El 9 de enero (22 según el calendario actual) de 1905, una manifestación de unos 140.000 obreros (hombres y mujeres) y campesinos con sus hijos, fue reprimida por el ejército zarista. Sin embargo, esta primera gran derrota abrió el camino a la primera revolución obrera del siglo XX.
La manifestación se dio en San Petersbugo, en el imperio ruso de los zares, encabezada por el cura Gapón y levantando íconos religiosos y retratos del zar, llevaba una declaración a las puertas del Palacio de Invierno, donde le suplicaban al “padrecito zar” una serie de reclamos económicos y otros democráticos, dado que estaban atravesando una tremenda miseria y represión en el país. La represión a los manifestantes desarmados dejó un tendal de cientos de muertos y miles de heridos, pasando a la historia como “el domingo sangriento”
La marcha fue precedida por un movimiento de huelgas que, sobre todo desde 1903, venía desarrollándose en todo el país. Un movimiento obrero joven, que provenía en su mayor parte del campo, pero que venía realizando una “gimnasia” huelguística enfrentando a los patrones explotadores y la represión policial. Mientras, los burgueses e intelectuales llamaban a confiar en las negociaciones con el zarismo, que les prometía la formación de una Duma (especie de parlamento). En febrero de 1904, Rusia invade Port Arthur, iniciando la guerra ruso-japonesa que terminará con su derrota en marzo de 1905. En Bakú, en 1904, los petroleros ya habían empezado a exigir libertad de prensa y de asambleas obreras y la convocatoria a una Asamblea Constituyente, terminar con la guerra ruso-japonesa y por la jornada de 8 hs. Organizaron una huelga general que consiguió la primera convención colectiva. El 3 de enero de 1905 estalló la huelga en la gran fábrica Putilov. El 8 de enero se produjo una huelga general en San Petersburgo.
La importancia del 9 de enero
La masacre del 9 fue un punto de inflexión para la fe que aún mantenía el campesinado en el zar. Por eso las masas, al principio, confiaron en la dirección del cura Gapón (impulsado por la burguesía). Pero la matanza destruyó esa confianza. Ya no servía suplicar ni tratar de convencer al zar. Y los burgueses estaban temerosos de las acciones de las masas. El proletariado era el único que demostraba su fuerza y consecuencia. Para Trotsky (que estaba tratando de volver de su exilio), “El verdadero actor fue el proletariado. Comienza por una huelga, se unifica, formula exigencias políticas, baja a la calle, atrae hacia sí todas las simpatías, choca con la fuerza armada y abre la Revolución Rusa” (1905, “El 9 de enero”). Para Lenin: “reveló la agonía de la fe secular del campesinado en “el padrecito zar” y el nacimiento de un pueblo revolucionario encarnado en el proletariado urbano. (…) La última década del movimiento obrero produjo miles de proletarios socialdemócratas de vanguardia que rompieron con esa fe, plenamente concientes de lo que hacían. Educó a decenas de miles de obreros en quienes el instinto de clase, fortalecido en la lucha huelguística y en la agitación política, minó todos los fundamentos de semejante fe”. (1905, “El ‘padrecito zar’ y las barricadas”)
Abierta la dinámica de la revolución con el “domingo sangriento”, esta continuará con su período de auge obrero entre octubre y diciembre de 1905, hasta su derrota, el 19 de diciembre de 1905. Fue un ensayo general donde se delinearon los actores, las instituciones y sus interrelaciones, que se mostrarían plenamente en Febrero y Octubre de 1917. Se bosquejaron las respuestas a muchas de las incógnitas y debates que cruzaron al movimiento obrero revolucionario sobre la cuestión de la toma del poder: el desarrollo de los soviets (consejos) como la organización más democrática de lucha que se podían dar las masas (“embriones de un gobierno revolucionario para la conquista del poder” para Trotsky; “el embrión del gobierno provisional revolucionario” para Lenin). La huelga general política como método específico del movimiento obrero con el objetivo de paralizar la economía y desorganizar el poder del Estado, será otro de los grandes aportes de esta revolución; la necesidad de la alianza con los campesinos, los estudiantes y las nacionalidades oprimidas y el rol de las consignas democráticas en función de esta tarea; las barricadas y la formación de las milicias armadas y la política para quebrar y ganar sectores de la armada (en particular el levantamiento del acorazado Potemkin y el papel de los bolchequives dentro de él) y el ejército; el ejercicio de la libertad de prensa y en especial de la prensa obrera; la relación entre los soviets y los sindicatos y el partido; la relación entre la lucha económica, la política parlamentaria (o seudo parlamentaria en el caso de Rusia) y la lucha revolucionaria; la visualización de los sectores estratégicos para desorganizar el poder (que en el caso de Rusia eran los correos y telégrafos y ferroviarios).
