Hace unos años tuve el honor de participar en un homenaje a Alfonso Sastre en La Habana, y durante los preparativos el presidente del Instituto Cubano del Libro me dijo sorprendido: “Debe de haber un problema técnico en la web de El País, porque he buscado información sobre Alfonso y no aparece nada, y eso que ya están digitalizados los últimos diez años del periódico. ¿Cómo es posible que en el diario más leído de España no haya una sola mención al más importante escritor español vivo?”. “Claro que hay un problema -le contesté-, pero no es un problema técnico precisamente. Lo que ocurre es que Alfonso eligió vivir en Euskal Herria, no se considera español sino vasco y apoya abiertamente a la izquierda abertzale, y eso, como él mismo suele decir, lo ha convertido en el hombre invisible”.
El de Alfonso Sastre es el caso más clamoroso, pero no el único; cualquier escritor, artista o intelectual que defienda públicamente la revolución cubana o el derecho del pueblo vasco a la autodeterminación, o que denuncie las torturas policiales o las mentiras de las mafias mediáticoculturales, se expone a desaparecer de los grandes medios de comunicación -que a efectos prácticos equivale a dejar de existir- o, cuando menos, a tener serias dificultades para dar a conocer su pensamiento y su obra. Ya no hay censura explícita, como durante el franquismo, pero por la sencilla razón de que no es necesaria: es más fácil -y más barato- comprar a los intelectuales que reprimirlos, y a los pocos que no se dejan sobornar o no producen una obra políticamente correcta, sencillamente se los excluye del mercado cultural y del circo mediático.
Pero hace poco descubrí que existe una cosa llamada Web Score o “Coeficiente de Visibilidad en la Red”, que, como su nombre indica, mide (en una escala del 0 al 10) el grado de ciberpopularidad de una persona. Y, para mi sorpresa, comprobé que algunos intelectuales de izquierdas condenados a la invisibilidad por los grandes medios tienen un CVR comparativamente alto, o incluso muy alto (como referencia, el de Penélope Cruz, la española más mediática, es de 7.8). Por ejemplo, Alfonso Sastre, con su 6.9, está a menos de un punto de la omnipresente Pe, y Eva Forest tiene un CVR de 6.2; Belén Gopegui ostenta un nada desdeñable 6, y Santiago Alba Rico, Carlos Fernández Liria y Javier Maqua, un 5.5, seguidos de cerca por Vicente Romano (5.4) y Gloria Berrocal (4.9).
La sorpresa se vuelve todavía más agradable al comprobar que algunos conocidos intelectuales de derechas, a pesar de gozar del favor de los poderes establecidos y de los grandes medios de comunicación, no obtienen resultados mejores. Veamos algunos ejemplos: Félix de Azúa, 4.3; Alfonso Ussía, 5.4; Amando de Miguel, 5.9; Jon Juaristi, 6; Gabriel Albiac y Luis Alberto de Cuenca, 6.1… Solo los hipermediáticos Federico Jiménez Losantos y Fernando Sánchez Dragó (6.6) superan ligeramente en ciberpresencia a la demonizada Eva Forest; y, aunque cueste creerlo, están tres décimas por detrás del “hombre invisible”.
Sería ingenuo pensar que la Red es de izquierdas; pero, cuando menos, es una palestra que se sustrae al control absoluto de los poderes establecidos. Una palestra en la que algunos de los invisibles se vuelven visibles -incluso muy visibles- y los intelectuales orgánicos revelan su debilidad (y a menudo enseñan sus vergüenzas). La Red es la calle, y la calle es nuestra. Es nuestra en la medida en que la ocupamos, en la medida en que la llenamos de presencias y testimonios, de argumentos y propuestas. Intentarán -ya lo están intentando- quitárnosla, expulsarnos de ella, encerrarnos en guetos. Pero somos muchos y muchas, cada vez más; somos una manifestación permanente, una marcha sin fin, un clamor incesante. No nos moverán, porque no dejamos de movernos.
Carlo Frabetti
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