¿Una tempestad en una tetera?
Introducción
Líderes políticos, expertos mediáticos y periodistas han saturado al público de todo el mundo con afirmaciones y acusaciones al presidente Trump de quien dicen que está destruyendo el Orden Mundial, debilitando las alianzas históricas, los valores occidentales, las organizaciones comerciales mundiales y violando las constituciones e instituciones nacionales e internacionales.
En Estados Unidos, algunos legisladores, jueces y líderes de ambos partidos han acusado al presidente Trump de ser un traidor por confraternizar con el presidente ruso Putin y serle funcional.
Esta nota analizará y discutirá esas afirmaciones y acusaciones. Comenzaremos comparando y analizando las acciones y reacciones de los predecesores del presidente Trump para determinar si ha habido acaso un “quiebre” con el pasado. Esto requiere hacer un examen de su “herencia”, es decir, las acciones que precedieron a su presidencia. Después, evaluaremos lo que ha dicho el presidente Trump y lo que ha hecho, y la trascendencia de sus hechos.
Acabaremos examinando si los conflictos tienen o no significación histórica mundial o si se trata de una tempestad en una tetera y si el presidente Trump ha actuado contra el Orden Mundial actual en la búsqueda de un nuevo orden mundial.
La herencia del presidente Trump: ¿qué ‘Orden’ y qué ‘Mundo’?
Hablar de un ‘Mundo’ es una abstracción; nuestra vida está construida en torno a muchos micro-mundos –de índole local o regional– y macro-mundos, que están conectados y desconectados entre ellos. El del presidente Trump es el mundo imperial, centrado en la supremacía de Estados Unidos; el mundo regional está centrado en sus aliados y satélites. En la medida que Trump ha provocado divisiones en la Unión Europea y amenazado a China, ha cuestionado el orden mundial existente. Sin embargo, no ha conseguido construir uno nuevo.
Trump ha heredado un mundo desordenado y dividido por prolongadas guerras regionales en África, Oriente Medio y el sur de Asia. Durante la últimas presidencias, los valores imperiales sustituyeron a los ideales democráticos como lo atestiguan los millones de asesinados en Iraq, Siria, Libia, Yemen, Somalia y Palestina en el curso de las dos últimas décadas.
El presidente Trump está tratando de reconfigurar un orden mundial basado en la presión económica, la amenaza militar y las bravatas políticas.
En el proceso de ‘rehacer’ un orden mundial centrado en Estados Unidos, Trump genera caos y desorden con el propósito de reforzar su posición en futuras negociaciones y acuerdos. La llamada “locura” de Trump es una táctica para asegurar los ‘mejores arreglos’, como es el caso en estos momentos un acuerdo con la Unión Europea. Un enfoque de corto plazo consigue resultados imprevistos en el mediano plazo.
De hecho, Trump ha hecho muy poco para desmontar el orden existente. Estados Unidos rodeó militarmente a China durante la presidencia de Obama, una política que Trump sigue al pie de la letra. Washington continúa en la OTAN y comercia con la Unión Europea. El Pentágono eterniza sus guerras en Oriente Medio. El Tesoro de EEUU financia la limpieza étnica israelí.
En otras palabras, Trump ha estado muy poco dispuesto y ha sido incapaz de sacar a Estados Unidos del caos político legado por sus predecesores.
Ha aumentado el presupuesto militar pero no ha sido capaza de proyectar poder. Trump ha amenazado con una guerra comercial de ámbito mundial pero de hecho el comercio ha aumentado y los déficits siguen pesando.
A pesar de que el discurso de Trump habla de una ‘gran’ transformación y sus enemigos le acusan de destrucción sistemática, la pregunta sigue en pie: en realidad, ¿qué ha cambiado?
Retórica y realidad con Trump y con sus oponentes
Pese a las bravatas y la retórica, pocos cambios destacables han tenido lugar en el ‘corralito’ político.
Pese a los cambios de personalidades, las estructuras políticas subyacentes siguen estando ahí y prometen continuar, a pesar de las elecciones y las interminables investigaciones y revelaciones.
