El mundo se conduele cuando en todos los diarios, en todos las show periodísticos, en las redes sociales, por lo menos de occidente, se muestran los náufragos del Mediterráneo y a quienes no han tenido la suerte de llegar sin que se note, aunque si han tenido la suerte de llegar, a secas, aunque mojados.
Despojándolos de la poca dignidad que les quedaba, las cámaras graban las miradas apagadas, los ojos enrojecidos, los rasgos quebrados, las pieles agrietadas, los gestos titubeantes, de los que se aventuraron a abandonar la miseria y la violencia de sus países.
Con miedo, con terror, con hambre, con angustia, con desesperación los rescatados reciben de las manos de los socorristas, las mantas térmicas y hasta la primera sopa caliente como aviso de que sus penurias han terminado, por un rato. Después tendrán otras, pero secos y en tierra firme. Sin duda para los emigrantes lo peor ya ha pasado.
En lo que van del año ya son más de cuarenta dos mil los rescatados del mar, y más de dos mil, los que no han tenido esa suerte. Nada se sabe de cuantos llegaron con éxito a alguna costa del sur de Europa y pudieron disimularse entre tantos, filtrase y ahora subsistir tan solo, escapando de las gendarmerías, de las policías, de los agentes de migraciones, que por perversos que fueran, nunca tanto, como las enfermedades, los señores de la guerra o los salafistas que tanto en Medio Oriente como en África, finalmente darían cuenta de ellos.
Lo que no muestran las cámaras, lo que no cuentan los diarios es por que empezó la penuria de los desangelados. Claro, todos sabemos que en África siempre hubo miserables y muchos de sus hijos han resuelto sus vidas abandonando sus lugares, en Medio Oriente, todos sabemos, siempre ha habido guerras y sus hijos han resueltos sus vidas abandonado sus lugares.
Pero nunca tanto como en estos últimos años. En 2014 fueron rescatados del mar entre ciento cincuenta y ciento setenta mil migrantes, se cree que cerca de seis mil quinientos murieron ahogados en sucesivos naufragios. Las cifras de los que se han podido filtrar sin ser descubiertos o de los que han muerto sin ser encontrados tampoco se han de saber. Por eso nada hay más inexacto que los números para estos casos.
Desde el derrumbe de la Revolución Libia y el asesinato de su líder el Coronel Muhamad Gaddafi en 2011, en el marco de la tan promocionada Primavera Árabe, como lo hemos reiterado infinidad de veces, Libia, la nación más progresista de África, pasó a convertirse en un Estado Fallido, sin gobiernos reales, sin instituciones y sin posibilidades posibles de salirse de esa situación.
Es difícil que una nación de las características de Libia pudiera soportar el hostigamiento a la que fue sometida desde el diecinueve de marzo de 2011cuando se inició el bombardeo aeronaval que se continuó durante los siguientes siete meses. Estados Unidos y la OTAN realizaron más de diez mil misiones de ataque, utilizando más de cuarenta mil bombas y misiles, fundamentalmente contra objetivos civiles. A la ofensiva aérea habrá que sumarles los miles de mercenarios, con sello de al-Qaeda, recolectados y pagados por Arabia Saudita y el entonces jefe de su inteligencia el príncipe Bandar al-Sultán, veinticinco años embajador de su país en Washington.
Libia para las potencias occidentales, particularmente para Estados Unidos y Francia, responsables fundamentales de la caída del gobierno libio y de la actual situación, se ha convertido en un yacimiento de petróleo a secas al que intentan agotar antes de que la situación se convierta, verdaderamente inmanejable. El país cuenta con las reservas de petróleo más importantes de África y son particularmente valiosas por su calidad y el bajo costo de extracción, al igual que el gas.
En el momento de iniciarse los ataques contra el estado libio, este contaba con unos doscientos mil millones de dólares depositados fundamentalmente en bancos estadounidenses y británicos, que tras ser confiscados por esos gobiernos se han evaporado en laberintos burocráticos y sin duda han ayudado en mucho a soportar la profunda crisis económica que tanto Estados Unidos y Europa están viviendo desde el 2007.
La nueva Libia fragmentada a falta de un gobierno cuenta con dos, el que tiene base en la ciudad de Trípoli vinculado a los Hermanos Musulmanes y el de Tobruk, respecto a la mirada occidental, “moderado”. Trípoli tiene el apoyo de Turquía y Qatar, el otro de El Cairo, cuya fuerza aérea ha atacado a las columnas de milicianos salafistas que han intentado acercarse a Tobruk.
En el resto de país organizaciones de contrabandistas, narcotraficantes, traficantes de armas (de los arsenales del coronel Gaddafi han salido infinidad de armamento para terroristas y bandas de delincuentes de todo África, especialmente a Malí y Nigeria) y de personas, negocian con las tribus que desde siempre han sido los dueños de esos territorios para poder refugiarse y utilizar algunos corredores por donde transitar con su mercadería.
La ubicación geográfica de Libia es privilegiada ya que no deja de ser un gran puente que une el Mediterráneo con el Sahel y el África Subsahariana. Su situación interna comienza a afectar directamente la seguridad de algunos países vecinos como Argelia y Túnez donde la actividad de grupos vinculados a Estado Islámico se encuentra en aumento. Prueba de esto fue el ataque al Museo de Bardo, que dejó veintidós muertos, casi todos turistas europeos, el dieciocho de marzo pasado. Este último sábado 23, en el regimiento de Bouchoucha, cercano al Museo Bardo, un soldado tunecino abrió fuego contra sus compañeros dejando ocho muertos y diez heridos. Con velocidad sospechosa las autoridades determinaron que no se trataba de un ataque terrorista, sino que se debía a un brote sicótico del efectivo.
