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jueves, enero 05, 2017
Trump, racismo y clase obrera
El racismo entre los trabajadores no puede ser condonado o tapado. La unidad de la clase obrera comienza por tomar las demandas de los más oprimidos.
A pocas semanas de la asunción del próximo gobierno de Donald Trump, publicamos un articulo del sitio Left Voice, traducción de Trump, Racism and the Working Class
La inesperada victoria de Donald Trump ha llevado de nuevo al debate la discusión sobre el racismo y la supremacía blanca, llegando algunos a la conclusión de que la "clase obrera blanca" votó en bloque por Donald Trump y, por lo tanto, son los culpables de su triunfo. Sin embargo, la situación no es tan simple. Reproducir esta falsa narrativa sin cuestionar los supuestos que la sustentan sólo profundiza-conscientemente o no- las divisiones entre los trabajadores y por lo tanto socava las posibilidades de emprender la lucha contra el Trumpismo (Trumpism en inglés) y los patrones en general.
¿El triunfo de Trump fue gracias al voto de los trabajadores blancos? Trump no podría haber ganado si no fuera por el apoyo que recibió, entre otros, de millones de trabajadores que eran abrumadoramente blancos. Estas personas votaron por un fanático racista que calumnió a los mexicanos, quien fue consistentemente sexista y atacó a los musulmanes reiteradamente. No podemos excusar a los que votaron por él, incluidos los trabajadores.
Sin embargo, es un error pensar que la mayoría de los trabajadores blancos apoyan a Trump. Por empezar, la categoría "votante blanco que no estudió en la universidad" no equivale a "trabajador blanco", un defecto común sobre el cual los medios de comunicación y las encuestas basan sus cifras. Muchas de estas personas sin títulos universitarios son, por ejemplo, propietarios de pequeñas empresas, es decir, de clase media. Una señal del peso que tiene la clase media entre los votantes de Trump es que tienen en promedio más riqueza que los votantes de Clinton. En realidad perdió por goleada entre los que ganan menos de 50 mil dolares por año. Este sector demográfico constituye más de la mitad de la población de Estados Unidos, a pesar de que representan sólo el 36 por ciento de los votos.
Incluso entre aquéllos que califican para votar, sólo el 19,5 por ciento votó por Trump. Sesenta y nueve por ciento de ellos son blancos y sólo el 35 por ciento votó a favor de Trump-el 65 por ciento o bien votaron por Hillary Clinton o un tercer candidato o no votaron en absoluto.
Entonces, la mayoría de los trabajadores blancos no votaron por Donald Trump
Este hecho debe ser enfatizado porque si la discusión se centra en la lógica de que la mayoría de los trabajadores son partidarios de Trump, la situación se torna confusa y llevará a tomar decisiones equivocadas. (El hecho de que millones votaron por él es igualmente una terrible noticia.)
De hecho, las encuestas demuestran que la victoria de Trump en los estados de Ohio, Wisconsin, Michigan, Iowa y Pennsylvania fue principalmente el resultado de la caída en la participación de los votantes demócratas, en particular en las circunscripciones clave, y no fue debido al crecimiento del voto republicano. La impopularidad generalizada de Hillary Clinton y la profunda decepción en Obama llevó a muchas personas de color a quedarse en casa. Al mismo tiempo, esto influyó en la decisión de un sector de votantes blancos que antes habían votado por los demócratas y esta vez cruzaron la raya hacia Trump.
Motivaciones
A pesar de todas estas consideraciones, el hecho es que millones de trabajadores votaron por Trump. Ahora, la gran pregunta es, entre los que votaron por Trump, hasta qué punto le dieron su apoyo por la retórica anti-establishment o, por el contrario, ¿en qué medida el discurso racista y xenófobo guió su voto?
Aunque es imposible tener alguna certeza sobre esto, algunos aspectos son claros. Aquellos que votaron por Donald Trump o bien estuvieron de acuerdo con su discurso racista o lo toleraron como un defecto menor, algo que no fue lo suficientemente significativo para retirar su apoyo. Un sector hizo claramente más que tolerar su discurso racista. Hemos visto a decenas de fanáticos racistas y nacionalistas asistir a sus manifestaciones. El surgimiento de la llamada alt-right tiene una presencia real más allá de las redes sociales, y parte de eso se refleja en la oleada de crímenes de odio después de la victoria de Trump.
Es falso pensar que todos los votantes de Trump son fanáticos de la supremacía blanca. Ciertamente, hay algunos estratos de trabajadores empobrecidos o gente de clase media que fueron seducidos por los comentarios populistas contra el establishment y permitieron su intolerancia racial. Hay algunas razones para creer esto: el supuesto pasaje de votos de Barack Obama hacia Donald Trump, el extraordinario éxito de Trump en los estados donde Bernie Sanders ganó las primarias, además de algunas evidencias anecdóticas de aquí y de allá. Entre los que declararon que sus condiciones económicas eran peores que 4 años antes, el 78 por ciento votaron por Trump y sólo 19 por ciento por Hillary.
