El primero de enero pasado se cumplió un aniversario más del levantamiento de los mayas zapatistas por el que se hizo pública la existencia de un grupo insurgente integrado mayoritariamente por indígenas, que con base en el artículo 39 de la Constitución declaró la guerra al mal gobierno del usurpador Carlos Salinas de Gortari. A 24 años de ese acontecimiento de múltiples significados históricos, que cimbró a México y al mundo, sigue más vigente que nunca la Primera Declaración de la Selva Lacandona, en la que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se dirige al PUEBLO DE MÉXICO (así con mayúsculas): Nosotros, hombres y mujeres íntegros y libres, estamos conscientes de que la guerra que declaramos es una medida última pero justa. Los dictadores están aplicando una guerra genocida no declarada contra nuestros pueblos desde hace muchos años, por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.
Esa guerra genocida que los zapatistas denunciaran en 1994 no sólo no cesó, sino que se intensificó hasta hacer de México el segundo país más letal, después de Siria, acorde con el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, que identifica un conflicto armado no reconocido, una catástrofe humana en la que la prolongación de la violencia homicida dura ya por más de una década, con una intensidad constante. Asimismo, las reformas estructurales promovidas por los gobiernos de traición nacional que se han sucedido durante estos años por el régimen de partidos de Estado, que legalizan el despojo recolonizador y la desnacionalización de territorios y recursos estratégicos, así como la Ley de Seguridad Interior, que legaliza la militarización del país y la mano dura de las fuerzas armadas contra el pueblo, han provocado que las demandas por las que fueron a la guerra los zapatistas sean cada vez más actuales y legítimas. México inicia este año 2018 en la peor de las situaciones que se recuerdan desde ese otro conflicto armado de 1910-1917, que cobró la vida de un millón de personas, cuando la población total era de 16 millones.
Durante estos 24 años, el EZLN ha persistido en su plan emancipador, y una y otra vez nos convocan de diversas maneras y con distintas iniciativas a todos y todas las mexicanas a sumarnos a su plan de transformar radicalmente la trágica realidad nacional. Recordemos la apertura del Diálogo de San Andrés a la sociedad civil, la Convención Nacional Democrática, la Marcha Color de la Tierra, los Encuentros Intergalácticos, la Escuelita, los seminarios para estimular el pensamiento crítico en la intelectualidad, los artistas y los científicos, y las múltiples formas de solidarizarse con las luchas de los de abajo y a la izquierda. La Sexta Declaración de la Selva Lacandona fue la síntesis de esa búsqueda permanente del EZLN por la articulación de las luchas libertarias en el ámbito nacional: “Vamos a seguir luchando por los pueblos indios de México, pero no sólo por ellos ni sólo con ellos, sino por todos los explotados y desposeídos de México, con todos ellos y en todo el país (…) Vamos a ir a escuchar y hablar directamente sin intermediarios ni mediaciones, con la gente sencilla y humilde del pueblo mexicano y, según lo que vamos escuchando y aprendiendo, vamos ir construyendo, junto con esa gente que es como nosotros, humilde y sencilla, un programa nacional de lucha, pero un programa que sea claramente de izquierda, o sea anticapitalista, o sea antineoliberal, o sea por la justicia, la democracia y la libertad del pueblo mexicano”.
Durante todos estos años, el EZLN ha sido la conciencia crítica insobornable frente al Estado y la sociedad. Ha sido el espejo en el que la izquierda institucionalizada y los intelectuales sistémicos ven reflejada su pérdida de principios morales y anclajes anticapitalistas, su autismo frente a la guerra de limpieza social contra el pueblo, su corrimiento hacia una cómoda alternancia que no hace peligrar en lo más mínimo el sistema de explotación de la fuerza de trabajo más barata en el ámbito planetario, ni la dominación imperialista que ejerce Estados Unidos sobre un país en ruinas. De ahí el odio visceral de los fiscales de oficio antizapatistas de una intelectualidad que hace mucho tiempo renunció al pensamiento crítico; que personifica y proyecta sus frustraciones y resentimientos en la figura del subcomandante Marcos-Galeano.
Durante estos años, los pueblos mayas agrupados en el EZLN han dado un ejemplo de resistencia propositiva construyendo sus autonomías, fortaleciendo sus gobiernos en los que se manda obedeciendo, y en los que miles de mujeres y hombres se han preparado para ser autoridades de una democracia directa y participativa. Las niñas y los niños, jóvenes de ambos sexos han sido socializados, educados y formados con base en los siete principios éticos zapatistas: servir y no servirse, representar y no suplantar, construir y no destruir, obedecer y no mandar, proponer y no imponer, convencer y no vencer, bajar y no subir; una concepción del mundo y de la política, del para todos, todo, para nosotros, nada, que se sitúa en el polo equidistante del narcisismo individualista de la generación selfie.
La última de las iniciativas surgidas en el seno de los mayas zapatistas ha sido la propuesta asumida por el Congreso Nacional Indígena de integrar un Concejo Indígena de Gobierno, cuya vocera, María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, sea inscrita en la boleta de las elecciones presidenciales de este año. Nuevamente, nos convocan a organizarnos para enfrentar a la hidra capitalista, al mal gobierno y a la partidocracia que lo sustenta. ¿Estará la sociedad civil mexicana, los trabajadores, los intelectuales, la juventud, principalmente, preparados para este reto que los zapatistas y el CNI nos lanzan? ¿Dejaremos pasar esta oportunidad de juntarnos para luchar contra el mal gobierno, por la justicia, la democracia y la libertad de los pueblos de la patria-matria mexicana?
Felicitaciones fraternas a insurgentes e insurgentas, milicianos y milicianas y a las bases de apoyo del EZLN, a los 24 años de la guerra contra el olvido.
Gilberto López y Rivas
La Jornada
No hay comentarios.:
Publicar un comentario