Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
lunes, julio 04, 2016
4 de Julio: ¿cómo nació el gran imperio?
Hoy se cumplen 240 años de la declaración de la independencia norteamericana que dio lugar a la considerada “primer democracia moderna” bajo los principios liberales de libertad, igualdad y soberanía popular más de una década antes de que la Revolución Francesa se convirtiera en la gran expresión histórica de estos.
La estructura social de las colonias norteamericanas
Las Trece Colonias constituían una parte fundamental en el esquema económico del imperio inglés, fuente de extracción de materias primas alimentarias y de dos recursos responsables de un gran boom económico: el tabaco primero (s XVII) y el algodón después (s. XVIII); siendo este último fundamental, aún luego de la independencia, en el desarrollo de la industria textil inglesa, primera rama que se mecanizó de conjunto con la Revolución industrial. Ambas explotaciones impulsaron la introducción de la esclavitud como nueva relación social al interior de unas colonias que, hasta las primeras décadas del s. XVII, sólo conocían la pequeña y mediana explotación agrícolo-ganadera. La introducción de la esclavitud (los esclavos negros que para 1690 representaban el 8% de la población en 1770 eran el 21 %) y de las grandes explotaciones en manos de compañías tabacaleras (impulsoras de la fundación de Virginia) y algodoneras hacia el sur, se sumó a la profundización de la diferenciación en la estructura de clases de la sociedad colonial. En el marco de una expansión demográfica vertiginosa (para 1700 la población de las colonias ascendía a 250.000 habitantes, y en 1760 era de 1.600.000), la expansión urbana y la complejización de la economía (desarrollo de una incipiente industria a pequeña escala) se polarizó la estructura social: Howard Zinn (La otra historia de los Estados Unidos) destaca que más de la mitad de los colonos que llegaron a las costas norteamericanas en el período colonial lo hicieron en condición de criados, mayoritariamente ingleses e irlandeses en el s XVII y alemanes en el s XVIII, que huían del hambre por el cercamiento de las tierras o de las leyes contra la vagancia que caracterizaron el período inicial del capitalismo comercial. Estos formaron una “extensa subclase de blancos muy pobres”, los levelling en inglés, que constituían el estrato más bajo de los colonos. En el polo extremo, comerciantes ricos y grandes terratenientes monopolizaban los recursos económicos y el poder político. La combinación entre la extensión de la esclavitud y la polarización social entre los colonos fue el germen de una gran conflictividad social que signó la etapa previa a la independencia y abonó las condiciones para esta.
De la revuelta social a la independencia nacional
En 1676, cien años antes de la declaración de independencia, Virginia fue escenario de la llamada Rebelión de Bacon, en la que confluyeron colonos terratenientes, esclavos y criados, y que sólo pudo ser sofocada con el envío de tropas inglesas. Esta se inició producto de la demanda del adinerado terrateniente Nathaniel Bacon, cuyas propiedades estaban afincadas en zona de frontera, de una política más efectiva de guerra contra “el indio”. Este reclamo hacia las autoridades locales se extendió a la denuncia de una política impositiva injusta, la distribución discrecional de los cargos públicos y la falta de protección a los agricultores de la amenaza indígena, en “una mezcla de resentimiento populista contra los ricos y de odio fronterizo hacia los indios”. (Salvando las enormes distancias histórico-sociales, podríamos decir que a la manera de un Trump que hoy vocifera contra el stablishment político y económico mientras agita un programa fuertemente xenófobo y anti-inmigratorio).
Lo significativo de esta rebelión fue que aglutinó a un espectro social heterogéneo, atrayendo la bronca de esclavos y criados contra sus condiciones de vida, mostrando una forja social potencialmente peligrosa. Además del problema de la hostilidad india y el peligro de las revueltas de esclavos, la élite colonial tenía que vérselas con la ira clasista de los blancos pobres -los criados, los arrendatarios, los pobres de las ciudades, los sin tierra, los pagadores de impuestos, los soldados y los marineros. De hecho, después de la Rebelión de Bacon, en 1760, “se produjeron dieciocho nuevos intentos de derrocar a los gobiernos coloniales y ocho revueltas de negros en Carolina del Sur y Nueva York.” (La otra Historia de los Estados Unidos) En este contexto, el racismo fue el artefacto ideológico predilecto utilizado por las clases dominantes para evitar el desarrollo de estos lazos sociales. Pero esencialmente, bajo la fuerte presión fiscal que implicaron las guerras emprendidas por Inglaterra que aumentaron la pobreza de los estratos más bajos y afectaron a sectores de la elites locales, estas comenzaron a perfilar ideales nacionalistas como forma de monopolizar la extracción de recursos a la vez que desactivar potenciales rebeliones en función de la unidad nacional.