Esto demuestra que al menos una parte de las razones para votar a Trump, fueron otras y no el racismo. Sin embargo, la delimitación política con los votantes de Trump tiene que ser clara. Aquellos que se inclinaron por motivaciones económicas (erróneas) por sobre la solidaridad de los trabajadores se dirigen en la dirección equivocada y representan un obstáculo para lograr la unidad de clase. Por esta razón, es un grave error excusarlos, mostrar simpatía o justificar su voto. Si se desarrolla una resistencia al gobierno de Trump y al avance de la derecha, necesitamos la unidad de clase, y esta comienza cerrando filas incluyendo todas las etnias, culturas, color de piel, género y sexualidad.
Clase obrra, ideología y competencia
La fragmentación de la clase obrera por motivos de líneas étnicas o raciales es una tragedia. Socava el poder de clase, debilita el movimiento obrero y obstaculiza la lucha contra el capitalismo.
El prejuicio racial entre los trabajadores es real. No puede haber una perspectiva para unir a los trabajadores de todas las comunidades y etnias si ocultamos o negamos esto. Después de reconocerlo, la tarea es identificar y explicar cuáles son las fuerzas que lo motivan.
No es ningún secreto que, en tiempos de recesión económica, los trabajadores inmigrantes y las minorías raciales son los más útiles chivos expiatorios. Las declaraciones de Trump sobre los latinos y musulmanes son un ejemplo de manual.
Sin embargo, ¿Trump sólo le lavó el cerebro a millones de personas? La verdad es que esos sentimientos racistas no sólo son levantados por Trump y la burguesía en general -para "dividir y conquistar". La noción de falsa conciencia no es suficiente para explicarlo. En otras palabras, una teoría del racismo que describe a los jefes como los únicos creadores de la cultura y la ideología, y a los trabajadores como unos lemmings que están "programados" para odiar a la gente de color, no es suficiente para entender la realidad.
Desafortunadamente, los trabajadores han adoptado activamente el racismo en diversas circunstancias históricas, y se han beneficiado individualmente de los prejuicios raciales, incluso cuando estas mismas divisiones hirieron fatalmente al movimiento obrero a largo plazo y, en última instancia, a los mismos trabajadores blancos.
El enemigo equivocado, el aliado equivocado
En 1981, después de las elecciones en las que Ronald Reagan ganó la presidencia, Johanna y Robert Brenner escribieron un artículo en Contra la corriente que se puede leer hoy como si se tratara de la elección de Trump.
Desconcertados por los resultados electorales, trataron de darle sentido al alto nivel de apoyo que la clase obrera le dio a Reagan. Los Brenners comienzan el ensayo reconociendo el giro a la derecha, del cual el apoyo generalizado de los trabajadores a Reagan fue el testimonio. En la búsqueda de una explicación, avanzan con un argumento poderoso: frente a un reflujo en la organización y acción de la clase obrera y después de años (décadas) de derrotas impuestas a los trabajadores, son más propensos a buscar soluciones individuales a su difícil situación, en vez de participar en una lucha dudosa contra un jefe aparentemente "todo poderoso".
Después de todo, los trabajadores son "productores colectivos con un interés común (...) [pero] también son vendedores individuales de su fuerza de trabajo, en conflicto entre ellos acerca de los puestos de trabajo, ascensos, etc."
Esto constituye una base material para las divisiones entre los trabajadores de diferentes comunidades, culturas o etnias. Una sección privilegiada de trabajadores optaría entonces por defender su posición a expensas de las capas inferiores de la clase obrera, "aliándose, implícita o explícitamente, con la clase capitalista o una parte de ella".
La trampa de ´ser blanco´
Desde una perspectiva más crítica, Noel Ignatiev avanza un argumento similar hacia el final de su ahora célebre Cómo los irlandeses se hicieron blancos: "La adhesión de algunos trabajadores a una alianza con el capital sobre la base de la experiencia compartida de “ser blancos” es el mayor obstáculo para la realización de un amplio discurso anticapitalista de clase trabajadora".
