domingo, enero 28, 2018

Las tres estaciones: macrismo, peronismo e izquierda



Reescribiendo a Alsogaray, el gobierno quiere “pasar el otoño” con la ilusión de la reelección. El PJ quiere “olvidar el verano” y ubicarse como oposición de cara al 2019. Para la izquierda, hay que pelear ahora contra los despidos.

“Hay que pasar el otoño”

La famosa frase con la que Álvaro Alsogaray lanzó un plan de ajuste en 1959 (“hay que pasar el invierno”) apareció reescrita y reinterpretada en el diario La Nación. En un editorial de Claudio Jacquelin se afirma que luego de la crisis por la sanción de la reforma previsional, “la máxima de estos días es "hay que pasar el otoño". En cualquier conversación con los principales responsables de la administración macrista se lee esa frase en el subtexto. La táctica es no hacer olas. No tensar deliberadamente ninguna cuerda que pueda rebotar en su contra. Por eso, con los sindicatos, uno de los protagonistas de estos días, se opta por la acupuntura antes que por la cirugía mayor. Aunque algunos confundan ataques aislados con una declaración de guerra.”
Por supuesto, inmediatamente las olas aparecen. Con un ministro de Trabajo en problemas, el macrismo -cuya imagen cayó entre un 10% y 15% desde diciembre- tiene que surfear “los aumentos de tarifas que seguirán golpeando los bolsillos, el ajuste en los estados nacional y subnacionales (en parte como consecuencia de la reforma fiscal y la necesidad de bajar el gasto) y las negociaciones paritarias por los salarios de 2018, con los consecuentes reclamos, protestas (huelga docente dada por hecha, incluida) y agitación social”. Estas “son las amenazas y los desafíos del otoño que hay que pasar. Aunque tienen que lograr que termine el verano, que se parece más a la continuidad del año que se fue que al comienzo del nuevo”.
El gobierno, y sus medios afines, se ven obligados a reconocer la relación de fuerzas que dejó el 18D. Como afirmó Christian Castillo, en una entrevista publicada en este diario “las jornadas del 14 y el 18 de diciembre, en este último tanto la del Congreso como los cacerolazos de la noche, fueron la avanzada de un enorme y muy mayoritario rechazo social a esta medida confiscatoria contra los jubilados, quienes cobran la Asignación Universal por Hijo y quienes reciben otro tipo de pensiones. O sea que, gracias a estas acciones, que tuvieron elementos de lo que los marxistas llamamos “acciones históricas independientes de las masas”, el Gobierno ha pagado un alto costo político que lo obliga a recalcular sus planes, incluyendo poner en el freezer la llamada “reforma laboral”. “Es la lucha de clases, Durán Barba”, podríamos decir parafraseando a Bill Clinton”.
Con el fracaso del “reformismo permanente”, la ecuación del gobierno es que pasen los despidos en el sector público y privado y condicionar con ello las paritarias, para imponer un techo del 15%, sin cláusula gatillo. A eso se acompaña con el desfile impotente de Macri en Rusia, Davos y Francia, sin lograr seducir al capital internacional de derramar su prometida “lluvia de inversiones”. Este plan B tiene innumerables contradicciones, por empezar, que no hay forma de que el gobierno salga indemne de su ejecución: tiene que meterle la mano el bolsillo, una vez más, a millones de personas: eso no gusta a los electores. Pero, como diría el mismo Macri en algún discurso, "no paramos de soñar". El gobierno, sin resolver nada de lo que se viene en 2018, ya sueña en 2019 y en la reelección, no solo de Macri sino también de Vidal y Larreta.
Se ilusionan quizá con el hecho de que la caída en la imagen del gobierno no ha sido capitalizada por el peronismo. Y la verdad es que el peronismo viene haciendo todo lo posible para no capitalizar nada. Un sector votó a favor de la reforma previsional, otro -el kirchnerismo y el moyanismo- la dejó pasar a fuerza de abstenciones, ausencias y, de conjunto, una línea de “mucho ruido y pocas nueces”, o sea, oponerse de palabra y no hacer nada en los hechos.