La Guerra de los 7 años y los antecedentes de la independencia
Junto al desarrollo de revueltas que expresaban el malestar de los estratos bajos de las colonias, el fin de la Guerra de los 7 Años tuvo un impacto directo sobre los colonos ricos y hacendados de las Trece colonias. Al concluir la contienda, -que enfrentó entre otras potencias a Gran Bretaña y Francia y tuvo uno de sus puntos claves en América del Norte- en 1763, el imperio británico hizo pesar los costos de la empresa bélica sobre la naciente burguesía agraria y esclavista norteamericana. Se gravó a los hacendados y comerciantes con una serie de impuestos que profundizaron la crisis económica posterior a la guerra. El Acta del Azúcar o Acta de los Ingresos Americanos, aprobada por el parlamento del Reino Unido en 1764, fue el impuesto de mayor impacto, que se combinaba con la apertura de las exportaciones de azúcar de las colonias británicas en el Caribe. La respuesta por parte de los sectores medios y altos de las colonias tuvo su primera expresión en la movilización en Boston contra el impuesto, organizada por Samuel Adams y los boicots a la compra de productos ingleses. A este hecho le sucedieron la reunión de un congreso de representantes de nueve legislaturas coloniales en 1765 y la posterior ocupación militar de Boston por parte de Gran Bretaña en 1768, que aumentó el clima de tensión y enfrentamiento entre los nativos y los representantes imperiales. La Masacre de Boston en 1770 y su irradiación inmediata al resto de las colonias, no fue más que una expresión del malestar generalizado de los exportadores y colonos ricos que confluían con las condiciones de vida de blancos pobres y esclavos. El asesinato de 5 trabajadores por los soldados británicos fue utilizado por la burguesía nativa como propaganda hacia los sectores bajos con el objetivo de hacer confluir sus intereses y canalizar su malestar contra el Imperio Británico.
Otro de los antecedentes centrales de la guerra de la independencia fue el conocido "motín del té", que si bien se hizo mundialmente conocido por la acción de comerciantes y contrabandistas tirando al mar un cargamento de té proveniente de China en forma de boicot contra las nuevas cargas impositivas y privilegios de las empresas británicas, fue un proceso que implicó movilizaciones y asambleas no vistas hasta el momento, llegando a reunir 8 mil personas. Al conjunto de boicots y revueltas donde empezaban a confluir distintos estratos sociales, el imperio británico respondió con las llamadas "leyes intolerables" de 1774, que aumentaban la represión y el control sobre la población. Dada la importancia de los recursos económicos que implicaban las 13 colonias para la Corona, ante cada intento de revuelta o de poner límites a los gravámenes impositivos por parte de los comerciantes y colonos ricos, en el Reino Unido triunfaban los sectores "anti negociación" y se recrudecían las medidas de control. Esta última ofensiva británica en 1774 no hizo más que acelerar la organización de los sectores dominantes de las colonias que confluyeron en el Primer Congreso Continental. Salía a la superficie la contradicción entre el desarrollo de la naciente burguesía agraria norteamericana y la expansión de las plantaciones esclavistas del sur con los límites comerciales e impositivos que imponía Gran Bretaña. En esa disputa las clases dominantes nativas lograron canalizar el malestar por las condiciones de vida de negros, trabajadores blancos y pequeños campesinos. Finalmente estalló la guerra en 1775 con la batalla de Lexington, luego de que se reforzara la presencia militar en Norteamérica por parte de la Metrópoli.
Emancipación sin liberación
La declaración de independencia se daría un año más tarde, el 4 de julio de 1776, -en el marco del Segundo Congreso continental que reunió delegados de las Trece Colonias- bajo la pluma de Thomas Jefferson, John Adams y Benjamin Franklin, los considerados “padres fundadores de la patria”, esgrimiendo los postulados de la igualdad natural de las personas y el reconocimiento del derecho a la vida, la libertad y la felicidad como derechos individuales inalienables. (Aurora Bosch, Historia de Estados Unidos. 1776-1945)
Es por esto que se considera como el primer documento histórico que consagra los derechos humanos fundamentales y los principios de la democracia política bajo los ideales liberales de Thomas Paine y los filósofos ilustrados. Pero la independencia (que se conquistó definitivamente en 1783 luego de 8 años de guerra) no sólo no implicaría la igualdad social, imposible bajo el régimen capitalista, sino que ni siquiera consagraría la igualdad ante la ley propia del derecho burgués. La esclavitud, que apalancó la producción tabacalera y algodonera en ascenso, siguió persistiendo y ganando terreno como relación social, siendo una de las grandes bases de la expansión económica norteamericana. Sólo fue plenamente liquidada con la Guerra de Secesión (1861-65) que le dio el triunfo definitivo al norte industrial, con su estructura económica basada en el trabajo asalariado libre. Por lo tanto, al decir de Howard Zinn, “el país no ‘nació libre’, sino que nació esclavo y libre, criado y amo, arrendatario y terrateniente, pobre y rico”, y en base a un pujante mercado interno y una feroz política expansionista se iría convirtiendo de colonia en una gran potencia imperialista.
Paula Schaller Licenciada en Historia-UNC
Javier Musso Juventud del PTS - Córdoba
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario