El hecho de que en el "fin de ciclo" del kirchnerismo, los candidatos referenciados de algún modo en el peronismo (dentro y fuera del oficialismo) sumen cerca del 70% de los votos, da para reflexionar sobre varias cuestiones.
En primer lugar, sobre las propias mutaciones del peronismo y los cambios históricos en su "anclaje de clase", cuánto se mantiene de su identidad popular u obrera y de sus orígenes plebeyos. Y en consecuencia, cuánto estos mismos sectores consideran al peronismo su genuina representación política y con qué intensidad.
Esto es importante para pensar las posibilidades de emergencia de una nueva identidad política del movimiento obrero (o de sectores del mismo) y los obstáculos o posibilidades que tienen las tendencias “naturales” a la autonomía y la independencia de clase, de devenir en una organización política gravitante en la vida nacional.
Si se puede atribuir un aspecto de verdad a la interpretación de J.W. Cooke sobre el peronismo como "hecho maldito de país burgués" es precisamente porque hizo base en un movimiento obrero, frente a cuya organización y demandas, la clase dominante profesó siempre un claro "odio de clase" (incluso aunque el peronismo diera la "garantía" de la regimentación estatal).
De ahí la famosa frase de Portantiero sobre que al peronismo "le sobran sindicatos y le falta burguesía nacional" que en líneas generales y dada la relación compleja del kirchnerismo con los sindicatos (sobre todo en los últimos años) y la recomposición de las fuerzas de los trabajadores asalariados, recuperó su vigencia.
"Bloques históricos" de clases… medias
Las mutaciones del peronismo no han sido solamente "superestructurales", sino que han estado relacionadas con cambios en este "anclaje de clase" sui generis que era su relación histórica con el movimiento obrero al que denominó su “columna vertebral”.
Después de la derrota que significó la dictadura para la lucha de la clase obrera, se puede pensar a los gobiernos posteriores como experiencias políticas que buscaron constituir algún tipo de "bloque histórico" con el centro en las capas medias y con el movimiento obrero en un lugar "auxiliar". El “neoliberalismo” en esencia fue posible por la derrota del movimiento obrero y el lugar secundario que ocupó como "sujeto activo" en el escenario en las últimas décadas.
El alfonsinismo con el "universalismo democrático" de corto alcance, del "con la democracia se come, se cura y se educa" y un discurso de DDHH desde el Estado, aunque basado claramente en la teoría de los dos demonios.
El menemismo con la ideología del "derrame" y la ampliación del consumo, a partir de las condiciones "excepcionales" que brindó la convertibilidad para un sector de las capas medias y altas de la sociedad argentina, que de esa forma hacía de nexo en una alianza que unía Recoleta con La Matanza. La experiencia delarruísta, que como decíamos acá marcó la alianza de la centroizquierda con la convertibilidad.
Y el kirchnerismo representó la combinación de un discurso de DDHH desde el Estado (aunque a la izquierda de la teoría de los dos demonios, pero con la curiosa invención del "camporismo") con una "vuelta al consumo" y un limitado "pacto de convivencia" redistributivo con los sindicatos (sin cambiar lo estructural de la “condición obrera” heredada del menemismo) hasta la ruptura de CFK con Moyano, a partir de la cual empezaron distintas líneas de "ajuste negociado". Una de las peculiaridades del kirchnerismo es que tuvo que incorporar al movimiento obrero bajo la hegemonía de la fracción más “vandorista”, hasta que el “modelo” encontró su límite y debió comenzar una nueva "redistribución" en favor del capital (devaluación, impuesto al salario).
De conjunto, la experiencia del peronismo post dictadura es la de un creciente debilitamiento de sus lazos y su "anclaje de clase" en el movimiento obrero, por diversas formas de hacer base en las capas medias, acorde a la relación de fuerzas sociales y políticas nacional e internacional. Y como consecuencia de esto el debilitamiento de la identidad histórica del movimiento obrero y los sectores populares con el peronismo.
Este análisis puede resultar unilateral si no se tiene en cuenta el peso que adquirieron los aparatos territoriales y la relación con los pobres urbanos en la estructura del peronismo, sobre todo en el conurbano bonaerense. La idea no es presentar un "peronismo de clase media" en toda la línea, ni desconocer su peso entre los pobres urbanos, que no puede ser soslayado. Sin embargo, el desplazamiento territorial es la otra cara del "giro a las clases medias" del que estamos hablando. La volatilidad del voto nacional o provincial en esos lugares muestra la crisis identitaria, pese a la perdurabilidad de los intendentes que tiene que ver con otros motivos más complejos.
