sábado, julio 09, 2016

Celebrar el 9 de Julio en la escuela: el porqué y el para qué



Las efemérides en la escuela constituyen un aspecto central en la transmisión de la nacionalidad. Surgidas a principios del siglo XX durante los gobiernos conservadores, con matices se mantienen hasta hoy.

El carácter oficial del la celebración del 9 de julio

El 9 de Julio fue instaurado como fecha patria por Juan Manuel de Rosas durante su segundo gobierno por medio de un decreto el 11 de junio de 1835. En el mismo se establece que será un día feriado con celebraciones festivas de carácter patriótico, católico y militar. Se celebrarían misas en acción de gracias al Ser Supremo por lo favores en el sostén y defensa de nuestra independencia política. Se iluminarían la casa de gobierno y los edificios públicos. Los cañones de la Fortaleza y los buques del Estado realizarían tres disparos de honor en estas celebraciones. Con este decreto, se anulaba el anterior firmado por Rivadavia en 1826 que establecía que el 9 de Julio debía celebrarse junto con el 25 de mayo porque de otra manera las repeticiones de fiestas patrias atentaban contra el comercio y la industria. De esta forma comienza una “oficialización decretada” de las fechas patrias y sus celebraciones, apropiándose el Estado, de la fiestas populares.

Efemérides patrias en la escuela y Estado nación

Las celebraciones de las efemérides patrias en Argentina surgieron como expresión de la conformación del Estado nacional a fines el siglo XIX y principios del XX, y mantienen, con matices, plena vigencia en la actualidad. Estas prácticas en la escuela se irán incorporando de a poco a medida que el Estado se organizaba. Fue durante los gobiernos conservadores (1874-1916) que gobernaron por medio del fraude electoral, donde los preceptos del nacionalismo se instalaron fuertemente en el incipiente sistema educativo. El genocidio indígena efectuado por la “Conquista al Desierto” base sobre la cual se fortaleció la oligarquía y el rol predominante de Argentina como productora de materias primas en el mercado mundial orientado por Gran Bretaña, junto con la represión a los sectores migrantes y la incipiente clase obrera organizada marcan el contexto para el desarrollo del nacionalismo en la escuela como un importante agente de difusión.
La escuela, por medio de la enseñanza de la historia, los actos escolares, los rituales como el formarse, cantar el himno, saludar a la bandera, etc. construye narrativas del pasado y exaltaciones patrióticas que intentan imponerse como referenciales y únicas en la identidad nacional. En este sentido, la escuela es una de las instituciones que menos cambios ha generado desde el siglo XIX.
Es así que a partir de 1894, el Consejo Nacional de Educación estableció por medio de circulares que llegaban a todos los establecimientos escolares, el rol que cumpliría la escuela en las fechas patrias. Este fue el antecedente a la inclusión en un reglamento para las escuelas de la capital y los territorios nacionales aprobado en marzo de 1900. En él se establecieron los feriados y la forma de celebrarlos: “Art. 26. Los días de asueto en todo el año serán los de fiesta religiosa, el lunes y martes de carnaval, jueves, viernes y sábado santos, 24 y 25 de mayo, 8 y 9 de julio…. Art. 27. En los tres días que preceden a las fiestas cívicas, se destinará una hora diaria a lecturas, recitaciones y cantos patrióticos; y las diversas lecciones que se den en esos días, se relacionaran directamente, en cuanto sea posible, con los hechos, las fechas y los nombres más memorables de nuestra revolución e independencia. Art. 28. Los directores de las escuelas podrán organizar fechas patrióticas, en que de preferencia sean actores los niños; las que se celebraran en la misma escuela, en conmemoración del 25 de mayo y del 9 de julio, en presencia de la familia que se invitarán a tal efecto… se cantará el himno nacional, siendo obligatoria la asistencia para todos los profesores y alumnos (Reglamento General de Escuelas. En El Monitor de la Educación Común (MEC) N° 324; marzo de 1900. Citado G. Blázquez).
En la revista El Monitor (de actual vigencia) se describieron distintos relatos de las llamadas “fiestas julias”. Como marcaba el reglamento, las escuelas públicas debían mostrar énfasis por el patriotismo apelando a la actuación de los niños y la participación de sus familias. Las escuelas que se convertían en grandes “teatros” con importantes representaciones de los principales sucesos, donde se destacaban los próceres y los símbolos nacionales como el escudo y la bandera. Estas prácticas se complementaban con otras como las visitas a los monumentos, bustos o lugares de la independencia. También el Tesoro Nacional impulsaba excursiones escolares a la ciudad de Tucumán.

La educación, la unión y la patria

El flujo de inmigrantes europeos fue considerado un peligro para las clases dominantes. En los primeros años del Siglo XX, se organizan los primeros congresos obreros que dan surgimiento a la FORA de influencia anarquista. Se organizan huelgas que desembocaran en la de la Ley de Residencia (1902) y con posterioridad la represión durante el centenario de los sucesos de mayo en 1910.
En este contexto la figura de Ramos Mejía cobra relevancia en la organización del Consejo Nacional de Educación quién, influenciado por el clima racista de la época, explicaba que la fisonomía nacional estaba amenazada. En ese sentido instaurar y profundizar la educación patriótica puede transformar a los sujetos por medio de la nacionalización de los contenidos en el currículum, la generalización y masificación de los festejos patrios, la teatralidad del dramatismo de los héroes, la ambientación escolar con la finalidad de encontrar en cada escuela a la Nación. Para esto, se estableció la Instrucción al Personal docente de 1908 cuyo propósito fue demostrar su amor a la patria, inculcar en sus alumnos los sentimientos de una patria próspera, el ser buenos ciudadanos en un marco de disciplina y respeto.
Se crea en el mismo año 1908 la Oficina de Ilustraciones y Decorado Escolar para “difundir el Buen Gusto y propagar el conocimiento de las Bellas Artes conjuntamente con la belleza de nuestra tierra y la efigie más exacta posible de los hombres que, en una forma u otra, han contribuido a la independencia, cultura y progreso nacional. En el currículum, la historia, geografía, ética y música tenían como obligación inculcar temas nacionales. Otra práctica nacionalizante fue la Jura a la Bandera que se establece por resolución de 4 de junio de 1909 peo que era realizada, a diferencia de la actualidad, el 9 de julio y era realizada por niños de 3° a 6° grado. En este período y con la misma lógica surgen los abanderados como una guardia de honor.
La escuela es la mediadora entre el Estado y los sectores populares, es la encargada de trasmitir mediante la educación los sentimientos históricos oficiales resaltando el pasado común de la nación. De esta manera la escuela fortalece, mediante las efemérides, vínculos afectivos con patria en un sentido familiar expansivo, destacando la identidad nacional de las clases dominantes. Por supuesto que esto no quiere decir que en las escuelas, a pesar de lo reglamentado por calendario escolar, se desarrollen interpretaciones contrarias o alternativas al modelo oficial.

Hernán Perriere

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