Hace poco más de un mes se cumplieron los 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial (PGM). Veintiún años después se desataría la Segunda Guerra, donde las grandes potencias mandaron, bajo el engaño de una lucha entre las democracias y el fascismo, a sus propios pueblos como carne de cañón para defender sus intereses imperialistas.
El camino hacia la guerra
La “Gran guerra que terminaría con todas las guerras”, la de 1914-18, lejos de esto, dejó las condiciones abiertas para que 21 años después estallara una nueva guerra mundial, como continuidad y profundización de la Primera. Es que como afirmaban Lenin y Trotsky, no habría una guerra que termine con todas las guerras en la medida en que los trabajadores no derrotaran al capitalismo como sistema de explotación mundial, que por su misma naturaleza está formado por distintas potencias imperialistas que tienden a profundizar su crisis económicas-estatal y a las guerras por salvar o conquistar nuevas zonas de dominio, en un mundo que ya está repartido.
Trotsky pronosticó esta guerra ya en los ’20, teniendo en cuenta que en la anterior guerra no se había terminado de definir un nuevo imperialismo dominante, como había sido Gran Bretaña hasta ese momento que se encontraba en decadencia, frente al crecimiento pujante de EE.UU. La gran crisis económica mundial de 1929, el ascenso del fascismo en Italia y Alemania (asfixiada por las deudas económicas impuestas al final de la PGM) fueron los primeros indicios. La derrota de la insurrección de Barcelona de 1937, el triunfo de Franco en 1939 y la derrota de la huelga general francesa en 1938, mientras los distintos imperialismos empezaban a configurar sus alianzas para la guerra (los Aliados: GB, Francia, EEUU, luego la URSS; y el Eje: Alemania, Italia, Japón, con el apoyo “neutral” de España), reafirmaron este pronóstico. La política de concesiones del imperialismo inglés y francés para “apaciguar” a Hitler, por el contrario, lo fortalecía cada vez más, como demostró el Pacto de Munich, donde le entregaron parte de Checoslovaquia. Es que los llamados imperialismos “democráticos” como Gran Bretaña, veían en el nazismo la posibilidad de que éste derrotara a los “bolcheviques” de la URSS y por eso permitieron el rearme alemán (al mismo tiempo que asfixiaban económicamente a su pueblo).
Trotsky saca la conclusión de la urgencia de fundar la IV Internacional (3 de septiembre de 1938) para que los pequeños partidos revolucionarios, especialmente de Europa y EEUU, se prepararan para resistir la primera etapa de patriotismo y pacifismo, para luego encabezar las futuras revoluciones que desencadenaría la guerra imperialista.
Stalin, temeroso que una invasión de Alemania desatara una revolución en la propia URSS (que subsistía como Estado obrero, aunque desde 1924 dirigido por una camarilla burocrática que venía de ejecutar a gran parte de los viejos bolcheviques en los Juicios de Moscú), firmó un “pacto de no agresión” con Alemania, dividiéndose Polonia y dejándole el terreno libre para el avance de Hitler hacia Occidente.
El estallido de la guerra
El 1° de septiembre, con la invasión de Alemania a Polonia comienza la Segunda Guerra. Detrás de la máscara de una guerra entre “las democracias y el fascismo” se ocultaban los intereses de los distintos imperialismos: Alemania, dada su falta de colonias, quería colonizar Europa y la URSS para imponer su hegemonía; EE.UU., necesitaba una guerra que termine de imponer su superioridad económica, militar y política –lo que no pudo hacer en la PGM–, subordinar a Gran Bretaña y Francia como imperialismos arrebatándole gran parte de sus colonias, así como conquistar China y recuperar para el capitalismo a la URSS. La anterior derechización de la mayoría de los gobiernos europeos hizo muy fácil la invasión nazi de la mayoría de Europa. EE.UU. primero más interesado en su frente asiático, dejó pasar varios años para su entrada directa en la guerra para que sus enemigos y “amigos” se desgastaran lo más posible, aprovechando la lejanía de su territorio del terreno de combate. La URSS, que en 1941 también fue invadida por los nazis rompiendo su pacto de “no agresión” sufrió la mayor cantidad de bajas (más de 20 millones entre militares y civiles). Lo único que podía detener esta sangrienta guerra que causó entre 50 y 70 millones de muertos, gracias a que los avances tecnológicos permitían matanzas en gran escala (como las bombas atómicas que tiró EE.UU. en Hiroshima y Nagasaki) era el triunfo de nuevos procesos revolucionarios. Grecia, Francia e Italia fueron parte de esos procesos pero, derrotados gracias a la política del estalinismo, no pudieron impedir que el triunfo Aliado inaugurara una nueva etapa marcada por el dominio del imperialismo norteamericano y su división del mundo con la burocracia de la URSS, que en su camino hacia la derrota de los nazis, conquistó una importante zona de influencia en Europa del Este1.
Gabriela Liszt
1 Para profundizar sobre este tema y especialmente para conocer las posiciones de Trotsky y los trotskistas en la época, se recomienda la lectura de Guerra y revolución. Una visión alternativa de la Segunda Guerra Mundial, Bs. As. CEIP, 2004 en www.ceipleontrotsky.org, Libros y compilaciones.
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