Un hecho no tan “maldito”
El proceso de actual redefinición de la "identidad peronista" después del avatar K implica un desdibujamiento que tiene en el panperonismo su expresión general y en Massa su justo medio como candidato muncipalista, descafeinado, un poquito peronista y un poquito republicano, para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero.
Y si Massa es el “tipo ideal” del momento histórico que vive el peronismo, Scioli o Macri, no son muy diferentes en líneas generales.
¿Alguien puede afirmar que si Scioli y su alianza con el kirchnerismo, Massa y Macri, sumado si se presenta algún otro referente del peronismo federal; llegan al 80%; todo ese universo puede calificarse de “peronista”?
En un libro de reciente aparición y que reúne ensayos de intelectuales liberales que intentan pensar (una vez más) al peronismo, Marcos Novaro, pese a que reconoce la longevidad y el profundo anclaje plebeyo del peronismo original, afirma:
“Si algo ha tendido a debilitarse a lo largo de este periplo es el número de quienes podrían todavía considerarse ‘antiperonistas’ por el hecho de que bajo ninguna circunstancia votarían a un candidato de esa procedencia, o tolerarían que sus partidos de preferencias hicieran una alianza con sectores peronistas para formar gobierno. El menemismo tuvo ese efecto sobre los votantes y partidos del centro a la derecha, mientras que el kirchnerismo hizo lo propio en el otro costado del espectro amplió aún más el fenómeno. A consecuencia de lo cual en la última década pasó de alrededor de 60 a más del 70 el porcentaje de electores que optan más o menos regularmente por apoyar a algún sector y candidato proveniente del peronismo” (Novaro, Marcos: “Historia y perspectiva de una relación difícil” en “Peronismo y democracia”. Edhasa. Agosto 2014)
Para algunos peronistas esto es una demostración de la capacidad infinita que tiene el peronismo para reinventarse y ampliarse hasta ocupar todo el escenario. Sin embargo, esta situación también puede pensarse desde el sabio dicho popular “el que mucho abarca, poco aprieta”. Si todo es peronista, nada es peronista; y por otra parte la disminución cualitativa de “antiperonistas” habla de que ya es un hecho que no parece tan “maldito” para el renovado y ampliado país burgués.
Vamos llegando por esa vía a una suerte de "peronismo imposible" que sigue por la senda de desandar el "anclaje de clase" mientras el poder estatal en que se sostiene su predominancia política está constituido por su propio pasado: la alianza de los sindicatos con el Estado, que funciona como mero aparato de conservación y administración de paritarias y aumentos magros, cuando domina la "ley de los grandes números" y la lucha de clases es de baja intensidad, pero que no puede (ni quiere) generar un "laborismo que enamore" como base de un peronismo renovado.
Por eso, las fantasías de reeditar un "peronismo de izquierda" se basan en movimientos sociales de talante territorial, "bajo clero" de funcionarios estatales y unos cuántos jóvenes (y no tan jóvenes) confundidos.
La complicación adicional es la de que la clase trabajadora argentina vio recomponer su fuerza social en los últimos años, lo cual como dijimos acá marca un límite para cualquier ataque generalizado. La tendencia de la clase obrera a constituirse en sujeto se expresó durante estos años en grandes acciones aisladas desde el punto de vista masivo y en luchas duras en sectores puntuales en lo que denominamos "vanguardia".
En ese marco, la pelea por crear una nueva identidad política de izquierda en la clase obrera recién comienza a abrirse, a partir del agotamiento del sentido común impuesto en el largo ciclo peronista de que el peronismo era la única "izquierda real".
La identidad peronista del movimiento obrero (a la que prestó grandes servicios la política del Partido Comunista Argentino), fue un obstáculo importante para la emergencia de la independencia política de la clase obrera y las posibilidades de constituir su propio partido.
Quizás estemos asistiendo a un comienzo de resolución histórica de aquello en lo que fracasaron el "entrismo en el peronismo" de Palabra Obrera (del peronismo a la insurrección obrera), la "superación orgánica de los populismos" de Portantierio y Aricó o el intento de interpretación del "movimiento real contra el estado de cosas existente" en clave de equivalencia entre peronismo y comunismo de J.W. Cooke ("en Argentina los comunistas somos nosotros los peronistas").
Para pesadilla de unos cuantos puede ser que finalmente quede para la izquierda clasista de hoy, representada electoralmente por el FIT, el lugar de "los hijos de Fierro".
Juan Dal Maso y Fernando Rosso
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