Siguiendo a los grandes medios, dos grandes crisis se están desarrollando con epicentro en Petrobras: una crisis política, que debe cobrar protagonismo en las próximas semanas cuando se conozcan los implicados, y una crisis de la empresa.
Una tercera crisis que no aparece tanto en los noticieros es la crisis social, el drama de decenas de miles de tercerizados despedidos o con sueldos atrasados. Como telón de fondo, se desarrolla una cuarta crisis: un debate estratégico de quién y cómo se deben controlar los recursos naturales del país.
Una crisis política que todavía se va delineando
Es muy esperada la nueva fase de la operación “Lava-Jato” -que en portugués significa autolavado o ‘lave-rap’. En esta etapa se darán a conocer los nombres de decenas de políticos que estarían involucrados en el esquema. Se especula que, además de alcanzar a grandes nombres del PT y de su aliado en el gobierno, el PMDB, el escándalo también alcanzará al opositor PSDB, del excandidato presidencial Aécio Neves. Cuánto afectará esta crisis al gobierno de Dilma y cuánto agudizará la crisis de representación de los partidos en el país, aún está por verse.
Un elemento que ya está claro es que la crisis no cobra mayores proporciones porque los principales sindicatos y centrales sindicales del país han adoptado una postura de blindar al gobierno y la dirección de la empresa. Se niegan a exigir la investigación, castigo, confiscación de bienes de los involucrados, apertura de las cuentas de la empresa y ni siquiera de los contratos con las empresas tercerizadas.
Una crisis en la mayor empresa del país
Una tormenta perfecta se cierne sobre Petrobras. La caída del precio internacional del petroleo hace menos lucrativas las pesadas inversiones programadas. El inmenso endeudamiento de la empresa en dólares (con tendencia a desvalorizarse) complica aún más sus cuentas. A todo esto se suma la presión de los accionistas y “fondos buitre”. Estos serían enemigos “externos a Petrobras”, según Dilma. Ocurre que a estos se les suman los enemigos internos, no solo los de la corrupción, sino los de la privatización. Enemigos que fueron muy nombrados por el PT de Dilma, como el empresario João Adalberto Elek Junior, quien recientemente asumió el nuevo y todopoderoso cargo de “director de gobernanza”, algo asimilable al control corporativo.
La no tan visible crisis social
Solo en el complejo petroquímico de Río de Janeiro, el COMPERJ, ya hubo más de 10 mil despidos, y otros miles de trabajadores han hecho huelgas contra el atraso en el pago de salarios e indemnizaciones. El mismo drama se repite en Suape, Pernambuco, en la refinería Abreu e Lima, donde ya hubo más de 5 mil despidos. El ministerio de Trabajo estima que se alcanzará la cifra de 42 mil despidos este año solo en esa ciudad. En los astilleros que fabricaban para Petrobras hay centenares de despidos. En las tercerizadas ligadas a las empresas denunciadas en el esquema de la operación Lava-Jato hay despidos en las plataformas.
Además, en todo el país viene habiendo, a cuentagotas, despidos de tercerizados en todos los contratos. La burocracia sindical ligada al gobierno de Dilma y a la CUT, la Federación Única de Petroleros, no se mueve sobre esta cuestión, a lo sumo hace un llamado al gobierno para que interceda, buscando atenuar el ataque pero sin cuestionarlo radicalmente. En cierto sentido, los despidos son más invisibles porque los sindicatos petroleros en manos de la burocracia sindical han dado la espalda a los tercerizados. Un programa consecuente y clasista para este inmenso drama implica abrir los contratos de todas las tercerizaciones y luchar por la incorporación de los tercerizados a Petrobras.
¿Quién debe controlar el petróleo y sus recursos?
En medio a esta crisis todos los grandes monopolios de las comunicaciones en Brasil sacan editoriales casi diarias exigiendo mayor apertura del capital de la empresa y la reversión del actual modelo compartido en la explotación de la zona de extracción de crudo llamada pre-sal, hacia un modelo de concesiones que permita aumentar las ganancias de las empresas multinacionales. Por otro lado, la CUT y sectores ligados al gobierno solo hablan en defensa de Petrobras tal como está actualmente.
Este esquema de corrupción ofrece a los petroleros y a todos los trabajadores de Brasil una gran lección si lo relacionamos a esquemas pasados y a la pesada precarización sufrida en Petrobras durante los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso. Una empresa de capital mixto, aun cuando el accionista mayoritario sea el Estado, es algo transitorio, que va a cambiar: o el control del Estado evoluciona hacia un control realmente democrático hecho por los trabajadores, o la empresa retrocederá hacia el control privado, sea por la vía de la privatización directa o por la degradación continua a través de la corrupción y asociación con empresas privadas, como vemos actualmente, aun cuando esto no redunde en explícita y directa privatización. No hay “empresa pública” posible en tiempos de decadencia del capitalismo.
En las manos de los empresarios o políticos ligados a empresarios, el petróleo será usado en forma irracional, con daños innecesarios al medio ambiente, accidentes, tercerización, corrupción. Solo los trabajadores podemos dar una respuesta que sea efectivamente democrática y racional a esta crisis: el control de la empresa por parte de los trabajadores petroleros, desde arriba hasta abajo, con todos los cargos elegidos, permitirá terminar con todos los privilegios de su cúpula y de los políticos y empresarios que parasitan la empresa.
Esta lección estratégica debe ser el norte de nuestra lucha en medio de este escándalo y esta crisis.
La pelea por esta cuestión estratégica pasa por diversas luchas inmediatas, como la urgente lucha contra los despidos de los tercerizados. Pero también por dar un primer paso estratégico en el sentido del control de la empresa. No podemos confiar en que los políticos ligados a los empresarios y a la corrupción vayan a ser transparentes en este negocio multimillonario. Es necesario que todas las cuentas, todos los contratos de Petrobras sean abiertos a la vista de todo el pueblo brasilero. Los petroleros no tienen nada que temer en esta transparencia, solo los empresarios y corruptos. Con las cuentas a la vista, podremos mostrar a todos los trabajadores del país que si controlásemos la empresa podríamos hacer mucho más por la salud, la educación y la vivienda de todo el pueblo. Ahí sí Petrobras sería un orgullo para todos los trabajadores brasileros.
Leandro Lanfredi
Trabajador petrolero | Rio de Janeiro
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