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viernes, junio 20, 2008
El misterio de Cuba
Por Armando Hart Dávalos
En la carta que Fidel envió a la periodista Alina Perera, de Juventud Rebelde, y que apareció publicada en la prensa, dice nuestro Comandante en Jefe:
Me agradaron las palabras finales de tu artículo sobre el libro de Cintio Vitier Ese sol del mundo moral. Él demuestra que en la ética de Martí y en la historia de nuestro pueblo, se injertan las raíces de la justicia y la dignidad que la Revolución trajo a Cuba.
Pienso que en el mundo actual, los principios del socialismo habría que aplicarlos ya; después sería demasiado tarde1.
Se trata de una verdad que nos incita a pensar en lo que José Lezama Lima, desde su vocación teológica señaló cuando dijo "José Martí es un misterio que nos acompaña", y lo que Julio Antonio Mella, desde su formación científica y marxista, subrayó cuando planteó la necesidad de descubrir el misterio del programa ultrademocrático del Partido Revolucionario Cubano. Dijo textualmente:
Consiste, en el caso de Martí y de la Revolución, tomados únicamente como ejemplos, en ver el interés económico-social que "creó" al Apóstol, sus poemas de rebeldía, su acción continental y revolucionaria: estudiar el juego fatal de las fuerzas históricas, el rompimiento de un antiguo equilibrio de fuerzas sociales, desentrañar el misterio del programa ultrademocrático del Partido Revolucionario, el milagro —así parece hoy— de la cooperación estrecha entre el elemento proletario de los talleres de la Florida y la burguesía nacional; la razón de la existencia de anarquistas y socialistas en las filas del Partido Revolucionario.
En Cuba tenemos una fuerte raíz de conocimientos políticos. Así lo observó el Barón Alejandro de Humboldt desde principios de la centuria decimonónica. Tan célebre viajero apreció la vocación universal que comenzaba a desarrollarse en las primeras décadas del siglo XIX, en los gérmenes del ideario cultural cubano. Por ello, dijo: "Los habaneros han sido los primeros entre las ricas colonias españolas que han viajado a España, Francia e Italia. En ninguna parte se ha sabido mejor que en La Habana la política de Europa y los resortes que se ponen en movimiento para sostener o derribar un ministerio". Y agregó: "Este conocimiento de los sucesos y la previsión han servido eficazmente, a los habitantes de la isla de Cuba, para liberarse de las trabas que tienen las mejoras de la producción colonial".
Si esto afirmaba Humboldt, a principios del siglo XIX, en su viaje a América, podría calcularse lo que en el transcurso de dos siglos, cargados de hechos e ideas trascendentes, evolucionaría este vínculo entre cultura y política en nuestro país. Veamos ahora lo que dijo sobre la cultura cubana, desde posiciones reaccionarias, a fines de ese propio siglo, el erudito español Marcelino Menéndez y Pelayo: "Cuba, en poco más de ochenta años, ha producido, a la sombra de la bandera de la madre patria, una literatura igual, cuando menos, en cantidad y calidad, a la de cualquiera de los grandes estados americanos independientes, y una cultura científica y filosófica que todavía no ha amanecido en muchos de ellos". Lo que no podía considerar este erudito de pensamiento conservador era que eso no se logró a la sombra de la madre patria, sino luchando contra el poder colonial. Téngase en cuenta que en Cuba el combate por la independencia se desarrolló durante 80 años posteriores al resto de los países de nuestra América.
En la década del 30 del siglo XIX, el poeta José María Heredia, respondiendo a un señalamiento del presidente norteamericano John Quincy Adams de que Cuba no podía ser independiente porque un poder europeo se apoderaría del país, afirmó que si eso ocurriera se produciría un colapso en toda la civilización occidental. Ya saben ustedes que las tesis martianas sobre el equilibrio del mundo y el papel de Cuba en relación con las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos es un elemento clave en el pensamiento del Apóstol. Saben también que fue precisamente en nuestro país donde se produjo, con la intervención norteamericana en nuestra guerra, el acta de nacimiento del imperialismo yanqui. Esto lo afirmó el propio Lenin.
