"En tiempos como estos, sé que buscamos algún tipo de significado en el caos, algún tipo de luz en la oscuridad, las respuestas no llegarán fácilmente". Las palabras de Donald Trump sobre el reciente tiroteo contra una multitud que asistía a un recital en Las Vegas –que dejó como saldo 59 muertos y más de 500 personas hospitalizadas– son quizá la expresión más aguda (pero no la única) de la incapacidad de los partidos del régimen imperialista para dar respuesta a esta manifestación de la marcada descomposición social en el país.
Las hipótesis apuntan a que el tirador Stephen Paddock, un acaudalado hombre con ascendientes de psicopatía criminal, actuó por cuenta propia, pese a la reivindicación del Estado Islámico. Pero lo que Trump calificó como “un acto de pura maldad” por parte de un “un individuo muy, muy enfermo” es en verdad el último y más tremendo episodio de una larga cadena: entre 1966 y 2012, 90 tiroteos masivos tuvieron lugar en Estados Unidos. “Estos ataques se triplicaron entre 2011 y 2014” (CNN, 2/10). “Con sólo el 5% de la población mundial, EEUU cuenta con el 30% de los tiroteos” (WSWS, 3/10).
"Las balas que vos tiraste..."
La marcada violencia al interior del país es la forma en que permea en la “sociedad civil” el belicismo yanqui de fronteras afuera, con la matanza directa e indirecta de millones de personas desde Medio Oriente hasta Haití, y fronteras adentro, con un aparato represivo en estado de guerra contra la población: proliferación del gatillo fácil contra negros y latinos, avanzadas contra las movilizaciones populares, etc.
En el último período, al calor de la profundización del guerrerismo imperialista en Medio Oriente, “la escala de tales horrores va en ascenso: los cuatro peores tiroteos masivos, en cuanto a número de víctimas, y seis de los peores siete, han tenido lugar desde 2007” (ídem).
El Trump que se interroga por la violencia de este “hombre enfermo y loco” es el mismo que hace dos semanas amenazó con arrojar bombas nucleares sobre Corea del Norte; que coquetea con los grupos neofascistas que atacaron en Charlottesville y que le ha dicho a los derechistas de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus iniciales en inglés) que “cuentan con un amigo en la Casa Blanca”. En lo que va de 2017, se produjeron 254 tiroteos con cuatro o más víctimas (Gun Violence Archive, 3/10).
Control de armas y armas descontroladas
La descomposición social gestada por el imperialismo yanqui ha degradado hasta la médula la vigente “Segunda Enmienda” a la Constitución de los Estados Unidos, de 1791, que establece el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas. La resolución fue formulada originariamente para defender la emancipación frente a la metrópoli inglesa y, en las mentes más progresivas, para garantizar el derecho de defensa frente a una tiranía. Los resabios esclavistas del Sur, derrotados en la Guerra Civil, presionaron fuertemente por el desarme de los negros.
Frente a la masacre, varios representantes del Partido Demócrata volvieron a propugnar un control de armas que limite la Segunda Enmienda, como ya lo habían hecho en el pasado.
Este planteo solo puede llevar a un aumento de la violencia social, porque significa reforzar el poder del Estado imperialista contra los trabajadores de Estados Unidos y del mundo entero.
El Partido Demócrata es protagonista de la escalada guerrerista de la última década: durante los 8 años de presidencia de Obama, su gobierno incrementó la sangría en Medio Oriente; fronteras adentro, equipó con armas de guerra a la policía estadounidense y reprimió la protesta popular con saña, como ocurrió en Ferguson, en 2014, cuando enfrentó con la policía a las movilizaciones contra el gatillo fácil.
Parafraseando a Marx, un arma es un arma, y sólo bajo determinadas condiciones históricas es una herramienta para matanzas. El tiroteo en Las Vegas es la expresión de un régimen social en estado de completa descomposición.
La salida sólo puede ir de la mano de la organización independiente de los explotados, para combatir la alienación social y la fascistización alimentadas por el régimen, y desarrollar la perspectiva de una transformación revolucionaria.
Tomás Eps (@tomaseps)
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