Dejan los pozos petrolíferos a salvo y en manos de compañías yanquis. De eso se trataba, para eso era la guerra, para eso sirvieron el más de un millón de muertos
La salida de unos cien mil efectivos estadounidenses de Irak, presentada como “el fin de las operaciones de combate”, se ha revestido de los habituales velos de confusión y manipulación informativa de la propaganda de guerra de EEUU y sus aliados.
Curiosa “retirada” la que deja en el país ocupado las mayores bases norteamericanas fuera de sus fronteras y un ejército de más de 50.000 soldados armados hasta los dientes y respaldados por la más avanzada tecnología bélica que ha conocido la humanidad. En la que se anuncia la sustitución de las tropas regulares que se marchan por “contratistas”, eufemismo impuesto para referirse a los mercenarios. Y en la que se mantiene el ejército colaboracionista del gobierno marioneta impuesto por los invasores.
Dejan los pozos petrolíferos a salvo y en manos de compañías estadounidenses. De eso se trataba, para eso era la guerra, para eso sirvieron el más de un millón de muertos. Y, sin embargo, ni siquiera son capaces de garantizar el robo del todo, con una producción bajo mínimos por las acciones de la insurgencia.
Y, por si fuera poco, la invasión de Irak y los siete años de ocupación han costado a EEUU la friolera de 784.000 millones de dólares (más que la guerra de Vietnam) sólo en costes de combate (el total se estima en tres billones de dólares). Sumen a eso los costes de otra guerra perdida, la de Afganistán, con 320.000 millones, de momento.
No es de extrañar que, según los datos que dio la Oficina de Presupuesto del Congreso el pasado 19 de agosto, el déficit presupuestario federal de Estados Unidos superará este año los 1,3 billones de dólares, lo que significará el segundo mayor déficit en 65 años. Basta sumar y echar cuentas, y se comprueba la principal causa de ese déficit. Como para no salir por patas.
Pero el coste de la agresión a Irak es mucho más que dinero: 4.414 militares norteamericanos muertos en combate, 31.8797 heridos, 1.135 amputados. Y un Irak que tardará siglos en recuperarse. No deja de ser llamativo que el coste de la guerra haya sido de 2.435 dólares por ciudadano estadounidense y, en cambio, para cada niño, mujer y hombre iraquí suponga 25.828 dólares de media.
Todo ello para dejar a Irak convertido, en la práctica, en un cuasi protectorado de su peor enemigo en Oriente Medio. La influencia de Irán, a través de la mayoría chiíta y del propio gobierno títere, se ha vuelto un problema de difícil solución para EEUU. Y en el norte del país, la independencia de facto del Kurdistán iraquí no hace sino enturbiar las relaciones con su otrora principalísimo aliado Turquía.
Y lo que no está bajo la influencia iraní, lo está bajo la de Al Qaeda, que hasta la invasión de Irak no tuvo oportunidad ninguna de infiltrarse en el país. Lo que se dice una estrategia brillante.
Evidentemente, el imperialismo no se va a rendir. Intentará salvar los muebles que pueda y prolongar su agonía recurriendo a los trucos más sucios que aún le quedan. Por ejemplo, convirtiendo a la CIA –aún más– en una organización paramilitar para “guerras en la sombra” contra “terroristas” en Asia y África, estrategia de la administración Obama puesta al descubierto por The New York Times.
La crisis económica capitalista y el declive militar imperialista no van a suponer menos sufrimiento. Es tarea nuestra hacer más corta la era de la explotación.
Teodoro Santana
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