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miércoles, octubre 22, 2008
¿Qué hay que rescatar del POUM?
Se ha dicho que el POUM fue un pequeño partido con muchos libros, y lo cierto es que esta característica se ha incrementado en los últimos tiempos…Es evidente que eso forma parte del “hambre” de “memoria histórica” que afecta a una generación, la de los nietos o biznietos de la República, pero si hablamos de parte, la del POUM parece inversamente proporcional al de su tamaño, importante para ser un partido de la izquierda revolucionaria pero realmente menor en relación a los espacios ocupados por las organizadas derivadas de la AIT (CNT), la II Internacional (PSOE), y III Internacional (PCE, desde 1936).
Se podría hablar de un fenómeno específico dentro del ya producido por la guerra civil española que según los expertos solamente es sobrepasado por la revolución francesa. Los más renuentes han tratado de explicar tal paradoja por el peso añadido que le confería la “guerra fría”, y algo de eso hay, y muestra de ello es la constante tentativa de utilizar Nin y la represión del POUM contra la propia izquierda. Pero la “guerra fría” concluyó hace ya unas cuantas décadas, y sin embargo el fenómeno no ha hecho más que crecer tanto en el sentido de los aportes digamos favorables (lo que no significa que no sean también críticos), como en el de los desfavorables (lo que no significa que no sean también críticos contra el estalinismo), y esto último sucede por la sencilla razón de que, les guste o no, se ven obligados a pronunciarse.
Todo esto está claro, los datos están ahí, constantemente aparecen libros relacionados con el POUM, existen incluso editoriales que le han dedicado una parte de sus catálogos (Laertes, Sepha, Renacimiento). Existen numerosos proyectos en marcha, hay uno bastante ambicioso para conmemorar el 75 aniversario de los hechos de octubre de 1934, fecha clave de la contraofensiva proletaria contra el fascismo…También se suceden las actividades relacionadas u organizadas por la Fundación Andrés Nin con una fuerte presencia juvenil. Sin ir más lejos el fin de semana del 10-11-12 de octubre tuvieron lugar unas jornadas en Huesca, con dos conferencias, una primera sobre el frente de Huesca a cargo de Andy Durgan y de Agustín Maraver, y otra sobre Orwell en las que hablamos Mike Eude y yo mismo. También hubo pases de películas, y dos largos paseos por las trincheras con la ayuda de Manuel Benito y Andy, y de los amigos del “Círculo Republicano de Huesca”, responsable en gran medida del éxito de la empresa. Actividades como estas confirman la buena acogida en general de los actos realizados en los últimos tiempos…Todo esto nos lleva a preguntarnos el porqué de esta expectativas sobre el POUM, y sobre todo, ¿qué es lo que hay que rescatar de su legado?.
Vayan por delante estos apuntes al respecto:
El POUM contaba con una base de implantación real (por ejemplo era determinante en la CNT de Girona, Lleida, Tarragona y Castellón), y en julio del 36 se encontraba en plena expansión;
Había mostrado su capacidad movilizadora y unificadora previamente como “espina dorsal” de la Alianza Obrera, llevaba una ofensiva crítica contra las políticas del PSOE, la CNT y el PCE, y seguía defendiendo un programa de mayoría obrera socialista en defensa de la República y de las conquistas de los trabajadores que habían detenido el golpe militar;
Contaba con una acumulación de cuadros muy importante, con una importante capacidad analítica fuerte, desarrollada en cuestiones tan determinantes como el sindicalismo, el fascismo, la cuestión nacional, la burocracia soviética, etc, y que eran sin duda los más formados de una izquierda como la española que era muy potente por abajo pero muy pobre intelectualmente por arriba;
La existencia de una amplia democracia interna que permitía el libre juego de corrientes comunistas muy diversas: maurinista, trotskista, nacionalista (Arquer, Rovira), bujarinista (Portela, Gorkin), rabassaires;
De alguna manera, el POUM fue el partido comunista que podía haber existido sin la brutal distorsión que significó el estalinismo;
Contó con un considerable apoyo internacional de los diversos partidos al margen de la II y III Internacional, de los trotskistas, surrealistas y de numerosos escritores como con George Orwell que no fue el único;
Su conexión con Trotsky y el trotskismo, lo que le ha otorgado un interés polémico añadido y centrado en la firma del pacto del Frente Popular, yen la presencia de Andreu nin en el Govern de la Generalitat…
Conviene recordar todo esto, que una de las características más obvias y combativas del antifranquismo fue precisamente la recuperación de la memoria histórica, de la historia pluralista del movimiento obrero, un terreno en el que para la izquierda revolucionaria se interpretaba como capital la defensa de Nin y del POUM frente el estalinismo ya en retirada. Algunas organizaciones marxistas minoritarias desarrollaron sobre este punto una actividad intensa y continuada. Sin ánimo de hacer patriotismo, no hay más que repasar la colección del Combate y el Demá de Catalunya para certificar que para la LCR este combate por la historia fue primordial.
