Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
domingo, septiembre 07, 2014
Jean Seberg (Lillith) era de las nuestras
No descubro nada al decir que la del 68 fue una generación eminentemente cinéfila, en el “Quartier Latine” por supuesto, pero también en las barriadas en cuyas salas se podían ver pelis de Jean-Luc Godard -¡hasta Pierrot le fou¡- o de Joseph Losey que entonces se encontraba en su mejor momento de la mano de Harold Pinter…Los mitos y las musas eran numerosos y variados, pero entre estas últimas, pocas resultan tan fulgurantes en su vida y en su cine como Jean Seberg (Marshalltown, Iowa, 13 de noviembre de 1938 - París, 30 de agosto de 1979).
No existen muchos datos sobre su origen familiar. Nacida en la “clase media”, su máximo deseo fue ser actriz de cine. Estudió en la Universidad de Iowa, se sabe que estudiaba en la universidad de Iowa hasta que fue elegida para hacer el papel de Juana de Arco. En 1957, su vida da un giro y se convierte en un personaje odiado por los más fundamentalistas cristianos estadounidenses y admirado por los sectores más progresistas, debido al talante que le inquiere al personaje de Juana de Arco, una adaptación de Otto Preminger (Laura) de la célebre obra de G.B. Shaw en la que Juana es retratada como una nacionalista y una hija del pueblo.
Al año siguiente, que se ha quedado prendado del halo interpretativo que desprende, el mismo cineasta la elige para protagonizar la versión cinematográfica de la novela más de moda del momento, Bonjour tristesse, de la escritora francesa Françoise Sagan. El personaje de Cecille, pensado en principio para ser interpretado por Audrey Herpburn, lo encarna con tal convicción que hasta los franceses de la nouvelle vague piensan que Jean es de los suyos. Fue el audaz Jean-Luc Godard quién en 1959, la escogió como la “chica” de su opera prima, A bout de souffle, un hito en el cine que no quiere ser ya el de papá. Una película que alimentaría el imaginario de una nueva generación, la del 68 en la que Jean se inscribe con todas sus consecuencias.
Jean entra en el “star system”, todos los jóvenes insumisos nos enamoramos. Se convierte en un referente de todas las chicas, con su pelo a lo garçon y sus hipsters de pata de gallo. Inaugura lo que más tarde será explotado hasta la saciedad por toda la escena mod y sixties, el pop-art se animan con esta chica que parece todo atrevimiento y desparpajo. Situada a caballo entre Europa y los EEUU, la carrera cinematográfica de Jean Seberg tambalea con facilidad. De hecho, no será hasta 1964 protagoniza la última película de Robert Rossen, Lilith, una joya incalculable en la que arrastra al joven bisoño (nosotros) encarnado con talento por Warren Beatty, otro que tal. Una trama psicológica sobre un hospital de enfermos mentales que no deja claro quien merece estar y quien fuera. Rossen era uno de los perseguidos por Mcarthy en su caza de brujas que huyó a Europa para regresar y hacer dos obras mayores, esta y El buscavida, .una vivisección de la naturaleza enferma del capitalismo.
En Lilith, Jean ofrece una composición muy propia del personaje, hay un rasgo difícil de decir, que proporciona verosimilitud al suicidio de la actriz o, como, se escribió a raíz de él, y si la hipótesis del homicidio es más que una hipótesis, de su suicidio por asesinato, que fue la misma basura que Oriana Fallaci aventuró para aclarar la mueríe de Pier Paolo Pasolini. Y se añadió entonces que Lilith arroja luz en el destino personal de Jean Seberg y qué, fuera de crónicas negras igualmente obscenas, el. filme muestra que algo parecía corroer por detrás, su presencia serena o que algo hervía especialmente intenso y doloroso dentro de su placidez.
Este mismo año, Godard la vuelve a llamar para protagonizar un episodio de Les plus belles escroqueries, pero el resultado queda lejos de lo que prometía, de hecho Jean ya no volverá a encontrar ninguna otra oportunidad semejante, sí acaso en La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint your wagon) en la que encarna a una mormona que acaba teniendo dos maridos, Lee Marvin y Clint Eastwood, no era poca cosa aunque lo mejor de la película fue la banda musical. Por este tiempo Jean se había casado con el novelista Romain Gary, un tipo que según como parecía anarquista y según como era gaullista, el primero no plantea problemas ante el hecho que ella mantuviera relaciones con múltiples amantes, por lo general compañeros de rodaje totalmente olvidables como lo fueron sus películas. Entre ellas, una a rescatar, El atentado, escrita por Jorge Semprún y dirigida en 1972 por el notable Ives Boisett y en la que se contaba en clave de “thriller” el rapto y asesinato de Ben Barka por los servicios secretos norteamericanos y franceses, película necesaria en la que ella se implicó personalmente y que sentó a las autoridades como una patada en el bajo vientre. La peor sin duda La corrupción de Chris Millar, lo peor del peor Bardem con una trasfondo de insinuaciones incestuosas y lésbicas en compañía de la Marisol versión Interviú…
(Según parece, en su viaje por el norte de España Jean conoció a un joven meritorio, Ricardo Franco, con el que inició una relación ocultada por ambos y secreta hasta que el mejor Ricardo recrea la historia en una película que acabó siendo su testamento, Lágrimas negras y que protagonizó un espléndida Ariadna Gil. Evoca una historia triste habitada por drogas, depresión, locura y amour fou. Una relación que estaba desde su comienzo maldita y que nunca ninguno de los dos quiso contar en primera persona)
En alguna de estas escapadas hacia la nada, Jean comenzó a relacionarse con un líder de los Black Panthers contra el que el FBI ya había iniciado su plan de acoso y derribo. Esta es una historia que resulta muy importante recuperar ya pone en evidencia el “modus operandi” de las cloacas del Estado USA cuando se trata de acabar por cualquier una organización “subversiva”.
Pero el caso es que Jean se inscribió en la izquierda radical. O sea que ella rechaza la hipocresía, el “American way life”, el racismo y denuncia como tantas otras actrices de la época la escalada genocida en el Vietnam. El papel de Jean es importante porque sirve como conexión con la izquierda radical europea que simpatiza también con los propósitos de los discípulos impacientesde Malcom X. Como parte de la trama, el FBI comenzó a investigar su vida a la que llegan a atribuirle capacidades de una de aquellas heroínas del cine de espías puestas de moda por la reaccionaria serie de James Bond. Incluso cultivaron la idea de que el hijo que iba a tener era de un “black panther”, un niño que nunca nació porque con todo el revuelo armado provocó que naciese muerto. Pequeño detalle que al FBI le valió para abrir otra investigación ya que temían que ella se hubiese provocado el aborto. Todo aquello llevó a Jean a caer de depresión en depresión durante el resto de su vida. Después de varios días desaparecida alguien encontró su cadáver, medio descompuesto ya, cerca de un basurero en las afueras de Paris.
Ahora se vuelve a hablar de ella a raíz de la biografía (Jean Seberg, Gallimard, París, 2014) que le ha dedicado el hijo que tuvo con Romaní Gary, Diego Gary. Pero antes de leerlo, recomiendo a todos y todas que se monten un pequeño ciclo en una mujer que prefirió el desorden a la injusticia.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario