Ante el pánico generalizado que genera la epidemia de ébola más letal de la historia, el primer caso de la enfermedad contagiado en el Estado español (y el primero contraído fuera de África) pone al descubierto la crisis del sistema de salud español. Las consecuencias de una política de austeridad e improvisación. El Ébola llegó a Europa, víctimas y responsables
Primer caso nativo fuera de África
Mientras el gobierno de Mariano Rajoy se esfuerza por minimizar la emergencia y los medios se hacen eco (y retroalimentan) el pánico de la población general, las voces de los trabajadores de la salud resuenan con claridad: “Se vienen poniendo denuncias sobre los riesgo de contagio del ébola hace mucho tiempo, y también sobre las consecuencias del desmantelamiento del Hospital Carlos III.”
El Hospital Carlos III, referencia en enfermedades infecciosas, viene siendo desmantelado por los recortes en la sanidad. La planta recientemente habilitada para la internación y el aislamiento de los pacientes con sospecha de ébola estaba clausurada, y el personal que los atiende es en gran parte prestado del Hospital La Paz.
Combinado con una dosis importante de improvisación, la ministra de Sanidad Ana Mato, de la mano del Presidente Rajoy, viene implementando las recetas de austeridad recomendadas por la Troika. El presupuesto para sanidad viene reduciéndose drásticamente desde 2009: la partida para sanidad del presupuesto 2014 sufrió un recorte del 35,6% con respecto al de 2013. Pero nunca está de más un llamado de atención, incluso a los alumnos más responsables: la Comisión Europea ahora pide explicaciones al Estado español acerca de las causas que permitieron el primer contagio de ébola en suelo europeo. La puesta en escena puede continuar con una contestación formal, un informe fraguado, o un silencio obediente, pero ambas partes saben que son cómplices en las políticas que llevaron a la actual crisis sanitaria.
Como en el caso de EEUU, la enfermera ya había consultado una vez, pero fue enviada a su casa. Esto no debe llevar a la culpabilizar al personal de salud, sino todo lo contrario. Es frecuente que una enfermedad se presente primero de forma inespecífica y que con el correr de las horas o días aparezcan nuevos signos y síntomas que orienten hacia el diagnóstico. En este caso, el antecedente del contacto con un paciente enfermo de ébola es lo que en jerga médica se llama “bandera roja”: aunque inespecífico, levanta la sospecha, y debe llevar a un cambio de conducta.
En una situación de alerta sanitaria como la actual, los protocolos de procedimiento que identifican estas banderas rojas actúan como red de contención para que no se escape ningún caso riesgoso. Pero hay algo claro: la responsabilidad sobre la implementación de estos protocolos no es de los trabajadores sino de las autoridades. A decir verdad, los funcionarios sí actuaron: para hacer frente a la epidemia de ébola más devastadora de la historia, las autoridades sanitarias españolas dieron un cursillo de 15 minutos al personal que iba a estar en contacto con los enfermos.
Las denuncias sobre las condiciones en que los trabajadores han tenido que hacer frente a los primeros casos de ébola traídos a suelo español no son nuevas. En este post publicado el 10 de Agosto un enfermero del Hospital La Paz denuncia una serie de irregularidades que preanuncian el drama actual.
Desde entonces, la cantidad de denuncias publicadas es abrumadora: personal no capacitado (poniendo en riesgo la contención de la epidemia y sus propias vidas), falta de recursos técnicos y materiales (un laboratorio precario, máscaras que no cubren adecuadamente), el desconocimiento del protocolo de actuación y la irregularidad en los controles del personal que lo asistía.
Los responsables
Hay que ser claro en esto: el contagio de un trabajador de la salud encargado de asistir a un paciente enfermo de ébola es una prueba irrefutable de la falla en el plan de infraestructura, provisión de recursos y capacitación del personal. El azar no puede jugar un rol en estas circunstancias, porque las medidas correctas justamente lo eliminan. Por otro lado, la culpabilización de la víctima es la postura más cínica, cuando no es pura estupidez. Ya sea por errores en la manipulación de materiales contagiosos, el uso de equipos protectores, o la falta de pericia en procedimientos, la responsabilidad NUNCA es del trabajador, sino de quien lo obliga a desempeñarse en esas condiciones.
En este caso los responsables son claros: la ministra de Sanidad Ana Matos y el Consejero de Sanidad de Madrid Javier Rodríguez. Por extensión, esto se convierte en una crisis más para el gobierno de Mariano Rajoy.
Juan Cruz Ferre
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