Las políticas neoliberales, de libre mercado y privatizaciones impulsadas por el Fondo Monetario Internacional en los últimos 30 años han sido funestas, no solo para los países en desarrollo sino también para los industrializados, lo cual ha quedado demostrado con la crisis inmobiliaria-financiera que estalló hace un año en Estados Unidos y está arrastrando a otras naciones ricas.
En estos días dos presidentes latinoamericanos se han referido directamente a uno de los organismos financieros más importantes del sistema capitalista mundial. Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil, preguntó que en estos momentos de profunda crisis financiera en los principales países capitalista, ¿dónde estaba el Fondo Monetario Internacional? Hugo Chávez, por su parte, afirmó que “el FMI debe desaparecer” por sus políticas de rapiña.
El FMI había guardado silencio hasta la pasada semana en que su director-gerente, Dominique Strauss-Kahn señaló que el mundo está en la "cúspide de una recesión global", pero que puede resolverse con “decisión y coordinación”, utilizando medidas como las tomadas por Estados Unidos y otros países europeos.
Contrario a las recetas aplicadas a lo largo de su historia (fundado en Bretton Woods en 1945), entre las que sobresale la imposibilidad de los Estados de inmiscuirse en aras de resolver las crisis, en esta ocasión el FMI aplaudió las decisiones de Estados Unidos y naciones europeas de que el ejecutivo intervenga bancos en bancarrota o al borde del abismo.
La Administración de George Bush, en otro intento por aflojar el crédito y restaurar la confianza en el sistema financiero, acordó un plan para comprar parte de muchos bancos de Estados Unidos, mientras ya colocó más de un millón de millones de dólares (un billón 400 000) para tratar de aliviar esa debacle financiera.
El diario The New York Times indicó, que el Departamento del Tesoro adquirirá intereses en bancos que tienen problemas o que no los tienen.
En los últimos días, el mundo vio algunas acciones coordinadas inéditas en política económica, como la bajada de tipos decidida conjuntamente por Estados Unidos, China y la Unión Europea, entre otros. Sin embargo, tanto para Strauss-Kahn como para el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick eso no es suficiente.
Tras las debacles financieras masivas, el director gerente del FMI dijo que para frenar la crisis crediticia se requiere de una intervención de los gobiernos a nivel global, o sea, “la necesidad de una intervención pública se está haciendo cada vez evidente".
En declaraciones al Financial Times aceptó que "todos nosotros subestimamos la dimensión de esta crisis, cuyas lecciones son duras: Hubo un fracaso regulatorio y de supervisión en las economías avanzadas. También un gran fracaso en la supervisión interna de las instituciones financieras. Y un gran fracaso en los mecanismos de los mercados". Es decir, una debacle generalizada del sistema financiero capitalista, que le atañe directamente al FMI.
Desde su fundación y en especial a partir de la década de 1980 la misión del FMI, amparada por las potencias capitalistas industrializadas, ha sido la de imponer directrices económicas a sus miembros (la mayoría del Tercer Mundo) para detener la inflación y los déficit con ajustes fiscales, control de gastos, la proliferación de las privatizaciones, del libre mercado y la disminución del Estado en los programas sociales, lo cual ha motivado una mayor inequidad entre ricos y pobres a nivel mundial.
La lista de países en crisis siempre ha estado encabezada por naciones asiáticas (Muchos de estos, como Malasia, dejaron a un lado las estrictas recetas fondomonetaristas) y latinoamericanas.
En el hemisferio occidental se pueden señalar como las más importantes las de Argentina, Brasil, México o Ecuador.
Existen numerosos ejemplos en la región para afirmar que Latinoamérica ha sufrido a lo largo de los últimos años las políticas económicas impuestas por el FMI que presentadas como "salvadoras" en momentos difíciles han traído solo más desgracias a sus pueblos.
Entre las cláusulas del organismo aparece la de “política que un país debe aplicar a fin de tener derecho a los recursos generales del FMI” que implica en esencia muy poco criterio de control e impone al deudor límites de volumen crediticio interno, del circulante y del endeudamiento externo.
El FMI exige rigurosos programas de austeridad en los que se combinan medidas económicas internas y externas. Se deben liberar las transacciones comerciales y monetarias, eliminar los controles de importación y cambio, así como la cancelación de deudas morosas.
Para eliminar el déficit presupuestario se obliga a los socios a cancelar las prestaciones sociales, subsidios alimenticios y recorte de empleos estatales. El resultado: mayor número de desocupados, de pobres y de hambrientos.
En su desandar, el Fondo ha funcionado como una consultora de inversiones para los grandes capitales pues estudia el potencial económico de los países en desarrollo, analiza lo que posee y las dificultades que enfrenta y genera recomendaciones, para solventarlas desde el punto de vista macroeconómico. Después otorga un préstamo bajo reglas e imposiciones a cumplir e inmediatamente los capitales privados y las transnacionales se adueñan de los negocios que aún son rentables.
No obstante a la pérdida de credibilidad que ha tenido ese organismo, ahora se vuelve a afilar los dientes para tratar de volver por sus fueros a la palestra latinoamericana y en una reciente comparecencia, Strauss Kahn indicó que su institución está dispuesta a retomar su papel como prestamista para cualquier miembro que lo necesite, un papel que casi había sido rechazado por diversos países en los últimos años.
Ante las dudas sobre la liquidez del organismo, que recién ha realizado un proceso de reestructuración, señaló que tienen "cientos de millones de dólares que podríamos usar en un año o menos".
Pero muchas naciones y analistas consideran que el FMI perdió importancia por la magnitud de la crisis actual, y no dispone de recursos para ayudar a las grandes naciones, "sólo a países periféricos".
El profesor de economía en la Universidad de Campinhas, Ricardo Carneiro, citado recientemente por la agencia de prensa IPS, explicó que en una operación mayor de apoyo a Brasil, en 1998, el Fondo aportó 41 500 millones de dólares, de los cuales 18 000 millones eran propios y el resto procedentes de bancos internacionales de desarrollo y de países ricos, como Estados Unidos, Japón y algunos europeos.
Brasil dispone actualmente de más de 200 000 millones de dólares en reservas cambiarias, superando el monto del que dispone el FMI para socorrer a naciones en dificultades. Las sumas necesarias hoy para salvar a sistemas financieros nacionales alcanzan billones de dólares y no se conoce aún la dimensión total de la crisis.
Las naciones del Sur ya hablan y encaminan sus pasos hacia la creación de nuevas entidades financieras como el Banco del Sur y el Banco del ALBA, que laboren a favor del desarrollo de sus países y no del saqueo y deterioro de sus economías.
Los tiempos en que el FMI daba clases de política económica a América Latina están por terminar aunque el organismo intente cambiar su fachada.
Hedelberto López Blanch
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