La burguesía busca utilizar las elecciones para restar importancia a las manifestaciones de junio de 2013 y recomponer la imagen de esta “democracia” para ricos. Por detrás de las urnas, se esconde el poder económico, los millones que financian a los candidatos, los lujosos privilegios que sustentan la casta política. Una máscara para continuar explotando y oprimiendo a la mayoría del pueblo que sufre en las filas de los hospitales, la precariedad de la educación, las inundaciones todos los años, la violencia policial, los bajos salarios. La demagogia de todos los principales candidatos capitalistas (Dilma, Aécio, Marina) pretende ocultar los planes de ajuste que implementarán para que sean los trabajadores quienes paguen los costos de la crisis capitalista. No podemos aceptar esta realidad.
Aprovechemos el debate electoral para construir una fuerza política de los trabajadores capaz de imponer con la lucha: ¡Que todo político gane lo mismo que un profesor! ¡Que todos los cargos políticos sean revocables en cualquier momento!
Marina Silva es parte de la “vieja política”
Marina dice que va a “superar” la polarización entre el PT y el Partido Socialista Democrático Brasilero (PSDB) que domina el país desde hace por lo menos dos décadas. El apelo a ese discurso se confunde con el gran rechazo que se expresó en junio del 2013 al régimen político de conjunto, ya que esos son los partidos que junto al PMDB sustentan esta democracia para ricos. Pero este discurso no deja de ser una jugada de marketing.
Es imposible gobernar al país al servicio de los capitalistas sin subordinarse a los dictámenes del capital financiero y sin aliarse con las oligarquías más reaccionarias, en un sistema en que la corrupción no es más que el aceite que ayuda a mover los engranajes.
Sucias alianzas detrás de la apariencia de lo “nuevo”
Cuando asumió el Ministerio de medio ambiente durante el gobierno de Lula, Marina se enfrentó con los movimientos sociales para abrazar la causa del agronegocio. Después que rompió con el PT, se alió a exponentes intelectuales neoliberales y fue financiada por los grandes monopolios capitalistas como el Banco Itaú y la empresa Natura en su candidatura presidencial en 2010.
Hoy, una de sus aliadas más cercanas es Neca Setúbla, heredera del banco Itaú, que solo en el primer trimestre de este año ganó R$ 7,1 billones, una suma mayor que la economía de 33 países juntos. Entre los monopolios que financian su campaña se encuentra Fibroi, el mayor frigorífico del mundo que recientemente fue denunciado por entregar carne infectada con larvas a sus trabajadores.
Una política económica para los ricos
El programa económico actual de Marina es tan reaccionario como el del PSDB. Para ganar la confianza del mercado financiero, en algunos aspectos busca incluso ser más realista que el rey, es decir, más reaccionaria que los petistas y tucanos. Ocurre así, por ejemplo, con su defensa de la llamada “autonomía” del Banco Central consolidada por ley, que es una forma de decir que los intereses de los bancos serán preservados a toda costa (incluso si la población tiene que cargar con el aumento del desempleo y el recorte de gastos sociales).
Marina es una ardua defensora de las privatizaciones, del fin de los derechos laborales y del aumento de edad de las jubilaciones. Llegó a plantear sus dudas sobre el mantenimiento de las inversiones de Petrobrás en el pre-sal, afirmando que, para agradar a los usureros deseosos de ganar más con el etanol, “es necesario dejar atrás la edad del petróleo”.
Lo que marca el ritmo de la política económica de Marina es el más puro liberalismo, con la defensa de las asociaciones público-privadas que dejan los servicios básicos en las manos de empresas que no tendrán, según la candidata, ningún control sobre sus ganancias. Su asesor, Eduardo Gianetti, ya defendió abiertamente el arancelamiento de las universidades públicas. Este programa deja claro qué lejos está de las “voces de junio”, que exigieron más y mejores servicios públicos, aspectos que solo pueden ser alcanzados afectando las extraordinarias ganancias de los tiburones de los servicios y la corrupción vinculada a las concesiones y privatizaciones (PPPS)
Una “ecologista” socia del agronegocio y la deforestación
Pero no solo en política económica Marina representa la vieja política: a pesar de su “demagogia ambiental”, pretende gobernar de la mano del agronegocio. Para recomponer su imagen junto a este sector, reivindica con orgullo haber liderado la aprobación de las licencias ambientales que más impacto negativo tuvieron sobre la naturaleza. Luego de una cena que realizó con 50 empresarios ruralistas, quienes afirmaron estar sorprendidos por la forma receptiva en que Marina acogió sus demandas. En la cena, Marina afirmó que pretendía implementar el Código (anti) Florestal, que destruye la mata atlántica y la floresta amazónica del país para favorecer las ganancias capitalistas.
Contra los derechos de LGBTs y trabajadores
En lo referido a los derechos humanos Marina es aun más conservadora. Después de intentar engañar a los electores con un programa de derechos a los LGBTT (lésbicas, gays, bisexuales, travestis y transexuales) fue criticada en Twitter por el homofóbico pastor Silas Malafai e inmediatamente retrocedió, “ajustando” el programa, en el cual afirma que no defiende ni siquiera el derecho al matrimonio igualitario para uniones homoafectivas. Retira esos puntos que, con todas las limitaciones y con el propósito de “dialogar con junio”, aparecía en el programa de Eduardo Campos, dejando en claro cómo Marina es una candidata que prepara un gobierno capitalista más neoliberal y reaccionario en el campo de las libertades civiles y democráticas.
Marina declaró innumerables veces estar en contra de los derechos de los LGBTT señalando que para ella el Estado no debe ser laico, ni siquiera en lo que hace a respetar los derechos individuales básicos. Preocupada con los votos de la comunidad evangélica (en verdad, obediente a los intereses reaccionarios de los grandes “capitalistas de la religión” como el pastor Silas Malafaia, que gana millones a través de las concesiones en la TV, radios, excepción de impuestos y negociados con los gobiernos), Marina se opone hasta al derecho al aborto y contra la criminalización de la homofobia, después de haber defendido a nadie menos que al racista y homofóbico Marcos Feliciano. Este es un ejemplo cabal de que por detrás de la demagogia “marinista” se esconde la “vieja política”: la mentira, el engaño, la demagogia para garantizar los negocios y los intereses de los capitalistas y los reaccionarios.
Fernando Pardal y Daniel Matos
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