martes, enero 30, 2018

Turquía ataca el cantón kurdo de Afrin



El despliegue militar ordenado por el gobierno de Turquía sobre la frontera con Siria, demuestra que la guerra en Medio Oriente se encuentra lejos de haber terminado tras la caída de Estado Islámico. La lucha entre las potencias internacionales y regionales se ha intensificado. Solo la acción unitaria de los explotados del Medio Oriente pondrá un freno a la profileración de la barbarie.

El régimen de Turquía ha iniciado una invasión al territorio de Afrin acompañada de terribles bombardeos. Se trata de una acción largamente anunciada, que habría sido precipitada por la decisión de Estados Unidos de armar una milicia de 30 mil hombres, principalmente kurdos, en el noreste de Siria, en la frontera con Turquía. La necesidad de seguir combatiendo al Estado Islámico ha sido el pretexto para una acción que busca reposicionar al gobierno de Trump en la determinación del futuro político de Siria, sin la presencia del gobierno de Bashar al-Assad. Esta intención explica que Rusia, que controla el espacio aéreo de Siria, haya autorizado la invasión de parte de Turquía, incluso si Bashar al-Assad ve una presencia militar turca en la frontera norte de Siria como una amenaza a su propio régimen. El conflicto entre dos miembros de la Otan – Turquía y Estados Unidos -, cuyos aviones operan sobre Siria desde la misma base de Incirlik, es objeto de negociaciones entre Erdogan y Trump, quien ha autorizado la ocupación turca de Afrin, si la invasión no se extiende hacia el este y el sur de la frontera, donde se encuentran las principales poblaciones kurdas. Como ocurriera con el norte de Irak hace unos meses, los yanquis le sueltan la mano a los kurdos, en función de sus propios intereses y de maniobras diplomáticas. El secretario de Defensa estadounidense, Jim 'Mad Dog' Mattis, declaró: “Turquía es un aliado de la OTAN, es el único aliado de la OTAN con una insurgencia activa dentro de sus fronteras (referencia a la insurgencia kurda) y Turquía tiene preocupaciones de seguridad legítimas”.
Turquía justifica la invasión para poner fin a la amenaza que representa el YPG, el ejército kurdo que colabora con EEUU y la CIA, que es una extensión del PKK, el partido que combate a Erdogan en la propia Turquía. El oportunismo de Erdogan queda en evidencia apenas se tiene en cuenta que, hasta 2016, financió al EI en Siria, para acabar con Bashar al-Assad, e hizo lo mismo con el Ejército Sirio Libre, que sigue combatiendo al gobierno sirio en ciudades al suroeste del país. Erdogan pretende convertirse en parte activa del reparto político de Siria, lo mismo que hace Israel, al sur, que ha cooptado a milicias regionales para extender una zona de protección de su frontera norte, el Golan, en otros treinta kilómetros.
El propósito de Erdogan de ocupar un corredor de frontera hasta el borde con Irak, enfrenta a Turquía, potencialmente, con Rusia y con Estados Unidos, por razones diferentes. Las tensiones entre el gobierno de Erdogan y Washington llegaron a su punto máximo en julio de 2016, cuando EEUU y la Unión Europea promovieron un fallido golpe de estado contra Erdogan. Tal situación dejó planteada la perspectiva de un Turxit, o sea la posibilidad de una salida de Turquía de la OTAN. Turquía cuenta con el segundo ejército más numeroso de la OTAN y la sede de la base militar en Incirlik. ¡Desde la base militar de Incirlik, salen los aviones yanquis que abastecen a las YPG kurdas y los aviones turcos que los bombardean!
En este nuevo escenario Erdogan se vio obligado a operar un viraje: le soltó la mano a Estado Islámico y pactó una tregua con Rusia y el régimen de Bashar al- Ásad, para poder enfrentar las presiones norteamericanas.
Aunque EEUU pactó con Turquía entregar Afrin en la entrada noroeste de Siria, el operativo “Ramo de Olivo” es crear una “zona segura” bajo control militar turco a lo largo de toda la frontera con Siria, para lo cual sería necesario “aniquilar”, según las palabras del propio Erdogan, todo el corredor bajo control kurdo que se extiende desde Afrin hasta Kobane: la “Federación democrática del norte de Siria”, también conocida como Rojava. Este enclave kurdo cuenta con estructuras políticas, militares y administrativas propias (aunque dependientes de la ayuda norteamericana); la incursión turca y su desplazamiento hasta la frontera con Irak, implicaría un nuevo baño de sangre para los kurdos y sería detonante de nuevos choques entre las potencias intervinientes. Un choque entre Turquía y Estados Unidos más que un “Turxit” sería una implosión de la OTAN y abriría una nueva etapa en la crisis mundial.

El bonapartismo turco y el dilema Kurdo.

El asedio a los kurdos de Rojava tiene su correlato al interior de Turquía. Luego de la derrota del golpe de Estado, el gobierno de Erdogan profundizó su política represiva y estableció un régimen de estado de sitio –supresión de las garantías constitucionales, que ha llevado a la cárcel a cerca de cien mil opositores. Una represión semejante no ha puesto fin a la crisis política interna. La afirmación del poder personal de Erdogan no cosecha el respaldo suficiente. A su vez crece el movimiento huelguístico: en estos días, más de 130 mil trabajadores metalúrgicos se declararon en huelga indefinida contra la prohibición decretada por el gobierno. En el plano económico se acentúan la devaluación de la lira turca y la inflación. La guerra y los gastos militares deben acentuar la desvalorización de la divisa local.
En Turquía no es infrecuente la alianza de las fuerzas políticas kurdas y las del progresismo. Una acentuación de la crisis económica y política plantea una tendencia a la rebelión popular, que es menos infrecuente aún, como lo demostraron las movilizaciones gigantescas en Taksin, hace pocos años. La guerra y la crisis social deberán confluir en el desarrollo de un nuevo cuadro político, de unidad de las luchas sociales y nacionales. La salida a la opresión de los kurdos en Turquía y en el Kurdistán en su conjunto depende de una lucha de conjunto bajo la dirección del proletariado turco y kurdo unido en una política socialista.
El movimiento kurdo no logrará el cumplimiento de sus reivindicaciones nacionales de la mano del imperialismo yanqui ni de ninguna de las potencias ni regímenes reaccionarios, ni de la perspectiva de uno o varios cantones libres y autónomos. La crisis y la guerra plantean la unidad de los explotados de toda la región. Es necesaria la acción unitaria de los trabajadores de todo el Medio Oriente para expulsar al imperialismo y poner fin a la guerra

Jorge Altamira y Martín Sánchez

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