lunes, diciembre 03, 2012

Trotsky y la cuestión nacional catalana



Como no podía ser menos, la edición del muy oportuno ensayo de Jaime Pastor Los nacionalismos, el estado español y la izquierda (La Oveja Roja-Libros de Viento Sur, Madrid, 2012), nos plantea un debate sobre el tema hacia atrás y hacía adelante…
Dicho debate tiene numerosos hilos, uno de ellos es el que no traslada a las aportaciones leninistas que daría lugar a una tradición basada en la defensa del principio del derecho de autodeterminación, un principio que se apoya ante todo en la voluntad mayoritaria del pueblo …Resulta curioso que este punto fuese uno de los puntos de ruptura de Lenin con el estalinismo incipiente a través del caso de Georgia; y no lo es menos que por entonces un Trotsky inmerso en la defensa de la revolución interviniera inicialmente en el debate con uno de sus textos menos apreciados, Entre el imperialismo y la revolución (1). Este alegato fue escrito en 1922 contra la Internacional Socialista, que había llevado el asunto del gobierno menchevique derrocado a la Conferencia Internacional de Ginebra. Inmersos en la defensa incondicional de una revolución sola contra el mundo, la dirección bolchevique no apreció que los métodos empleados por Stalin chocaban “con la oposición del Comité Central de los comunistas de Georgia que, aún aprobando la consolidación de los lazos con Rusia y el sistema soviético, velaba por la salvaguarda de los atributos de la independencia nacional” (2)
En este caso nos encontramos con dos de las mayores paradojas del curso revolucionario. Desde esta defensa incondicional por la supervivencia del Estado obrero, los bolcheviques, con la excepción de Lenin, mucho más precoz en este aspecto, no supieron ver que dentro de la propia revolución se estaba gestando un curso de “deformación burocrática”…Esta deformación comprendía igualmente un resurgimiento del nacionalismo gran ruso encarnado curiosamente por un georgiano, Stalin, paradójicamente el mismo que había escrito una versión esquemática sobre el marxismo y la cuestión nacional. El mismo Comisario del Pueblo para el asunto de las nacionalidades, destinado desde Octubre de 1917 a dinamitar la Rusia “cárcel de los pueblos” y a reconocer el derecho de autodeterminación como no lo había hecho ninguna otra revolución antes ni lo volvería a hacer ninguna revolución después. Entre 1922 y 1924, la cuestión de Georgia se sitúa en un espacio clave del “último combate de Lenin” contra una sórdida burocratización que crecía al amparo de un nuevo Termidor.
Trotsky no figura en ninguna de las antologías que se han editado sobre “el marxismo y la cuestión nacional” (3) Su posición “ecléctica” de antes de 1917 cambió desde entonces, haciendo suya la concepción leninista, la misma, que defenderá brillantemente en Brest-Litovsk en su calidad de comisario del pueblo para Asuntos Exteriores. Dada la actual desmemoria sobre la revolución rusa, no creo que este de más subrayar que Octubre concedió ipso facto el derecho a la autodeterminación a naciones “prisioneras” del zarismo como Finlandia y Polonia, así como a muchas otras nacionalidades, algunas de ellas escasamente conocidas, y que como es sabido, suscitaron la reacción crítica de Rosa Luxemburgo. Los criterios leninistas sobre las nacionalidades se plasmaron en las tesis del Komintern sobre las nacionalidades oprimidas cuando lo guiaban Lenin y Trotsky (1919- 1923), así como en la célebre resolución del congreso de la II Internacional de 1896, resolución que conoció el excepcional privilegio de ser aprobada tanto por Lenin como por Luxemburgo: “El congreso proclama el pleno derecho de todas las naciones a la autodeterminación; y expresa su simpatía por los obreros de todos los países que actualmente padecen bajo el yugo del absolutismo militar, nacional o de cualquier otra especie; el congreso llama a los obreros de esos países a que se unan a las filas de los obreros conscientes de todo el mundo, con objeto de combatir junto con ellos para vencer al capitalismo internacional y alcanzar los objetivos de la democracia social internacional”.