Ni que decir que este “revival” retoma una vieja batalla iniciada en plena guerra civil, prolongada en el exilio, y que tuvo una gran importancia en el tardo franquismo. En esta última fase, la recuperación de la memoria del POUM conoció una considerable revitalización. Desde la segunda mitad de los años sesenta hasta el “tejerazo”, se publicó todo lo publicable, se habló del POUM, de Nin y de Orwell, incluso en los Congresos del PCE (la LCR lo incluía en sus salutaciones cuando era invitada), obligando a los líderes tanto del PCE-PSUC a responder a la defensiva, iniciándose así una línea de rectificaciones importante, pero empero todavía inconclusas.
Aunque algunos prefieren llamarle “partido socialista revolucionario, el POUM fue un partido de comunistas de primera hora (Nin, Maurín, Andrade, Portela, Bonet, Rebull, Gorkin, Loredo Aparicio, Arquer, etcétera), que había suscitado las esperanzas de todas las minorías comunista que se batían contra el estalinismo –así lo proclamó a Broué la viuda de Bujarin, así nos lo explica el vietnamita Ngo Van al presentar su Memoria escueta-, que encarnaba el comunismo contra Stalin décadas antes que otros descubrieran que el estalinismo había sido un error y un horror Algo de esta luz está volviendo a alumbrar, y está siendo reconocida incluso por los que fueron sus adversarios y que no pueden encontrar ningún referente sólido entre los que fueron “cómplices”. Algo de esto se vislumbra en anécdotas como la que narra el coautor de Operación Nikolai, Llibert Ferri en su libro de conversaciones barcelonesas con Wilebaldo Solano que nos lleva hasta un encuentro con Manuel Azcarate le dejó a éste un libro de Andreu Nin, Las dictaduras de nuestro tiempo, y cuando se lo volvió a encontrar y le preguntó qué le había parecido, Azcarate le contestó: “!Hay que ver todo lo que nos hemos perdido¡”.
Se trataba pues de recuperar lo que se había perdido, y por lo tanto, el historial del POUM ha vuelto para quedarse a través de toda clase de actividades.
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Lo que queda del estalinismo se empeña en ligar esta historial con el curso errático de algunos de sus líderes después de la II Guerra Mundial…
…un curso que, solo los más ciegos quieren ignorar, implicó a una partido muy considerable de los partidos comunistas, así como de funcionarios del Este que decían “escoger la libertad”, también afectó a otras izquierdas que, a diferencia del POUM, no había sufrido en sus carnes los zarpazos del estalinismo.
Todo el mundo sabe que, inmerso en una doble derrota y tratado como “apestados” por el estalinismo, un sector del poumismo se fue alejando en la segunda postguerra mundial de sus ideas marxistas revolucionarias. Esta evolución fue bendecida desde Nueva York por “otro” Joaquín Maurín que había efectuado una drástica rectificación de su trayectoria anterior, o sea que no era en absoluto el mismo que el que cayó en manos de los facciosos. A finales de los años cuarenta, un sector similar abandonó el POUM para engrosar las filas del Movimiento Socialista de Cataluña (MSC, los “músicos”, que fue fundado por poumistas como Josep Rovira), principal embrión del PSC.
Este giro a la derecha resulta ostensible especialmente en el segundo volumen de las memorias de Víctor Alba, así como en las recopilaciones que la Fundación de Madrid ha efectuado de escritos y obras (de postguerra) de Julián Gorkin y de Ignacio Iglesias, los tres ligados –como Enrique Adroher “Gironella”- al tristemente célebre Congreso por la Libertad de la Cultura, en una variación del esquema del “renegado” con una particularidad: una fidelidad al pasado poumista en la que se podían encontrar aspectos muy diversos, sobre todo la primacía de la deducción anticomunista que en algunos casos hacían (obviamente con matices) extensible a Trotsky, como será notorio en los casos de Víctor Alba y del recientemente fallecido Ignacio Iglesias.
