Fred Weston
Antes de que se conocieran los resultados finales, el ministro de justicia, Dermot Ahern, aceptó que el electorado de la República de Irlanda había rechazo el tratado de reforma de la UE (conocido como Tratado de Lisboa). El "no" ha conseguido la gran mayoría en las 43 circunscripciones electorales irlandesas. El "sí" al tratado sólo fue en cabeza por una pequeña minoría en algunas zonas de la capital Dublín.
Este resultado es un cachetada a la cara del gobierno irlandés y del nuevo primer ministro, Brian Cowen. También es un freno a todo el trabajo de los altos funcionarios de la Unión Europea y su más que evidente política antiobrera.
Catorce estados miembros han ratificado el Tratado de Lisboa en sus parlamentos nacionales y si hubiera ganado el "sí" en Irlanda se habría comenzado a aplicar el 1 de enero del próximo año. El resultado ahora despierta muchas dudas sobre el futuro de un tratado diseñado para conseguir una mayor integración europea. La preocupación de la burguesía europea y de más allá se ha visto en el hecho de que tan pronto como se conoció la victoria del "no", el euro cayó a su nivel más bajo frente al dólar en un mes.
Lo asombroso es que los tres principales partidos políticos de la República hicieran una enérgica campaña a favor del "sí". Grupos de campesinos, grandes empresas y muchos sindicatos también apoyaron el "sí", incluso intervino el Papa pidiendo al electorado irlandés que votara "sí".
Estos resultados reflejan un cambio de ambiente en Irlanda. Hasta no hace mucho Irlanda era descrita como el tigre celta, es decir, una nueva economía en desarrollo. Pero esos días hace mucho que se fueron. Los precios inmobiliarios han caído, según algunas cifras un 8,9 por ciento el año pasado, mientras que los costes de las hipotecas suben. Entre 2002 y 2006, la economía ha crecido una media anual del 5 por ciento. Los últimos pronósticos publicados a principios de este año indicaban una desaceleración del crecimiento hasta aproximadamente un 2 por ciento, pero podía ser menos porque la economía irlandesa depende mucho de las exportaciones a EEUU y al resto de la UE. La última cifra de inflación es del 4,3 por ciento y continúa subiendo.
Irlanda al principio atrajo inversión gracias a que proporcionaba una mano de obra relativamente barata y además al formar parte de la UE hacía que las multinacionales pudiesen exportar fácilmente al resto de Europa. La inversión extranjera llegó atraída por una política impositiva muy reducida. En realidad, Irlanda tenía los impuestos para las empresas más bajos de la UE.
Recientemente, el gobierno francés anunció que con su llegada a la presidencia de la UE intentaría armonizar los impuestos a las empresas. Eso significa que como la economía mundial se encamina hacia la recesión, cada potencia capitalista está buscando sus propios intereses y no puede tolerar condiciones comerciales "injustas". Esta contradicción ya se ha dejado sentir en la propia Unión Europea donde cada país mira por sus propios intereses.
El gobierno irlandés consideró el anuncio francés como "inoportuno", estas declaraciones se tendrían que haber hecho después de la celebración del referéndum del 12 de junio. Otros altos cargos de la UE se han comportado de modo distinto. En los últimos meses se ha hablado muy poco sobre política concreta. En marzo, la UE celebró su última cumbre. Los comentaristas destacaron los numerosos incidentes producidos en la reunión y que impidieron que se discutieran propuestas concretas. ¿Para qué hacer propuestas cuando la población tiene que votar? Primero que voten y después les diremos que tenemos preparado para ellos.
El próximo 19 de junio se celebrará la próxima cumbre. En esa reunión se pondrán sobre la mesa todas las cuestiones pendientes, desde el cambio climático a los biocombustibles, desde los aumentos de los precios de los alimentos a las emisiones de CO2 y también la cuestión controvertida del papel del nuevo presidente de la UE que prevé el Tratado de Lisboa. También hay planes para aumentar el presupuesto de defensa de la UE, además de propuestas para revisar la distribución del presupuesto. El gasto total de defensa se espera que alcance los 134.000 millones de euros (211.000 millones de dólares) el próximo año. Irlanda es un país "neutral" y el gasto en defensa fue una de las cuestiones que contribuyeron a la derrota del referéndum de 2001 sobre el Tratado de Niza. También hay planes de reducir los subsidios a la agricultura, algo que afectaría muy seriamente a Irlanda. Una vez más, estos planes se pusieron en la mesa antes de que se celebrara el referéndum irlandés-
Parece ser que este mes se va a celebrar una cumbre mundial en Ginebra, donde se tratará el tema de reducir las ayudas agrícolas. Los funcionarios de la UE presionaron para que esta cumbre se pospusiera hasta después del referéndum irlandés, una vez más, ¡para que anunciar a los campesinos irlandeses lo que realmente vamos a hacer!