Ulteriormente, mientras que el “marxismo-leninismo” codificado por Stalin le sirvió para imponer la “gran Rusia” contra las diversas nacionalidades en nombre del “internacionalismo proletario”, la Oposición de Izquierda primero, y el “trotskismo” internacional se erigió como un abanderado de las tesis leninistas sobre la cuestión. Tesis que –como recordó Martí Caussa en la presentación del libro de Jaime Pastor en Barcelona-, siguen estando plenamente vigentes.
Fruto de esta continuidad serán algunas aportaciones tan importantes como la de Roman Rosdolsky, autor de El problema de los pueblos «sin historia», que supone una crítica a algunas tesis de Engels, fue publicada por Fontamara, (Barcelona, 1981, tr. de Conrado Ceretti). En la misma editorial se publicaron otras dos aportaciones de la misma escuela, la ya clásica de Andreu Nin, Los movimientos de emancipación nacional, en edición de Pelai Pagès (responsable también de una recopilación de textos de Nin sobre la misma cuestión en Fontamara, y en catalán en La Magrana; de este libro existe una edición en catalán publicada en Base y una versión abreviada en astur auspiciada por la Fundación Andreu Nin de Asturias). En la misma línea cabe registrar el trabajo conjunto de Michael Löwy y Georges Haupt Los marxistas y la cuestión nacional (Barcelona, 1974, tr. de Emili Olcina). Löwy sigue siendo uno de los investigadores internacionalmente más reconocidos sobre esta cuestión, y ahí está uno de sus estudios más recientes, ¿Patrias o planeta?. Nacionalismos e internacionalismos. De Marx a nuestros días (HomoSapiens, rosario, Argentina, 1998)
Cabe anotar también la aportación, muy desde el horizonte nacional vasco de los hermanos José Luís y José María Arenillas, Sobre la cuestión nacional en Euzkadi (Fontamara, 1981, obra de la que por lo que sé puede darse una edición ampliada con nuevos textos encontrados pro amigos de Euzkadi), y ya puestos, cabe recordar un aporte más reciente, el firmado por José Iriarte “Bikila”, ¿Los trabajadores tienen patria? Internacionalismo e internacional (Gakoa, Donosti, 1991), que aparte de una reflexión general ofrece un capítulo sobre la cuestión nacional en Euzkadi (escrito en euskera) con un apéndice sobre «Perestroika y cuestión nacional». Otra aportación de la misma escuela es la de Tom Nairn, La cuestión de las nacionalidades (Península, Barcelona, 1979). Este reguero de trabajos propios y de traducciones conoció un largo paréntesis pero vuelve a ser retomad como viene a demostrar el libro de Jaime que de alguna manera viene a significar una cierta recapitulación para situarnos antes el aquí y el ahora.
Jaime dedica una cierta atención a la posición de Trotsky que “parte también de un análisis de la historia de España que trata de entroncar con los apuntes de Marx para insertarla dentro de la ley del desarrollo des­igual y combinado y su teoría de la revolución permanente”, que situada ante el caso español, le lleva a reconocer su especificidad, desde la cual defiende el derecho de autodeterminación de Catalunya mostrándose abierto a la fór­mula que pudiera adoptar —federación, separación— en fun­ción de las coyunturas que fueran presentándose a lo largo del proceso.
Curiosamente, en un trabajo publicado en “La Vanguardia” de Barcelona sobre Andreu Nin, su responsable que va de experto llega a afirmar que la “cuestión nacional catalana” tuvo que ver en las diferencias entre Nin y Trotsky, “noticia” que luego he escuchado repetir al autor de un libro sobre viajeros ilustres en Cataluña en el que se cita a Trotsky por su breve pasaje en 1916. Estas cosas se puede decir impunemente en casa de los Godó –quizás habría que decir que cuanto menos no son tan repulsivas como las que se vertían contra toda la tradición revolucionaria hasta llegar al Antiguo Egipto en el mismo diario, recuerdo una de aquellas tribunas infames en la que el autor decía que si Stalin era comparable con Hitler, Trotsky lo era con Ernest Rhom, líder de la Sturmebteinlung-, pero carecen del menor veracidad, ahí están las páginas (120-121) del libro de Jaime, y ahí va este fragmento tomado de la recopilación de los escritos de Trotsky sobre España que realizó Pierre Broué, y que publicó en Barcelona la estupenda Editorial fontanella en 1977, una de las más comprometidas durante el tardofranquismo.