Un “laboratorio” del pensamiento político ruso
Como plantea Trotsky: “La Revolución de 1905 no fue sólo el ensayo general de 1917 sino también el laboratorio del cual salieron todos los agrupamientos fundamentales del pensamiento político ruso, donde se conformaron o delinearon todas las tendencias y matices del marxismo ruso”. Tendencias y matices que se dieron alrededor del carácter del Estado ruso, del carácter de la revolución y del rol que las clases tendrían en ella en Rusia, discusión que luego se plantearía a nivel internacional. Antes de los acontecimientos de 1905, Trotsky había roto con los mencheviques (la minoría del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, POSDR) por su posición frente al rol de los burgueses “liberales” y de la clase media intelectual en la lucha contra el zarismo. Mientras los mencheviques proclamaban la conciliación con estos últimos, Trotsky sostenía: “La solución sólo puede venir de una huelga general, seguida necesariamente del levantamiento del proletariado, que se pondrá a la cabeza del pueblo contra el liberalismo”. Trotsky y Lenin coincidían en esta oposición irreconciliable. Frente a la Revolución de 1905, sus coincidencias crecieron, teniendo una visión común del surgimiento y rol de los soviets y de la huelga general como método revolucionario para la insurrección. Las diferencias entre Lenin y Trotsky en esos años giraban esencialmente alrededor del papel del campesinado en la revolución, el cual para Trotsky no podía cumplir un rol independiente sino que debía ser acaudillado por el proletariado, lo que fue confirmado por el posterior desarrollo de los acontecimientos. Las polémicas de este período alrededor de la revolución rusa dieron origen, un año antes de la Revolución de 1905, a las formulaciones iniciales de la “teoría de la revolución permanente” de Trotsky, expresada cabalmente por primera vez en su libro Resultados y perspectivas (1906).
Por otro lado, Trotsky evaluaba equivocadamente las profundas diferencias entre mencheviques y bolcheviques (la mayoría del POSDR), con relación a qué partido era necesario para la revolución. Aunque durante 1905 tendieron a la intervención común y que al término de la revolución votaron unificarse como partido (hasta 1912), las diferencias fueron cada vez más abiertas alrededor del balance de la revolución pasada y su dinámica. Trotsky no coincidía entonces con las concepciones de partido de Lenin, posición que cambiaría en la práctica frente a las Revoluciones de 1917, momento que marcaría la confluencia entre los dos principales dirigentes de la Revolución Rusa.
La Revolución de 1905 fue parte e impulsora de un ascenso en el movimiento obrero internacional tanto en los países imperialistas como en las colonias. Así sucedió en Alemania, Bélgica, Rumania, India, China. En muchos casos, como respuesta a estas luchas, las burguesías imperialistas se vieron obligadas a otorgar importantes concesiones democráticas. En EE.UU., la radicalización de sectores del movimiento obrero dio lugar ese mismo año a la organización del sindicalismo combativo, con la fundación de los I.W.W. Desde ese país, los socialistas, entre ellos el reconocido escritor Jack London, llamaron a la II Internacional a la realización de una manifestación y a la solidaridad activa internacional con la Revolución Rusa.
Se recomienda la lectura de León Trotsky, 1905 (compilación), Bs. As., CEIP, 2006.
Gabriela Liszt
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