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domingo, enero 21, 2018
Fernando Birri o el cine latinoamericano como arma de liberación
Se ha tenido que morir Fernando Birri (Santa Fe, 1925-Roma, 2017) para ser noticia, cuando raramente hemos podido disfrutar de sus películas más allá del ámbito de las filmotecas o de algún pase ocasional a altas horas de la noche en TV y en otros tiempos. Inicialmente en el teatro desde sus años de formación en la Universidad Nacional del Litoral de Santa Fe, su carácter le llevó a estudiar cine en el combativo Centro Sperimentale di Cinematografía de Roma entre 1950 y 1953 donde recibió la influencia del cine italiano del momento, especialmente de Vittorio De Sica y Roberto Rossellini a los que citaba tantas veces Con tan sólo el bagaje de algunos cortometrajes de documentales realizados durante su estancia en Italia, Birri fundó en 1956 el Instituto de Cinematografía de la Universidad del Litoral, lo que le convierte así en el animador de la llamada escuela de Santa Fe, efímera experiencia que dejaría no obstante profundas huellas en el cine argentino de la época.
Su obra más famosa es Tire dié, un cortometraje (disponible en youtube) sobre los niños mendigos de una barriada pobre de Santa Fe. Fue realizada en colaboración con los alumnos de la escuela de cine de dicha ciudad, un detalle que revela su vocación de autor colectivo, o sea, de cineasta que trabaja con un equipo técnico amplio constituido en una democracia en la que todas las aportaciones eran consideradas. Esta línea de abierta crítica social se revalidaría en la que será su obra más conocida y asequible Los inundados, ganadora del Festival de Venecia en 1961 como mejor opera prima. “Y ahora… quién sabe cuándo vendrá inundación”, se lamentaba el protagonista de la película, Gorosito Gaitán, en la escena final. Lo que iba a llegar era un cambio de rumbo del cine de América Latina, al que con los años se sumaron directores brasileños (Glauber Rocha, Carlos Dieguez), cubanos (Tomás Gutiérrez Alea, Manuel Octavio Gómez), chilenos (Miguel Littin, Raúl Ruiz), Bolivia (Jorge Sanjinés), argentinos (Fernando Solanas, Torre-Nilsson), mexicanos (Paul Leduc, Arturo Ripstein) entre otros.
Un cine que se hacía por vocación y por necesidad contra el Imperio, sobre el que resulta revelador una anécdota contada por Sergio Cabrera que tuvo al actualmente celebérrimo –por otros motivos- productor Harvey Weinstein como protagonista, quien en el curso de un festival de cine sudamericano en el que estaba, declaró a los presentes en medio de bromas e ironías que lo del cine era cosa de los del norte que eran los que de verdad sabían hacerlo. Cierto que si había alguno bueno en el sur, ya lo ficharían como hicieron siempre aunque no con Fernando Birri que trabajó siempre en sentido contrario.
Deudora del de Sica de Milagro en Milán, Los inundados era una estremecedora crónica de la marginalidad de la población de un suburbio que es víctima por partida doble de una inundación, primero, y del peso de la burocracia, después. Cine popular entroncado con la tradición picaresca argentina, una obra que de alguna maneracompleta el díptico que valdría a su autor un amplio reconocimiento internacional en la década de los sesenta. En 1963, tras la caída de Frondizi, Birri tuvo que exiliarse a Brasil, lo que le permite ofrecer clases en la Universidad de Sao Paulo por un breve período. Nuevamente, otro golpe militar, el de 1964, le obliga a abandonar el país y afincarse por unos años nuevamente en Italia. De esta época data un cortometraje y un larguísimo y enigmático film experimental producido e interpretado por Terence Hill (Mario Girotti, hijo del longevo galán Massimo Girotti) y basado libremente en un cuento tradicional de la India, Org, Un film comenzado en 1967, pero no terminado hasta 1978, pero que constituyen el único saldo de aquel período.