En 1962, Cuba fue escenario de la crisis de octubre, o crisis de los cohetes, la situación potencialmente más peligrosa para toda la humanidad en el periodo de la guerra fría. Comentando este hecho con Gabriel García Márquez, este me dijo: realmente de toda la historia universal.
La Revolución de Martí, triunfadora el 1ro. de enero de 1959, y la lucha victoriosa de nuestro pueblo, permiten hoy comprender mejor estos fenómenos. No hubiera sido posible apreciar esta cuestión, en toda su profundidad, sin las luchas de nuestro proletariado, de los campesinos y estudiantes cubanos. No se hubiera entendido sin las batallas libradas por el propio Mella, Martínez Villena, Guiteras, Menéndez; por los combatientes del Moncada, de la Sierra, de la clandestinidad y de Girón. La razón de estos hechos hay que encontrarla en la estrecha relación entre las luchas por la independencia y por la justicia social.
En fin, para arribar a un pensamiento teórico y filosófico fundamentado en la tradición cubana y que resulte indispensable para el siglo XXI a escala universal, hay que empezar por esta definición del pensamiento de nuestro Apóstol sobre el materialismo:
La filosofía materialista, que no es más que la vehemente expresión del amor humano a la verdad, y un levantamiento saludable del espíritu de análisis contra la pretensión y soberbia de los que pretenden dar leyes sobre un sujeto cuyo fundamento desconocen; la filosofía materialista, al extremar sus sistemas, viene a establecer la indispensabilidad de estudiar !as leyes del espíritu. De negar el espíritu —la cual negación fue provocada en estos tiempos, como ha sido en todos, por la afirmación del espíritu excesiva— viene a parar en descubrir que el espíritu está sujeto a leyes y se mueve por ellas, aceleradas o detenidas en su cumplimiento por Ias causas mecánicas y circunstancias rodeantes que influyen en la existencia y suelen ser tan poderosas que la tuercen o determinan2.
Para ello, es necesario articular las ideas de Martí con las de los próceres y pensadores de América y del mundo.
Sugiero, en especial, estudiar la correspondencia entre los siguientes párrafos de Marx y del propio Apóstol cubano.
"(...) que la relación del hombre consigo mismo solo se hace objetiva y real para él a través de su relación con otro hombre"3.
Son nuestros hombres, y gozamos con verlos adelantar, y vencer, en el arte difícil de asociarse, que es el secreto único del bienestar de los pueblos, y la garantía única de su libertad4.
En cuanto al pensamiento de Félix Varela y de José de la Luz y Caballero, subrayo el párrafo de Medardo Vitier cuando dice:
El criterio sobre la verdad no radica objetivamente en el mundo exterior, no radica subjetivamente en nosotros; surge, se organiza como una congruencia entre lo objetivo y lo subjetivo5.
Es decir, el misterio cubano consiste en que en nuestro país se sintetizó un saber universal que hoy puede servir de brújula para enfrentar el hecho dramático de que estamos a las puertas del cielo o del infierno —para decirlo con una imagen bíblica. Ha llegado pues el momento de asumir en su integralidad la cultura, cuya primera categoría es la justicia porque, como decía Martí: "Todo hombre es una fiera dormida. Es necesario poner riendas a la fiera. Y el hombre es una fiera admirable: le es dado llevar las riendas de sí mismo."6
Las riendas están en la cultura general integral que levanta como bandera el gran discípulo y continuador del Maestro, el compañero Fidel.
1Fidel Castro, periódico Juventud Rebelde, 12 de junio del 2008, p.3.
2 José Martí, Obras completas, editorial Ciencias Sociales, t.15. p.394.
3 Carlos Marx, Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1884, p.82, Editora Política, La Habana, 1965.
4 José Martí, Obras Completas, Editorial Ciencias Sociales,1973, t.5, p.380.
5 Medardo Vitier. Las ideas y las filosofías en Cuba. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1970. p.214.
6 José Martí, comentario al libro Cuentos de hoy y de mañana, de Rafael de Castro Palomino, La América, Nueva York, octubre de 1883, t.5, p.110
Fuente: Granma
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