“Hay que olvidar el verano”

Mientras el macrismo quiere “pasar el otoño”, el peronismo trata de “olvidar el verano” y más precisamente los calientes días de diciembre. Así, un sector del PJ Bonaerense encabezado por su presidente e intendente de Merlo, Gustavo Menéndez, se reunió este viernes en San Bernardo y sacó un documento que empieza con una cita del Papa Francisco y termina por ubicar al PJ como oposición electoral al macrismo de cara al 2019. El convite contó con la presencia de Pablo Moyano, Roberto Baradel, Sergio Berni, Martín Insaurralde, Francisco "Barba" Gutiérrez, Omar Plaini y otros 41 consejeros del PJ. Las ausencias también fueron notorias: Espinoza y los intendentes que vienen de apoyar y ser parte de las listas de Unidad Ciudadana, aunque días atrás el kirchnerismo había reconocido la autoridad de Menéndez.
Los caminos de la unidad son tortuosos, pero están plagados de buenas intenciones. Por eso, en el documento que salió de la reunión de San Bernardo, se dice que “con Néstor y Cristina vimos el legado de Perón y Evita en el gobierno, un país con crecimiento económico e inclusión social”. Menéndez, padrino de estos mimos al kirchnerismo, viene de un acercamiento con Massa y Bossio "para que puedan volver", según dijo. Massa, a su vez, viene de un acercamiento con Pichetto. Con este encadenamiento de factores, las puertas están abiertas para un frentón de todos con todos. Como indicó Abel Fernández, un atento seguidor de las internas peronistas, “conviene tener claro que estas módicas pulseadas se dan precisamente porque ahora en el peronismo no hay proyectos serios de división. Unidad Ciudadana no se plantea como un partido aparte; y nadie está trabajando para ser la pata peronista de Cambiemos”.
Lo que queda claro es que, así como el macrismo se ilusiona con la reelección antes de lograr resolver ninguno de los difíciles problemas que enfrenta, el peronismo se dedica a hacer lo mismo en versión oposición: dejar pasar los ataques, despidos, techos salariales, hasta el 2019. Un “agarrame que lo mato” electoral, que parte de reconocer a Cambiemos el “derecho y legitimidad democrática” y de ubicar al peronismo como “profundamente respetuosos de la voluntad popular”. Por lo que, salvo la todavía fría convocatoria de Camioneros para el 22 de febrero, no hay llamados a la acción, paros, movilizaciones, nada: excepto declamar contra la reforma laboral -ahora que convenientemente no se va a votar en el Congreso- y juntar firmas impotentes contra la reforma previsional que los referentes del peronismo “unificado” votaron o dejaron pasar.

"Hay que resistir y pelear para que los despidos no ocurran"

La frase del subtítulo corresponde a la legisladora del Frente de Izquierda, Myriam Bregman. Es que mientras unos quieren “pasar el otoño” y otros quieren “olvidar el verano”, la izquierda concentra su atención en otro lado: lejos de la rosca y con preocupaciones más concretas, están los millones que ya rechazaron el saqueo a los jubilados y que ahora ven con preocupación la situación económica, sufren los tarifazos, la devaluación y/o los despidos y, en suma, aumentan su descontento con el gobierno. Los que rompen con Cambiemos no parecen depositar tampoco su confianza en el peronismo ni en la figura de Cristina Fernández de Kirchner, con la que ya hicieron una experiencia de más de 10 años. De entre esos millones, unos miles resisten actualmente despidos y demuestran disposición a la lucha. Si, como sucedió parcialmente el 18 de diciembre, esas fuerzas lograran unirse para golpear como un solo puño, sería muy sencillo derrotar los despidos y el techo salarial que pretende imponer el gobierno. El único sector político que tiene puesta la mirada en 2018 antes que en 2019 parece ser el Frente de Izquierda, que, sin excepción, concurre con su militancia, sus legisladores, y diputados a cada uno de los conflictos contra los despidos, aportando a los fondos de luchas y colaborando para exigir acciones a las conducciones sindicales, como en estos días se los vio acompañando a las trabajadoras y trabajadores del Hospital Posadas.
Como también planteó Christian Castillo en la mencionada entrevista: “Mientras decimos que es necesario un plan de lucha de conjunto contra los despidos y contra el techo del 15 % en las paritarias no nos quedamos esperando pasivamente, sino que tratamos de incidir para que triunfen cada una de las luchas en curso. Es un momento donde las agrupaciones del Movimiento de Agrupaciones Clasistas pueden tener un crecimiento importante en función de cómo intervengan en los conflictos en curso, impulsando el frente único obrero, o sea la unidad de todos los que se oponen al ajuste del Gobierno y las patronales. Sabemos que las cúpulas se vienen oponiendo a esa unidad, por eso desde la izquierda y en conjunto con los que luchan tenemos que reclamar, realizar acciones y sumar fuerzas para imponer a las centrales y sindicatos un plan de lucha común que pueda frenar el ataque. En ese camino queremos fortalecer al clasismo como alternativa a las conducciones sindicales burocráticas”.
La consigna que se cantaba el 18 de diciembre, “unidad de los trabajadores”, no es para la izquierda un lema electoral para esperar a 2019, sino una bandera de lucha para el momento actual y para todo el 2018.

Cecilia Rodríguez

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