---Notas

--(1) Entre el Imperialismo y la revolución, León Trotsky, Colección R, México D.F., 1973. Digitalizado por el Grupo Germinal. Hubo una edición de Júcar en los años setenta a la que le he perdido la pista. Según Trotsky, Georgia era una “república menchevique oscilaba constantemente entre el imperialismo y la revolución proletaria, pidiendo al primero su ayuda o bien le ofrecía la suya contra la segunda. Por otra parte, éste fue el juego de toda la II Internacional. La Georgia menchevique pagó con su propio hundimiento su ligazón con la contrarrevolución. Y la misma suerte amenaza, inevitablemente, a la II Internacional. No tiene nada de extraño si la campaña de la socialdemocracia, en todos los países en favor de la Georgia “democrática” toma, en cierta medida, un valor simbólico…”.
--2) Esta cuestión está tratada en detalle por Moshe Lewin en El último combate de Lenin (Lumen, Barcelona, 1970, sobre todo en el cap. IV, Stalin, Trotsky y los georgianos.
--3) L más amplia en castellano creo que ha sido El marxismo y la cuestión nacional (Ed. Avance, Barcelona, 1976; traducción y notas de José Mª Colomé), que recoge estudios y textos sobre Marx, Engels, Kautsky, Nacer, Renner, Rosa Luxemburgo, Lenin y Stalin

Pepe Gutiérrez-Álvarez

LA CUESTIÓN NACIONAL EN CATALUÑA (*)
Carta al S(ecretariado) I(nternacional).

Aún sobre las cuestiones actuales de la revolución española.