El libro se basa en una profunda investigación histórica para mostrar cómo los inmigrantes irlandeses en América, sujetos a una fuerte segregación en el Reino Unido y también, aunque en menor medida en los EE.UU., avanzaron su posición aislando su lucha de la de los afroamericanos. En aquellos días, ni siquiera estaba claro si debían ser considerados "blancos". Frente a la dicotomía de unirse con los negros "hermanos de clase" para luchar por el fin de la esclavitud y de toda clase de segregación o bien, emprender su propia lucha por su cuenta, eligieron la última. Su pasaporte a la ciudadanía iba de la mano de mantener a los negros en las filas de la clase baja. Así fue como pasaron de estar obligados a tomar los trabajos más humildes y peligrosos a mantener a los negros fuera de la planta por medio de paros en el trabajo cada vez que el jefe contrató a un trabajador negro.
Los irlandeses aprendieron a segregar y despreciar a los negros para conquistar y abrazar su condición de blancos.
David Roediger cuenta la historia de cómo los italianos estadounidenses sentirían su condición de blancos reafirmada cuando realizaban incursiones para "golpear a algunos negros" en Harlem durante la Segunda Guerra Mundial. Un participante de estas turbas italianas recordó años después: "Fue maravilloso. Era nuevo. Los italoamericanos dejaron de ser Italo y comenzaron a convertirse en americanos”. Los inmigrantes europeos que llegaban a América, generación tras generación, compraban la mentira de la ” condición de blancos.”
Esto trajo consigo graves consecuencias. Como señaló James Baldwin, "porque piensan que son blancos no pueden permitirse ser atormentados por la sospecha de que todos los hombres son hermanos" (...) "Es una terrible paradoja, pero aquellos que creían que podían controlar y definir a los negros se despojaron del poder de controlar y definirse a sí mismos".
La solidaridad interracial es posible
Por otra parte, una situación en la que los obreros negros, morenos y ’blancos’ luchan juntos codo a codo, consolidan los lazos de solidaridad entre ellos y fortalecen la lucha de los trabajadores contra el capital. Un ejemplo de estas dinámicas aparece en Carrera, Clase y Poder en las cuencas mineras de Alabama, 1909-1921, de Brian Kelly. Con el telón de fondo de un sur segregado, en medio de innumerables manifestaciones de racismo perpetradas por trabajadores blancos contra los negros, la lucha de los mineros en Birmingham, Alabama se destaca como un ejemplo de solidaridad interracial de los trabajadores.
En 1920, 13.000 mineros se unieron a una huelga convocada por el Distrito 20 de los Trabajadores Mineros Unidos (UMW) en Birmingham. La lucha se extendió a una resistencia armada que sólo podía ser sofocada por el despliegue de tropas militares, que daba una larga derrota a la UMW.
El grado y el carácter de la colaboración interracial en este episodio de la historia de los Estados Unidos suscitaron un debate entre los historiadores de la clase obrera -conocido como el debate Gutman-Hill- que aún no se ha cerrado.
Brian Kelly reconoce las enormes limitaciones de la solidaridad entre blancos y negros y el persistente prejuicio racial entre los trabajadores blancos, incluso en el caso de las huelgas de UMW en Birmingham, 1908/1920. Sin embargo, su trabajo resalta la evidencia de los esfuerzos deliberados e implacables por parte de los propietarios de minas para generar el enfrentamiento entre los trabajadores, e inculcar el prejuicio racial entre ellos y para aumentar la rivalidad entre trabajadores negros y no negros.
Emplearon exclusivamente carneros negros, lanzaron un periódico con propaganda anti-negra y falsas historias que pintaron a los negros como traidores o enemigos, forzaron al gobierno estatal a emitir restricciones anti-negros, etc. Bajo la presión creciente del gobernador del estado y acusaciones de "Subversión racial", la UMW negó cualquier intento de igualar salarios y condiciones entre trabajadores negros y blancos. "Los principales beneficiarios y la principal fuerza en mantener la opresión de los negros en el distrito de Birmingham eran sus principales empleadores de acero, hierro y carbón".
Otra contribución -no menos importante- del libro de Kelly es el hecho de que la solidaridad interracial, aunque fue pequeña, limitada y frágil, se llevó a cabo. Con los restos irreducibles e innegables de prejuicios contra los negros, los mineros lucharon codo a codo contra los jefes y construyeron la solidaridad atravesando la raza, a pesar del viento de frente del omnipresente racismo y la segregación legal.
Los dos aspectos principales del trabajo de Kelly son, (1) el capital es una fuerza importante para mantener, y, sin duda los principales beneficiarios de la opresión de las minorías raciales; y (2) existe un potencial en la unidad de las luchas interraciales sobre la base de intereses materiales comunes.
A esto agregaría la afirmación que se deriva de la capitulación de la UMW cuando fueron atacados por el gobierno por construir solidaridad interracial: para poder mantener un frente unido de los trabajadores contra los patrones, y por lo tanto, para ganar, la clase obrera en si conjunto debe levantar las demandas de los más oprimidos sin concesiones.
Juan Cruz Ferre
Left Voice
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