jueves, julio 03, 2014

Reseña de Mario Amorós, 75 años después. Las claves de la guerra civil española. Conversación con Ángel Viñas, Barcelona, Ediciones B, 2014.

Aunque no se trata, por supuesto, de decir amén a todo, todo lo que no sea recomendar esta conversación, leerla, estudiarla, difundirla y discutirla entre amigos y compañeros y compañeras está de más. Añado algo, muy poco, que, propiamente, está de más.
Mario Amorós es un incansable periodista y enorme historiador que ha realizado aportaciones fundamentales a la historia del Chile contemporáneo. Su último libro dedicado a Allende está en la mente de todos. También son dignas de mención sus sustantivas aportaciones a la historia del antifranquismo. Ángel Viñas (que nos recuerda algunos de sus grandes maestros: Manfred Merkes, Herbert R. Southworth, Juan Marichal, Andreas Hillgruber, Manuel Tuñón de Lara), innecesario es recordarlo, es uno de nuestros más grandes historiadores sobre la guerra civil española, el gran acontecimiento de nuestro historia más reciente. La bibliografía que Amorós ha incluido al final del volumen (páginas 263-267) es muestra de la excelencia y dimensiones de una obra ya imprescindible, la de un clásico de nuestras ciencias históricas. Del encuentro, de la conversación entre ambos, ha surgido un libro cuyo interés y calidad eran previsibles. No se lo pierdan más allá de sus posibles (y razonables) desacuerdos en algunos puntos, tesis o argumentaciones. Nada puede honrar más a los autores. Si estuviera en mi mano, haría todo lo posible para que todos los estudiantes universitarios, incluso alumnos de bachillerato y ciclos formativos, de nuestro país lo tuvieran muy presente entre sus lecturas básicas y formativas. Por lo demás, el libro está lejos de poder interesar tan sólo a las personas que desean iniciarse en la temática inagotable de nuestra guerra civil. También reclama la atención de las personas más puestas en el tema.
Una biografía sucinta del entrevistado. Ángel Viñas nació el 2 de marzo de 1941 en un Madrid bombardeado y asediado por las tropas franquistas y sus apoyos internacionales, el Madrid del millón de muertos del que hablara Dámaso Alonso Hijo de un pequeño comerciante, AV comenzó a recorrer Europa con apenas 17 años gracias a su excelente expediente académico. Sus primeros destinos laborales le llevarían al FMI -¡al FMI nada menos!- y a la embajada española en la RFA. Su vida dio un giro de 180 grados cuando Enrique Fuentes Quintana, posterior vicepresidente económico de gobierno con Adolfo Suárez, le orientó hacia el campo de la Historia al encargarle una investigación sobre la relación de la Alemania nazi con el golpe de Estado militar de 1936 (que dio pie a su primer gran libro: La Alemania nazi y el 18 de julio). A finales de la década de los 70, AV ya era uno de los historiadores más destacados de nuestro país y, actualmente, es una referencia académica para varias generaciones de historiadores que, tras largos años de investigación, están consiguiendo -cito algunos nombres de una lista muy extensa: Francisco Morente, Ferran Gallego, José Luis Martín Ramos, Andreu Mayayo, Alejandro Andreassi, Ricard Vinyes,…- impugnar y desmontar la propaganda franquista, y la historiografía que le es fiel y servil, y los mitos erigidos por la dictadura y sus apologistas para justificar el golpe de Estado, su criminal guerra, los apoyos de las potencias del Eje fascista y los siguientes 40 años de dictadura, represión y muerte. Entre sus investigaciones destaca haber explicado el asunto del “oro de Moscú”, una de las grandes falacias-estafas de la ideología fascista española, y de haber desvelado (de ambos temas se habla en el libro) los contratos de armas de la trama civil conspiradora española con la Italia fascista.
75 años después está dividido en una presentación, siete capítulos, un epílogo y la bibliografía de AV a la que hacíamos antes referencia. Los capítulos del libro: 1. Los enemigos de la República. 2. Mussolini, Hitler y Stalin. 3. El oro y el ejército popular. 4. Una guerra moderna, una guerra total. 5. La resistencia republicana. 6. Tradición y derrota. 7. Una guerra “inconclusa”.
En la presentación, “La forja de un historiador”, Amorós traza una imagen sucinta de AV y en la conversación anexa –“Desde el corazón de Madrid”- se nos detalla las aristas más importante de su biografía intelectual y política (la aproximación a la RDA no es el momento más logrado desde mi punto de vista).