Pero al contrario que los antiguos estalinistas que renegaban totalmente del comunismo como Arthur Koestler, Margarete Buber-Neuman, Frank Borkenau o Enrique Castro Delgado (por no hablar de los casos ulteriores), estos poumistas mantuvieron una diferencia entre herejes y renegados que Isaac Deutscher subrayaba en el caso de Ignazio Silone en contraste con otros firmantes de los testimonios de arrepentimiento recogidos por Richard Crossman en El Dios que cayó. Compartían con Ignazio Silone una experiencia revolucionaria de masas, formaban parte de un movimiento que se había opuesto al estalinismo, y asumían la defensa del POUM en su integridad. Sin embargo, a la hora de juzgar el estalinismo cayeron en el “campismo”, y se apuntaron a un anticomunismo que casaban como podían con su pasado común, un terreno en el que en nombre de la lucha contra el enemigo común –el comunismo “totalitario”- se glorificaba a los Estados Unidos, incluyendo lo que algunos –certeramente a mi juicio- definían como el “fascismo exterior”, palpable en el Vietnam o en Chile, sin olvidar el apoyo a la España de Franco.
Este oscuro compromiso tuvo un implicación especial en América Latina donde Gorkin ejerció de patético “embajador” del sudicho Congreso, y Alba escribió sobre en este terreno páginas bastante oscuras, él mismo ofrece un buen muestrario en la segunda parte de sus Memorias de un cabreado. Si en América Latina era difícil conciliar la opción norteamericana con un referente de izquierda, en la España de Franco (que tenía a los Estados Unidos como su principal aliado, y en donde no se permitía nada a la izquierda del partido demócrata), no lo era precisamente menos. Lo milagroso es que ambas personalidades convivieron en una bien extraña combinación, no obstante, la conexión sirvió para renovar en el ambiente “campista” (prosoviético) parte de la fobia antitrotskista, y todavía alguien tan respetable como el finado Eduardo Haro Teglen recuerda de tanto en tanto al “trotskista Gorkin” y sus oscuras conexiones con la CIA; de ahí que para Víctor Alba la revista Triunfo fuera un “nido de comunistas”. En los años sesenta y mitad de los setenta, este tipo de acusaciones fueron empleadas un tanto grotescamente, y llegó a adquirir caracteres un tanto paranoicos: llegó un momento en que los “agentes de la CIA” fuimos legión.
En esta ceremonia de la confusión cabe registrar un nada desdeñable componente derechista creado al calor de la “guerra fría” que fue asumido sin dificultad por el aparato propagandístico del franquismo como ya comenzó a ser patente entre cierta intelligentzia franquista, en revistas tan equívocas como Índice o en operaciones ministeriales de Fraga Iribarne como la primera edición de El gran camuflaje, de Burnett Bolloten, hasta llegar a larga lista de mercenarios neoliberales de aquí y ahora de la “estirpe” de Jiménez Losantos, Horacio Vázquez Rial o Carlos Semprún Maura, el primero elogiando a Víctor Alba como un maestro del anticomunismo, cuando la mayor fuente anticomunista realmente existente son las atrocidades perpetradas por el estalinismo –una contrarrevolución dentro de la revolución- que casi ha conseguido arruinar todo el legado moral de las izquierdas.
Y para colmo, todos utilizando el nombre de Andreu Nin en vano en una variación más sobre el mito de que todas las revoluciones que –cuando son tales y no productos del neolenguaje- resultan fatalmente traicionadas y que acaban devorando a sus propios hijos, mitos que ya se forjaron con la revolución francesa que sigue ahí mientras que las modas denigratorias pasan. Evidentemente, la derecha ataca al comunismo por su “eslabón más débil” o mejor dicho por su parte más oscura, aunque, hablando razonablemente, podemos afirmar que Stalin ha sido –indudablemente- el mayor anticomunista de la historia, lo mismo que podemos decir que la campaña contra el POUM y el asesinato de Nin, de Kurt Landau y otros eran atentados contra el comunismo y contra los representantes más noble de la tradición emancipatoria.
Aunque desaparecido en combate, el historial del POUM sigue vivo como un referente inexcusable de la revolución española y del combate comunista contra el estalinismo, como el exponente teórico más avanzado en un movimiento obrero como el español que fue impresionante por abajo, pero muy pobre por arriba.
Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red
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