lo haría a la burguesía. Cuando analicemos en esta serie la actuación de la dirección bolchevique hasta la llegada de Lenin el cuatro de abril, esta advertencia aparecerá como profética.

La prueba decisiva

La revolución de febrero de 1917, vuelve a trasladar las discusiones, análisis y conclusiones elaboradas en el período anterior a los procesos sociales reales, poniéndolos a prueba. Las organizaciones que la revolución había aupado al poder se encontraron con tareas urgentes que resolver, que emanaban de las necesidades imperiosas de las masas. Había que acabar con la guerra, repartir la tierra y mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.
¿Cómo hacerlo? La burguesía, estaba atada, debido a su atraso, debilidad y pretensiones anexionistas, a las burguesías del bloque aliado. Firmar una paz por separado supondría enfrentarse directamente con la burguesía inglesa y francesa, que retirarían inmediatamente sus inversiones en Rusia y cortarían la concesión de créditos. Desde el punto de vista burgués, esta perspectiva era impensable.
Ya hemos visto que la burguesía era incapaz de solucionar el problema de la propiedad de la tierra y la mejora de las condiciones de vida de las masas estaba íntimamente ligada precisamente al fin de la guerra cuyas necesidades consumían la parte del león de la riqueza rusa y al reparto de la tierra.
Los mencheviques se encontraron bien pronto en el gobierno. De todas sus ideas de principio sólo quedó en pie la conclusión política de que el proletariado no debía aproximarse al poder, mientras se doblegaba incondicionalmente al programa de la burguesía en todos los frentes sin ofrecer resistencia; este no era otro que seguir la guerra hasta la victoria final, mantener la propiedad terrateniente de la tierra hasta la futura asamblea constituyente que no tenían intención de convocar y seguir pidiendo sacrificios las masas para salvar la patria.
Los socialrevolucionarios, partido mayoritario entre los campesinos en ese momento, utilizaron su dominio para entregar a estos, atados de pies y manos, a la burguesía liberal.
Por su parte la dirección del Partido Bolchevique con Zalutski, Chliagruikov y Molotov primero y a partir de mediados de marzo con Kamenev y Stalin, planteó el apoyo crítico al gobierno provisional y adoptó una postura defensista en la guerra imperialista, que, en la práctica, significaba seguir participando en ella, impidiendo al partido jugar un papel independiente y claramente diferenciado de la burguesía, los socialrevolucionarios y los mencheviques.
Al mismo tiempo Lenin ya contaba con los datos que necesitaba para resolver las incógnitas planteadas. Abandona la fórmula de dictadura democrática de obreros y campesinos y adopta el programa de la toma del poder para los sóviets, de gobierno obrero apoyado por las capas pobres del campesinado, transmitiéndola al partido, primero en sus Cartas desde lejos en marzo, y en las Tesis de Abril después, coincidiendo plenamente con lo expuesto por Trotsky en la llamada teoría de la Revolución Permanente.

Carlos Ramírez

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