domingo, enero 03, 2016

José Mª Pemán, ¿dos veces español o dos veces franquista?



La reacción de la acaudalada familia de José Mª Pemán ante las acusaciones efectuadas sobre tan digno señor, me ha traído al recuerdo el día después de su muerte, sucedida el 19 de julio de 1981. Por aquellos días el que escribe era junto con Eduardo Pons Prades. responsable de la sección “Cultura” de “El Diario de Barcelona”, “El Brusi”, antaño periódico monárquico pero en el momento autogestionado por sus trabajadores parte de las cuales solamente pretendían cobrar sus salarios, en tanto que otros querían eso pero también hacer periodismo, o sea publicar lo que los que mandan no querían ver publicado. Fue desde esta última perspectiva que Eduardo y servidor dedicaron a Pemán la segunda y la tercera páginas al completo, y lo hicieron en un tono radicalmente libre o sea, antimonárquico. Nuestro trabajo provocó las iras de algunos de los viejos suscritores a los que invitamos a dar su propia opinión que insertamos en nuestra página más mimada: las cartas de los lectores. Tengo que decir que los abogados defensores no pudieron desmentir nuestras acusaciones: Pemán había sido un fascista de la peor especie, un cómplice de la dictadura a su vejez. Eso aparte de un escritor con el que posteridad sería inclemente.
Desde luego, por más que los redactores de “El Brusi” fuéramos de la “cáscara amarga”, no nos inventamos nada; más bien nos dejamos cosas en el tintero. Los datos vertidos están hoy en Internet, aparecen recogidos en el Wikipedia y en cuanto a las letras: no hay más que darse una vuelta por las librerías, por ejemplo en la Biblioteca local de mi pueblo actual solamente he encontrado una referencia a su obra: Mis almuerzos con gente inquietante, una cachonda sátira de Manuel Vázquez Montalbán a Mis almuerzos con gente importante, una obra de Pemán inquietantemente reaccionaria. En su día, García Lorca preguntó sobre qué era Pemán, una pregunta que se podía hacer sin miedo a que mucha gente respondiera, aunque sí la pregunta se hiciera sobre García Lorca en un barrio de Estocolmo o una escuela de Soweto, lo más probable es que el que el autor fuera tachado de ignorante. Representan dos medidas, dos mundos, uno es de los verdugos, otro, el de las víctimas.
Para que no vuelva a suceder lo del documental Rocío (Fernando Ruiz Vergara, 1980) que se lo cepillaron por nombrar a un asesino (Fernando no fue condenado por mentir sino por atentar contra la ley de amnistía de 1977), quizás lo mejor que habría que hacer para responder a la fina piel de la estirpe Pemán es dar a conocer los datos que adornan la biografía de aquel ilustre señor al que el franquismo tardío trató de aupar a Premio Nobel haciendo el más absoluto de los ridículos, claro que la caverna no tenían muchos más. Ni tan siquiera Camilo J. Cela que fue un auténtico miserable pero no precisamente por convencimiento, sino por oportunismo…
De la longeva biografía de José Mª Pemán (Cádiz, 8 de mayo de 1897–ibídem, 19 de julio de 1981), recordemos algunos detalles primorosos y primorriveristas. La caída de Primo de Rivera, le sentó fatal a Pemán que se mostró tan inquieto como la clase social a la que pertenecía por la Gracia de Dios. Su prestigio decayó en Cádiz, fue cesado como presidente del Ateneo Gaditano en 1930. No se le perdonaba sus arengas antiliberales y antiigualitarias desde el periódico gaditano La Información. En agosto de 1932 se le acusó de colaboración con el fallido golpe de Estado conocido como la Sanjurjada, un “pequeña Cruzada” financiada también por Juan March. Pemán lo negó pero lo cierto es que huyó al Gibraltar, aquel trozo del Imperio Sacro de las Españas que aristócrata y terratenientes tenían como sí fuese su cortijo. Pemán veía la República plebeya como una conjura extranjera judeo-masónica-bolchevique diseñada para apoderarse de España. Su maestra en esta época era Charles Maurras, el líder de Acción Francesa, reconocido franquista y partidario de Petain durante la ocupación alemana. Para Maurras todo los males del mundo comenzaron con la Bastilla en 1789.