1º.- Maurín, «jefe» del «Bloque obrero y campesino», adopta el punto de vista del separatismo. Después de algunas dudas ha decidido constituirse como el ala izquierda del nacionalismo pequeño‑burgués. Ya he afirmado que en el actual estadio de la revolución, el naciona­lismo pequeño‑burgués catalán es un factor progresivo, pero con una condición: que desarrolle su actividad fuera de las filas comunistas y que pueda estar siempre bajo la crítica de éstos. Por el contrario, si se deja que el nacionalismo pequeño‑burgués se disfrace con la máscara del comunismo, se está asestando un duro golpe a la vanguardia del proletariado, y al mismo tiempo se está matando la significación progresiva del nacionalismo pequeño‑burgués.
2. º.- ¿Qué significado tiene el programa del separatismo? La desmembración política y económica de España, o, dicho de otro modo, la transformación de la península Ibérica en una especie de península Balcánica, con estados independientes, barreras aduaneras, con ejércitos independientes y con guerras hispánicas « independientes ». Entendámonos, Maurín dirá que no es todo esto lo que él pretende. Pero los programas tienen su lógica, y esto es lo que le falta a Maurín...
3. º Los obreros y los campesinos de las diferentes partes de España, ¿están interesados en el desmembramiento económico del país? De ninguna manera. Precisamente por esto, es nefasto identificar la decisiva lucha por el derecho a la autodeterminación, con la propaganda separatista. Nuestro programa es la Federación Hispánica, con el elemento indispensable de unidad económica. No tenemos intención de imponer este programa a las nacionalidades oprimidas de la península con la ayuda de las armas burguesas. En este sentido, estamos sinceramente por el derecho a la autodeterminación.22 Si Cataluña se separa del resto de España, tanto la minoría comunista catalana como la española, deberán combatir por una Federación.
4. º.- En los Balcanes, es aún la vieja socialdemocracia de antes de la guerra, la que ha avanzado la consigna de la Federación Balcánica democrática, como solución a la situación de locos creada por el desmembramiento de los estados. Hoy en día, la consigna comunista en los Balcanes debe ser la Federación soviética Balcánica (a propósito, la Internacional Comunista ha propuesto la consigna de Federación soviética Balcánica, ¡pero al mismo tiempo la rechaza para Europa!). En esta situación, ¿podemos hacer nuestra la consigna de balcanización de la península Ibérica? ¿No es monstruoso?
5. º.- Los sindicalistas ‑por lo menos algunos de sus jefes‑ han declarado que lucharán contra el separatismo si es necesario con las armas en la mano. En este caso, comunistas y sindicalistas se encontrarán en diferentes lados de la barricada, porque aunque no compartan las ilusiones separatistas, sino todo lo contrario, criticándolas continuamente, los comunistas deben oponerse tenazmente a los verdugos del imperialismo y a sus lacayos sindicalistas.
6. º.- Si la pequeña burguesía llegase a desmembrar España, en contra de los consejos y la crítica de los comunistas, no tardarían en hacerse evidentes los resultados de este tipo de régimen. Los obreros y los campesinos de las diferentes partes de la península llegarían rápidamente a esta conclusión: Sí, los comunistas tenían razón. Precisamente esto significa que nosotros no debemos comprometernos ni lo más mínimo con el programa de Maurín.
7º.- Monatte espera que los sindicalistas españoles crearán un nuevo estado sindicalista3. En vez de esto, sus amigos españoles se integran con éxito en el Estado burgués4. ¡El cuento de la desgraciada gallina que empolla huevos de pato! Hoy en día es muy importante seguir de cerca todo lo que dicen y lo que hacen los sindicalistas españoles. Esto posibilitará a la Oposición de izquierda francesa golpear con éxito al anarcosindicalismo francés. Está fuera de duda que los anarcosindicalistas se comprometerán continuamente a la hora de la revolución.
¡La genial idea de los anarcosindicalistas consiste en ir contra las Cortes sin participar en ellas! Empezar la violencia revolucionaria, lucha por el poder, apoderarse de él, nada de esto les está permitido. En lugar de esto, se les recomienda «controlar» a la burguesía en el poder. Un cuadro magnífico: ¡la burguesía desayuna, come y cena, mientras el proletariado dirigido por los anarcosindicalistas, con la tripa vacía, controla las operaciones!

Notas

1 T. 3394. Carta al S(ecretariado) I(nternacional). Boletín de la 0posición, n. º 23, agosto de 1931, pp. 15‑16, The Militant, 19 de septiembre de 1931.
2 Trotsky desarrolla aquí la posición defendida por Lenin y el partido bolchevique frente a las diversas nacionalidades del imperio zarista
3 En La Révolution Prolétarienne, n. º, 117, mayo de 1831, Pierre Monatte se extrañaba de la orientación reformista de los anarcosindicalistas españoles de la CNT. Llamaba a los anarquistas y a los anarcosindicalistas a observar la realidad y aceptar la necesidad de la «dictadura del proletariado», sin que fuera, como en Rusia, la dictadura de un partido; sugería que en la actual situación española, esta dictadura del proletariado podría ser asegurada por los sindicatos, que harían nacer de esta forma un nuevo tipo de «Estado obrero» y una forma sindical de la dictadura del proletariado.
4 Alusión al núcleo dirigente de la CNT, con Ángel Pestaña, Juan Peiró, etc., los “trentistas” que en opinión de Trotsky se había comprometido abiertamente con los dirigentes republicanos, orientándose hacia un programa reformista.

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