En 1979, Birri regresa a Latinoamérica, enseñando en distintos países, hasta que finalmente recala en Cuba para dirigir la interesante experiencia de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, destinada a la formación de cineastas latinoamericanos, africanos y asiáticos (cargo que dejó recientemente, al parecer sin explicación oficial, para marcharse a Berlín). Durante esta etapa cubana realiza varios documentales y un ambicioso film de ficción: Un señor muy viejo con unas alas enormes: Diario de Macondo (1990). Un viejo proyecto de colaboración con Gabriel García Márquez que siempre lo apoyó, quien escribe el guion adaptando uno de sus relatos. Aunque el film aspiraba a erigirse en la mejor recreación cinematográfica del mundo mágico y barroco del escritor colombiano, pero constituye una enorme decepción. Tan confuso como pretencioso, Un señor muy viejo con unas alas enormes ha puesto por el momento fin a la carrera de Birri (Diario de Macando no es sino un documental sobre el rodaje de aquella película). Definida y defendida por Birri como “una fábula grotesco-barroca, un film naif y bárbaro, una respuesta sudamericana a E.T.”, la última obra del realizador argentino permite albergar algunas dudas acerca de la continuidad de su carrera luego de tres décadas de contribuciones menores o abiertamente discutibles.
La capacidad de provocación y el culto de la propia imagen permitirían a Birri, el utópico andante, seguir ocupando un puesto en la vanguardia del cine latinoamericano a pesar de la pertinaz sequía creativa patente en su filmografía atravesada por el compromiso social a través de una gran variedad estética y estilística que incluye documentales biográficos, como un Rafael Alberti, un retrato del poeta (1983) rodado en Roma; Mi hijo el Che – Un retrato de familia de don Ernesto Guevara (1985), una obra singularmente valiosa que nos descubre a un anciano “guevarista” sin saberlo que evoca un ámbito familiar que hace perfectamente comprensible al hijo, y del que queda una pésima copia de su emisión en TV2 en youtube cuando tendría que resultar totalmente asequible. A este film le siguió Che: ¿muerte de la utopía?..
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A lo largo de su vida no paró de viajar y durante años alternó su residencia entre Cuba e Italia. “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”, respondió Birri cuando al término de una charla, en Cartagena de Indias, un estudiante le preguntó para qué servía la utopía. Una frase que ha dado la vuelta al mundo aunque atribuida a Eduardo Galeano con el que realizó El siglo del viento, un apasionante y apasionado repaso a la historia del siglo narrada por el propio Eduardo Galeano, autor del libro homónimo en que está inspirada. Narrada con títeres, vídeos, fotografías y dibujos, la película realiza un recorrido por todo el continente americano a lo largo del Siglo XX, mostrando imágenes de los hechos más relevantes ocurridos en una América, la del norte, ostentosa y superficial; y la del centro y sur empobrecida, violentada y expoliada. Entre otros, son retratados por el autor personajes como Emiliano Zapata, Pancho Villa, Buster Keaton, Lenin, Gabriel García Márquez, Tina Modotti, Borges, Carlos Gardel, Cantinflas, Trostky, Bertoltd Brecht, Pelé y Garrincha, Alejo Carpentier, Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Luis Buñuel, Eva Perón, Ronald Reagan, el senador McCarthy, Fidel, Camilo Cienfuegos, Kennedy, Ché Guevara, Salvador Allende, Pablo Neruda, las Madres de la Plaza de Mayo, Elvis Presley, Ernesto Cardenal, Julio Cortázar. Este documental está basado en el libro de Eduardo Galeano, El Siglo del Viento, tercer volumen de la trilogía Memoria del Fuego en la que el autor escribe la historia del continente americano.
Birri nunca abandonó sus inclinaciones por la escritura y la pintura, lo que llevó al cineasta boliviano Humberto Ríos a declarar a raíz de su documental El utópico andante: “Es un artista del Renacimiento en el siglo XXI”. Alejado de la dirección, dos años después aceptó protagonizar Paisajes devorados, la última película del malogrado Eliseo Subiela. Recopilador siempre abierto, Birri donó en el 2008 toda su obra, incluidas películas y escritos a un fondo con su nombre en la Biblioteca de la Universidad de Brown, asociada con la Rhode Island School of Design de Estados Unidos. En 2011 firmó su último largometraje, Fausto criollo, y anunció que saldaba así la vieja deuda de dirigir una película de temática histórica.
Conocido entre nosotros “de oídas”, habrá que abogar para que llegue el momento en el que algunos colectivos se empeñen a trabajar por su recuperación, quizás organizando jornadas en la que el buen cine y el debate estén garantizados.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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