Un mundo Mad Max
Tras la desesperación por los “humanitarios” bombardeos de la OTAN el pueblo libio pasó a vivir en un mundo que se asemeja trágicamente a la saga fílmica Mad Max, donde bandas, que se han quedado con los restos de un mundo post guerra nuclear, se disputan el poder.
Guerra nuclear o no, el libio medio hoy viven sin futuro y con la única ambición de alcanzar a montarse en alguna patera que a riesgo de vida, los pueda dejar en algún lugar de las costas europeas. El monumental desorden que fabricó la entente contra Gaddafi, ha provocado que el surgimiento de organizaciones de traficantes de personas, que utilizan las amplias costa libias, particularmente los pequeños puertos pesqueros del oeste como Garabuli, Sabratha y Zuara, para lanzar al mar a millares de personas que intentan llegar a Europa apenas trecientos kilómetros al norte, como la isla italiana de Lampedusa.
Son entre cien mil y doscientos mil los que en distintas lugares de Libia esperan un lugar para embarcarse rumbo a Europa, para esto utilizan todo lo que flote desde barcos de pescas, lanchas neumáticas o embarcaciones improvisadas, todo sirve para alejarse de la devastación no importa el riesgo.
Se calcula la edad media de quienes intentan huir son hombres de veinticuatro años, que corren el serio peligro de ser reclutados por alguna banda de delincuentes o del Estado Islámico que ha comenzado a campear fuertemente en el litoral libio.
Pero no son solo libios los que procuran un lugar en esas naves, en los campamentos improvisados esperan un sin número de hombres y mujeres de distintas nacionalidades africanas y asiáticas, muchos de ellos son de Senegal, Gambia, Sudán, Somalia, Eritrea y Etiopía, República Centro Africana, Yemen Siria, Bangladesh, que huyen fundamentalmente de guerras y dictaduras.
Desde Senegal, por ejemplo, el viaje que se demora más de dos meses, con infinidad de escollos por vencer en los tres mil kilómetros de caminos que cruzan regiones desérticas, con constantes cambios de vehículos, especialmente camiones donde viajan hacinados, con poca agua y menos alimento. Los migrantes han debido pagar sobornos a las autoridades en cada frontera que cruzaron y sortear bandas armadas dispuestos a secuéstralos. Muchas de las mujeres han sido violadas, quizás las que llevaron la mejor suerte, otras directamente han sido introducidas en redes de trata de blancas, con buenas y aceitadas relaciones con los grandes proxenetas de Europa.
A los migrantes, antes de subir a las embarcaciones, se los despoja de sus teléfonos celulares, quienes pilotean lleva solo un GPS y un teléfono satelital con el número de los guardacostas italianos para pedir auxilio, apenas salgan de las aguas libias, abocados a operaciones de rescate como la Tritón o Mare Nostrum. Se calcula que los traficantes obtienen en promedio noventa mil dólares por cada nave fletada.
Europa apenas puede contener las gigantes mareas de migrantes donde se producen constantes naufragios como el sucedido a mediados de abril último, cuando una barcaza de treinta metros de eslora se hundió a doscientos kilómetros de Lampedusa dejando novecientos ahogados. Se desconoce si ese es el número exacto de muertos ya que no se sabe cuántos viajaban en realidad. Entre los cuerpos rescatados se encuentran entre cuarenta y cincuenta niños y doscientas mujeres.
Sin la ayuda de nadie
Los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Unión Europea (UE) han acordado una misión militar naval con el fin de desmantelar las redes criminales de traficantes, sin contar todavía con el consenso del Consejo de Seguridad de la ONU y el de las autoridades libias para actuar en sus aguas territoriales. La discusión se centra en este momento en si destruir o no las naves incautadas a las mafias.
Es llamativo que la Unión Europea haya podido detener con tanto éxito el problema de la piratería somalí en el golfo de Adén, con la Operación Atalanta, que redujo de ciento setenta y cuatro ataques a barcos mercantes en 2011 a solo dos en 2014. Quizás el lobby de los armadores europeos y las grandes compañías pesqueras, también fundamentalmente europeas, que operan en el Índico en una zona que abarca más de 3.200 millas náuticas, en aguas internacionales y también en aguas de Somalia, Yemen, Mozambique, Islas Seychelles, Kenia y Tanzania, tenga mayor poder de lobby que los emigrantes africanos.
Federica Mogherini, la actual “canciller” de la Unión Europea se encuentra negociando tanto con China y Rusia, miembros del Consejo de Seguridad, para que la operación que Europa pretende lanzar contra las mafias de traficantes pueda llevarse a cabo.
Por otro lado se sabe qué Estado Islámico se ha hecho fuerte en Misrata, principal puerto de donde parten las naves de inmigrantes a las vez que también se han apoderado de Sirte, otra población costera que tiene un particular valor simbólico de ser el lugar de nacimiento del Coronel Gaddafi.
Sabemos claramente que nada le importa a Europa la suerte de los desangelados que se amontona en los puertos libios, solo les interesa acabar las posibilidad de que estos desangelados sigan llegando a sus costas y para ello implementaran todos los recursos posibles, aunque se trate de ahogar la Primavera Árabe, que ellos propiciaron, en el Mediterráneo.
Guadi Calvo
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC. Colabora con “Revista Hamartia”, Rebelión:http://www.rebelion.org/; “El Correo de la Diáspora argentina: http://www.elcorreo.eu.org; y: América Latina en Movimiento: http://www.alainet.org/
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