Dos eventos inesperados en extremo ocurrieron al respecto de la península de Corea en la primera semana de marzo de 2018. Kim Jong-un ofreció reunirse con Donald Trump, retirando algunas de sus condiciones previas. Y el presidente de Estados Unidos accedió a reunirse con el líder norcoreano, retirando algunas de sus condiciones previas.
Tal vez alguien en algún lado predijo que esto habría de pasar. Pero si lo hizo, yo no lo leí. Ahora que ha ocurrido, todos en todas partes están en la arrebatiña de interpretar el hecho y luego dar consejos de cómo reaccionar ante esto. Los expertos y los políticos debaten: 1) por qué actuaron así los dos líderes, 2) cuáles son sus consecuencias, y 3) ¿realmente tendrá lugar la reunión?
En el mundo fuera de Corea del Norte, algunos dicen que Kim retrocedió ante las muchas y volubles amenazas de Trump. Un número menor dice lo contrario, que Trump retrocedió ante las muchas y volubles amenazas de Kim. Y un número bastante grande dice que las amenazas jugaron cuando mucho un papel secundario, puesto que las razones reales son otras.
Algunos sugieren que Kim se sintió lo suficiente fuerte como para reducir sus precondiciones de modo de conseguir la legitimación que su régimen ha buscado y que una reunión le otorgaría. Algunos sugieren que Trump se sintió lo suficiente fuerte como para reducir sus precondiciones con el fin de obtener el reconocimiento mundial como estadista y gran presidente que ha buscado ser, y que una reunión le podría conseguir.
Por supuesto, algunos dicen que simplemente cada quien piensa que es capaz de engañar al otro y no tiene intención de ser serio respecto del arreglo. Éstas son opiniones de gente fuera de Corea del Norte. Realmente no sabemos qué clase de debate interno está ocurriendo en el país. Sospecho que es más o menos la misma controversia.
El debate en torno a las consecuencias depende mucho de las respuestas que tengamos acerca de las motivaciones de Kim y Trump. Algunos lo ven como el genio táctico de Kim. Para estos analistas las consecuencias son negativas para Estados Unidos pues Trump ha entregado su carta más grande en el juego, el no reconocimiento. Algunos lo ven como el genio táctico de Trump. Para estos analistas las consecuencias son muy positivas porque se reduciría la oposición de otros países y movimientos a ulteriores acciones punitivas por parte del presidente estadunidense.
Finalmente, el debate de si se llevará a cabo o no la reunión depende de las respuestas que se hayan dado a las dos preguntas anteriores. Si uno u el otro o ambos no son serios, entonces uno o el otro cancelarán la reunión. Aun si uno u el otro o ambos son serios, la reunión podría no llevarse a cabo, si uno o el otro se percatan de los errores tácticos que ha cometido.
Por supuesto, aun si la reunión se lleva a cabo, no existe garantía alguna de que ambos lados reduzcan significativamente sus diferencias como para que un acuerdo se pueda consumar. Y aun si se firmara un acuerdo formal entre ambos, quedaría por verse cómo va a verificar cada lado el modo en que el otro lado está recibiendo los términos del acuerdo. Muchas personas que se han implicado en negociaciones anteriores apuntan lo inmensamente difícil que es verificar el cumplimiento.
Es famoso el comentario del presidente Reagan en relación con un acuerdo con el presidente Mijail Gorbachov de la Unión Soviética: confía pero verifica. Pero la confianza entre Estados Unidos y Corea del Norte es virtualmente cero. Y si encima de eso no hay modo de verificar, un acuerdo así sería un paraíso de los necios.
He escrito este texto utilizando frases paralelas de Kim y Trump porque considero que cada uno se está comportando como la imagen en el espejo del otro. Mi propia conjetura es que es poco probable que vaya a llevarse a cabo una reunión, y que cada lado sacará conclusiones negativas de este hecho.
En tal caso, este proceso habrá entonces hecho más difícil (no más fácil) la búsqueda de estabilidad en la península de Corea. En mi opinión esto sería desastroso, pues podría conducir a una guerra que casi todos en verdad tememos.
No obstante, no pienso que una guerra nuclear sea inevitable, de ninguna manera. Es muy probable que pueda darse un aumento en la estabilidad de la península de Corea (una frase más precisa que hablar de paz), pero como resultado de las presiones desde abajo, desde todo el resto de la gente. Necesitamos organizar desesperadamente tales presiones, algo que todavía no está ocurriendo en la escala que sea lo suficientemente grande.
Hay además otro elemento que podría trabajar en la misma dirección: las muy impredecibles decisiones personales de Kim y Trump. Nos han sorprendido este mes, y con frecuencia antes de esto. Tal vez nos vuelvan a sorprender.
Immanuel Wallerstein
La Jornada
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