Como agitador ultraderechista, Pemán desfila ante los auditorios de la España temblorosa por sus propiedades y sus rosarios ante el desprecio de personalidades tan moderadas como Ortega y Gasett. En sus arengas afirma cosas como las siguientes: […] “debía de infiltrarse a patronos y obreros la idea de que en vez de la lucha de clases, hubiera la colaboración de clases, indicando que la ciencia de la vida era el ponerse de acuerdo. Yo a los obreros les llamo hermanos y les digo: Los que os dirigen os engañan miserablemente, prometiéndoos lo que no pueden dar”. Ponerse de acuerdo o sea, someterse, para Pemán los trabajadores eran unos vagos que aguardaban en los “pollos” de las villas hablando de lo que no sabían.
En la misma onda se inscribe su descripción de la República como “…un tren en el que se habían metido juntos republicanos, socialistas, sindicalistas y comunistas, y cada uno iba a una estación distinta, y cada uno creía que el tren iba a parar en la estación a donde él iba y nadie sabía donde iba a parar el tren. Pero yo digo que ya es tarde; cuando se subieron todos en el tren, alegre y confiadamente, entonces –y no ahora– era el tiempo de haber mirado adónde iba el tren y quiénes eran los compañeros de viaje”. Fue con artículos incendiarios en el “ABC”, desde donde Pemán fue llamando con vehemencia a la insurrección militar contra la legalidad republicana. Solamente por escribir un poema como El ángel y la Bestía, Pemán habría merecido un Nuremberg para él solo.
Durante la larga posguerra en las que la “turbas” no pudieron ni tan siquiera llorar a sus muertos. Entonces Pemán fue una de las figuras míticas del régimen franquista y Franco lo nombró presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado y fue también responsable de la Oficina de Prensa y Propaganda del régimen del Caudillo. En agradecimiento, el autor en 1938 de El divino impaciente (¿desde cuando no se representa esta obra inmortal?) publicó una Historia de España para párvulos dedicada “al generalísimo Franco”. La historia oficial más conocida es la monumental “Historia de la Cruzada Española”, A imitación de Mussolini, en octubre de 1937 Franco creó el Consejo Nacional de FET y de las JONS en la que integró a José María Pemán. También se le ha atribuido la letra del Himno Nacional, la Marcha Real, que no posee letra oficial y de la que el poeta gaditano confeccionó el poeta ya en 1928 por encargo de Miguel Primo de Rivera, y no durante la Guerra Civil, sino en 1928. Durante el franquismo, se alteró la letra de Pemán, cambiando “alzad la frente” por “alzad los brazos”, y “los yunques y las ruedas» por “los yunques y las flechas”. Unas de sus afirmaciones favoritas era “¡Soy cristiano y español, que es ser dos veces cristiano!”, una de las frases le convirtió en uno de los autores oficiales de la dictadura, y que desde mi punto de vista plantea el viejo dilema entre el decir y el hacer. Sí ser cristiano significa despreciar a los pobres, hacerles la guerra con las tropas coloniales, y sí ser español significa pertenecer a una minoría petulante y privilegiada, no hay duda de que lo era.
Políticamente, Pemán entra en la esfera de escritores de la estirpe de Giovanni Papìni, Ezra Pound, Paul Claudel, Knut Hamsum o del último August Strinberg; literariamente no puede compararse con ninguno de ellos. Conviene recordarlo cuando se pretende pasar la página sin leerla, cuando se pretende ocultar la barbarie con leyes que consagran el modelo español de impunidad. Un modelo que nos sitúa muy lejos de los avances de la civilización.
En consecuencia, me parece que el gesto de cepillar la trayectoria de Pemán es muy distinta por no decir opuesta, a la magnífica de restaurar la memoria de otro gaditano que hizo siempre lo que dijo y para el que los pobres eran la sal de la tierra.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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