La llamada ‘guerra comercial’ no ha tenido éxito en su objetivo de reducir el comercio mundial, el empleo continúa inalterable, y la desigualdad persiste y se profundiza. Las políticas que amenazan con más guerra se alternan con tentativas de paz. Los incrementos en los presupuestos militares son gastados por los generales de salón, que se benefician con ellos.
Demócratas y republicamos se denuncian unos a otros y asisten juntos a cócteles y cenas, y creen que han ‘trabajado honestamente todo el día’. Se apresa a los inmigrantes, se les encierra en campos de internamiento y se les expulsa hacia países dominados por escuadrones de la muerte financiados por los políticos estadounidenses de ambos partidos.
Trump amenaza a Irán con una guerra catastrófica mientras las sanciones económicas no disuaden a las autoridades de Teherán en su desarrollo de vínculos con Europa y Asia
Los organismos nacionales que prometen ‘transformaciones’ están muy activos, mientras que las promesas de un billón de dólares para infraestructuras desaparecen en el agujero de la memoria.
Las acaloradas denuncias resuenan en los recintos legislativos pero su tratamiento es postergado para asegurar acuerdos bipartidistas que agreguen unos miles de millones de dólares más al presupuesto de las fuerzas armadas.
Los regalos impositivos a los muy ricos provocan discusiones intrascendentes.
Asesinos de salón simulan ser periodistas y ordenan al Pentágono que no obedezcan al presidente ‘traidor’ y lancen una guerra para provocar una respuesta presidencial... amenazando con nuevas guerras. ¡Ninguno de ellos arriesgará su propia piel!
Los empleadores afirman que hay escasez de trabajadores cualificados, pero se olvidan de financiar la formación profesional o aumentar los salarios.
Los candidatos a un cargo gastan millones de dólares, pero cuanto más gastan menos votos obtienen.
La respuesta mayoritaria a tanta falsa guerra comercial, tanta falsa intromisión rusa, tanta farsa legislativa, tanta pornografía política y tantos tweets como zurullos es la abstención.
Conclusión
La sobrecogedora realidad es que el ‘caos’ es como la espuma en la cerveza desbravada –escasa, si acaso alguna–, ha habido muy pocos cambios.
El Orden Mundial sigue en pie, la hueca guerra comercial entre Europa y América del Norte no lo ha afectado.
Las airadas voces de Washington son ahogadas ventosidades en comparación con la multimillonaria expansión de infraestructura materializada por China en la obra llamada Belt and Road, que atraviesa África Occidental.
En el orden mundial en curso, Washington aumenta sus dádivas a Israel a 38.000 millones de dólares para el decenio que viene y presupuesta el 4 por ciento de su PBI para robotizar el complejo militar-industrial.
El presidente [Trump] alterna órdenes vía tweet sobre guerra y paz a los miembros de su leal y desleal gabinete y al honesto y deshonesto espionaje operativo.
Bajo la misma tienda, los investigadores se investigan unos a otros.
Nada de esto es algo malo para lo peor –ya que nada cambia– al menos hasta ahora: no hay juicio por traición o de destitución; no hay paz ni nuevas guerras en Oriente Medio, ¡no hay guerra comercial ni nuclear!
Pero no hay razón alguna para pensar que esas amenazas no podrían convertirse en una realidad.
Netanyahu puede arrastrar a Trump hacia una desastrosa guerra con Irán.
Trump puede ocasionar una guerra comercial con China.
El cambio climático puede conducirnos a las siete plagas bíblicas.
Las burbujas económicas pueden reventar y los bancos centrales pueden ser incapaces de sacar de apuros a los bancos demasiado grandes para caer.
Cada desastre que se ha prometido y no ha ocurrido puede ser una realidad.
Mientras tanto, quienes siempre ven todo negro cobran su cheque semanal y ponen su visto bueno en la lista de injusticias de sus adversarios elegidos. El 10 por ciento de quienes defienden o se oponen al orden mundial siguen determinando quién gobierna al otro 90 por ciento. ¡No os asombréis de que haya apoyo bipartidista al aumento del poderío policíal!
James Petras
Rebelión
Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García
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