La metodología de trabajo del autor de la gran tetralogía –¡La dignidad de la República!- sobre nuestra guerra civil: el primer desafío del historiador, señala, “es hacer inteligibles los documentos que descubre en los archivos y contextualizarlos adecuadamente. Los documentos no dan respuestas, hay que arrancárselas. Esa documentación, esa evidencia primaria relevante de época, es la base de todos lo demás”. En segundo lugar, prosigue, “el historiador examina la secuencia cronológica de los acontecimientos a partir de la documentación que ha encontrado. La Historia, obvio es decirlo fluye. Ahora bien, la realidad histórica es compleja, está entrecruzada por factores de naturaleza política, militar, económica, cultural, social…” En su procedimiento, va segmentando de manera “un tanto arbitraria los temas según sus características, manteniendo el orden cronológico”. De tal forma que “el carácter inicialmente caótico de la información bruta empieza a suscitar ideas.” No obstante, concluye este punto, él cree que le diferencian de otros historiadores dos características: “diseño lo que llamo el cañamazo original sobre el que se basará el discurso ulterior. Como no me dejo llevar por hipótesis previas ni por el conocimiento acumulado, que en ese momento ignoro o no tengo en cuenta, el cañamazo articula una evidencia primaria y ya segmentada cronológicamente.”
Para abonar y agitar el apetito del lector/a no me parece mala estrategia, sería mi cañamazo original que anuncio explícitamente, apuntar algunas reflexiones de AV en torno a asuntos centrales del tema tratado y del oficio del historiador, consciente de los fuertes límites de la selección. Estas por ejemplo:
1. ¿Es posible una historia objetiva o imparcial, es posible la objetividad en historia? “Siempre que he escuchado a un historiador definirse alegremente como “objetivo” se tata de un autor conservador o hiperconservador que pretende disimularlo. Me parece indudable que la Historia siempre se escribe desde el punto de vista ideológico, porque los historiadores no somos piedras, tenemos nuestro corazoncito y nuestras ideas”. Escribir sin ideología, afirma, es literalmente, imposible. No es éste el problema. “La clave es si el historiador respeta o no los documentos de archivo, la información nueva sobre un tema que haya descubierto, si no la tergiversa, si la integra en su relato, la interpreta y la contextualiza adecuadamente”, si es o no capaz, en definitiva, el paso es brillante, “de disciplinar su ideología o se deja llevar por sus ideas preconcebidas, por su subjetividad”. Es en este sentido en el que se considera un historiador objetivo “pero no imparcial porque tengo mis ideas políticas: no soy franquista, creo que Franco hizo cosas horribles y no me inspira ninguna simpatía. Tampoco tengo ningún inconveniente en reconocerle una sagacidad política que considero superior a la de los republicanos en general. Hay gente que le niega el pan y la sal, yo no.
2. El oro de Moscú. “Engañaron como chinos a los españoles. En una sostenida campaña de propaganda, el régimen aseguró que la Unión Soviética debía “devolver” el oro esgrimiendo el acta de su depósito en Moscú. Mi libro de 1976 demostró que Franco y sus ministros de Hacienda y de Exteriores conocían desde 1956, por los papeles de Negrín, la operación del oro a grandes rasgos: que la República lo había vendido a Francia y, sobre todo, a la Unión Soviética para adquirir armamento y suministros. Lo ocultaron y lo presentaron como un saqueo.”
3. Los inicios de la conspiración contra la II República. “Según ha revelado José Sánchez Asiaín, la tarde del mismo 14 de abril…La II República fue aclamada popularmente y la derecha quedó completamente desaborlada, pero pronto se confabularon para detener las reformas que se adivinaban en el horizonte en aplicación del programa democrático, modernizador y reformista que inspiró la Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931 por las Cortes.”
4. El modelo fascista. “Los contactos de esos sectores con la Italia fascista se habían intensificado después del fracaso de la “sanjurjada”. Sus promotores concluyeron que necesitaban la ayuda de este país que, además, les brindaba un modelo político: el fascismo. Durante 1932 y 1933 hubo contactos y viajes a Roma muy sospechosos de José Calvo Sotelo…”
5. La muerte del general Balmes. “Estoy convencido de que, por orden de Franco, aquel día [16 de julio] un oficial de acercó a Balmes. Se conocían bien. Le disparó a quemarropa. Cuatro días después, este oficial empezó a cumplir misiones muy importantes y secretas desde Tetuán para Franco. No hubo ningún oro que hiciera eso. Franco se fiaba de él y se lo llevó a Canarias. Ni que decir tiene que aquellas misiones podría haberlas efectuado cualquier de los oficiales del ejército de África. El asesino había sellado un pacto de sangre con Franco... La muerte de Balmes, además de despejar la duda sobre el éxito de la inminente sublevación contra la República en Gran Canaria, fue la excusa perfecta que necesitaba Franco para solicitar permiso al Ministerio de la Guerra y desplazarse a Las Palmas el 7 de julio al objeto de presidir el funeral.”
