Las encuestas indican que el progreso de Marina Silva -desde el 8% que tenía su partido hasta la muerte de Eduardo Campos, hasta más del 30% actual- se ha dado casi completamente por el giro de los votantes en blanco e indecisos con tendencia a la abstención, y de “partidarios de candidatos menores” (La Nación, 19/8).
Esto afecta a la izquierda, cuyas cuatro candidaturas (PSTU, PSOL, PCB, PCO) no despegaron nunca en los sondeos del 1% de los votos a nivel nacional (la prensa los califica de nanicos: enanos). En parte, la izquierda ha intentado contrarrestar este relegamiento golpeando el discurso socialmente conservador de la ecoevangelista. Es el ángulo que escogió Luciana Genro (PSOL) en el debate televisivo, según Clarín (3/9), en tanto que el PSTU (excluido del debate presidencial al igual que las dos formaciones restantes de la izquierda) desarrolló spots que denuncian la criminalización de la homosexualidad y defienden los derechos de la comunidad LGTB. La derecha ha logrado arrinconar los planteos de la izquierda, que ha subordinado la lucha de clases y las reivindicaciones del proletariado a la defensa de los derechos civiles. En escala harto mínima, hubo intentos similares en las dos últimas elecciones en Argentina, destinados a combatir al Frente de Izquierda desde un ángulo eco-civilista.
El PSOL atravesó una fuerte crisis en plena campaña, con la renuncia de su candidato a la presidencia, que resultó relevado por Luciana Genro. En algunos distritos, el PSOL y el PSTU han conformado frentes de izquierda que podrían mejorar el resultado electoral. En Alagoas, sin embargo, el PSTU retiró su apoyo a la candidatura de Heloisa Helena (del PSOL, con 26% de intención de voto al Senado), a partir del respaldo que Heloísa recibió de parte de figuras del PSDB y el PSB (Brasil 247, 31/8). En el estado de Amapá, el PSOL secunda precisamente una fórmula encabezada por ese partido burgués. El diputado del PSOL Jean Wyllys salió a apoyar a Marina Silva durante la fugaz adhesión de ésta al matrimonio homosexual. El PSOL es una federación de dirigentes y tendencias políticas que se reconocen abiertamente democratizantes.
El PSTU denuncia la hipocresía del discurso ambiental de Marina Silva y el carácter capitalista de su candidatura. Plantea atender las “reivindicaciones de junio” y de las huelgas posteriores -como el no pago de la deuda externa, la reestatización de empresas privatizadas, una Petrobras 100% estatal, e inversión masiva en salud y educación.
Lo que manifiesta la candidatura de Silva es que, contra lo que suponían muchas corrientes de la izquierda que supieron hacerle seguidismo, el desgaste del frentepopulismo en el poder no conduce automáticamente a un desplazamiento del voto hacia la izquierda. Es la expectativa que se ha venido frustrando desde 2003, cuando Lula llegó a la presidencia. En el camino hubo crisis relativamente numerosas, pero ninguna pudo ser explotada por la izquierda brasileña. Como ocurre en la mayor parte del mundo, la izquierda combativa supone que ascenderá desde el trabajo sindical a la primacía política, o sea que no pone en primer plano la propaganda y la agitación socialista, y la formación, por lo tanto, de una vanguardia obrera educada y entrenada en esa propaganda y en esa agitación.
En Página/12 (6/9), Emir Sader, un intelectual orgánico del PT -o sea un charlatán-, ha planteado que el progreso de Marina Silva se enmarca en un proceso regional de “recomposición de fuerzas conservadoras”, de la cual sólo exceptúa a Bolivia. Sader hace lo único que sabe: darle status ‘teórico’ a los hechos consumados, que por supuesto es incapaz de explicar, en primer lugar porque ese giro partió del propio PT, cuando quiso llegar al gobierno “tragando los sapos que haya que tragar” (textual de Lula en el congreso del PT de principios de 2002). Lo más cínico del planteo es que pretende responsabilizar de esa ‘recomposición’ a la ‘ultraizquierda’.
Sea cual fuere el resultado electoral, la izquierda combativa tendrá su oportunidad con el agravamiento de la crisis que seguirá a los comicios.
G. M.
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