Nos dijeron que la UE promueve la democracia. Una de las excusas utilizadas por algunos países miembros para rechazar la entrada de Turquía es que este país no es completamente democrático, al menos según el patrón democrático burgués. Pero apártate que me tiznas, dijo la sartén al cazo. De los 27 países miembros, Irlanda era el único país que ha organizado un referéndum sobre el Tratado de Lisboa y lo ha hecho porque así lo exige su Constitución. Todos los demás países han huido de los referendos como si fueran una plaga. ¡Quizá Irlanda convoque algún día un referéndum para cambiar la constitución!
En 2005, tanto el electorado francés como el holandés rechazaron el intento previo de establecer una constitución europea. El Tratado de Lisboa en realidad es un refrito del anterior borrador de constitución. En Irlanda, el electorado ya rechazó en 2001 el Tratado de Niza, pero entonces el gobierno convocó un segundo referéndum en octubre de 2002, en éste consiguió el triunfo del "sí". La burguesía está dispuesta a organizar elecciones hasta que consiga el resultado deseado.
Algunos cínicos han dicho que este voto no cuenta, que simplemente convocarán otro referéndum dentro de unos meses. En esta ocasión, sin embargo, parece que el gobierno irlandés tendrá dificultades para justificar otra nueva convocatoria, como decía la revista The Economist (8/5/2008):
"Ruairi Quinn, anterior ministro de economía, encabeza la campaña principal pro-Lisboa. Dice que sería ‘prácticamente imposible" conseguir que los irlandeses voten de nuevo a una versión retocada del tratado. Lisboa ya es la ‘versión al revés del tratado constitucional". O como señalan los eurócratas: Lisboa es ya el Plan B".
Irlanda es una pequeña nación de 4,2 millones de habitantes (con un electorado superior a 3 millones) que puede decidir el destino del último intento de conseguir una especie de constitución amplia de la UE. Si a los ciudadanos de otros países de la UE (unos 500 millones) se les hubiera permitido votar, probablemente muchos de ellos habrían votado de una manera similar.
Lo que revela el voto es una desconfianza instintiva hacia la burocracia de la Unión Europea y lo que ella representa. No deberíamos olvidar que durante décadas la Unión Europea ha sido utilizada como excusa en todos los países para aplicar políticas draconianas contra la clase obrera. Tampoco debemos olvidar el Tratado de Maastricht con sus intransigentes condiciones al gasto público, utilizadas para justificar los recortes a las pensiones, estado del bienestar, etc., Todo se ha hecho con la excusa de que "es necesario si queremos ser parte de Europa".
Mientras la economía iba bien, los trabajadores podían tolerar, hasta cierto punto, estos ataques a los niveles de vida. Después de todo había empleo. Sí, empleo con un empeoramiento de las condiciones laborales y de las horas de trabajo, pero había una salida. Ahora el desempleo está aumentando, la inflación se ha disparado y los trabajadores en toda Europa sienten las estrecheces. Irlanda no es una excepción.
En este voto también vemos un rechazo a la política de la coalición tripartita del gobierno irlandés. Antes de que dimitiera el anterior presidente, Bertie Ahern, existía la preocupación de que el electorado pudiera utilizar el referéndum para expresar su falta de confianza en él, con la marcha de Ahern parecía todo solucionado. Pero ignoraban que la clase obrera de Irlanda ve que el nuevo primer ministro defiende lo mismo, el electorado ha votado en contra de una política, de no los individuos.
La votación también fue un rechazo a los intereses de las grandes empresas que están detrás de la Unión Europea. Son también una indicación de que las cosas a partir de ahora serán diferentes en Irlanda. En el último período se ha incrementado el número de huelgas, algunas de ellas muy combativas. Los dirigentes sindicales hicieron campaña por el "sí" y no consiguieron convencer a los trabajadores. En el próximo período no podrán contener la marea de combatividad.
No sólo ha sido un pequeño referéndum en una pequeña esquina de Europa. Es la punta de un iceberg de algo más grande, de la creciente inestabilidad en toda Europa y de una cada mayor polarización entre las clases, donde los trabajadores y los capitalistas se mueven en dirección contrarias.
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