6. La CNT. “Era, para ellos y otros, la utopía al alcance de la mano, la posibilidad de crear la nueva sociedad tantas veces y durante tantos años imaginada en los ateneos libertarios y en las publicaciones anarquistas. Pero después de aquellos días de embriaguez colectiva, en la semanas y meses siguientes la República se vio en la obligación de formar un ejército de verdad, las milicias no bastaban para dar batalla a los sublevados. Gabriel Cardona lo expresó de una manera muy gráfica: “Los milicianos anarquistas iban al frente a conquistar la utopía y se encontraron con un tiro en la frente.” Porque hay que contextualizar: se formaron las milicias… pero ¿qué eran estas fuera de Madrid o de Barcelona? No eran más que unidades formadas por campesinos, trabajadores de pequeño pueblos o ciudades, militantes de la UGT o de la CNT que el 10 de julio estaban trabajando extenuados de sol a sol y el 10 de agosto combatiendo. ¿Cuál era el valor militar de este pueblo en armas? Muchos caen ahí en la mística revolucionaria….”
Los ejemplos, las reflexiones, los puntos de vista originales, los argumentos de interés (sin duda discutibles en algunos casos, como no podía ser de otra forma) se multiplican a lo largo de las páginas de este magnifica conversación.
En una entrevista de Alejandro Torrús para Público del pasado 1 de abril de 2014, fecha altamente significativa, el entrevistado señalaba “lo que los historiadores académicos escribimos no pasa al gran público. La enseñanza de la Historia contemporánea, comparada con otros países como Francia, es un auténtico desastre”. No tenemos que olvidar que el general golpista murió en la cama después de casi 40 años de dictadura pura, “consiguiendo construir una versión canónica de la República, de la Guerra Civil y del propio régimen como salvador de España”. Hay un sector importante de la sociedad española y de los medios de comunicación que siguen influidos por el recuerdo del franquismo. El caso español, en paralelismo más que discutible según creo, es parecido al ruso. “Son países que no han logrado desengancharse de su pasado. Sabemos bastante de la Guerra Civil. En los últimos quince o veinte años, desde que se han abierto los archivos militares y políticos, hemos aprendido muchísimas cosas que antes no se conocían”.
Es muy difícil decir algo nuevo sobre todo ello, “no imposible, pero muy difícil”. La cuestión, remarca AV, es ver si son ciertas o no todas las afirmaciones o interpretaciones que se han hecho hasta el momento. En este sentido, “la batalla por la recuperación del pasado no ha terminado. Por desgracia todavía muchos archivos son inaccesibles (En España, especialmente los archivos militares, son casi inaccesibles)”. Tampoco están, recuerda, “los papeles de Franco, de los se desconoce una parte y la otra nunca se ha abierto”. Luego hay archivos extranjeros que todavía no están abiertos. “En el Reino Unido los archivos de los servicios de inteligencia para la Guerra Civil están todavía cerrados a cal y canto”. Y no por casualidad por supuesto. En la ex URSS, “los archivos soviéticos no se han abierto todos” pero se han abierto muchos. Se podrán decir nuevas cosas, concluye, “se podría sustentar y apoyar con evidencias cosas que se están diciendo ahora y otras que se siguen diciendo se podrán rechazar.”
Pues bien: las cosas que Ángel Viñas nos cuenta, en su conversación con Mario Amorós, que no nos cansaremos de recomendar, arrojan luz (que puede y que debe ser discutida) sobre puntos nucleares de la guerra civil, de la heroica y dramática resistencia de los pueblos de Sefarad contra un golpe de Estado militar de marchamo fascista y criminal y con negruzco, decisivos y prolongados apoyos internacionales (no sólo de la Italia fascista y la Alemania nazi).
Lo dicho: no se la pierden. Y algo más: gracias.

Salvador López Arnal
El Viejo Topo

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