domingo, julio 07, 2019

Isaac Deutscher, una clave para entender el siglo XX

Después de que se haya empezado a reeditar clásicos socialistas como Marx, Bakunin, Rosa Luxemburgo, Malatesta, Trotsky, Ernest Mandel, y últimamente Pierre Broué, ha llegado la hora de hacer lo propio con historiadores como E. H. Carr (según informaciones, Alianza prepara una reedición de su Historia de la Rusia soviética), y como Isaac Deustcher sobre el estamos tratando de encontrar apoyos para la reedición de su trilogía sobre Trotsky, un hito de la historia y de la literatura por más que, sobre todo en el último volumen, hoy sepamos de errores de información (Jean Van Heijenort por ejemplo, cita unos cuantos en sus memorias Desde Prinkipo a Coyoacán, obra que , por cierto, también parece susceptible de edición), y de una toma de partido propia como actor, que resulta cuanto menos discutible. Como parte de este proyecto general, incluimos este “dossier” en una página como esta, en la que abundan los admiradores de su vida y de su obra.
Después de permanecer básicamente en la sombra durante estas últimas décadas, la vida y la obra de Deustcher vuelve a adquirir un significado entre nosotros en las referencias que le dedica Tariq Alí quien también incluye un texto suyo en el anexo de su libro sobre los fundamentalismos (religiosos y/o ultracapitalista). Autor capital en la configuración de la «nueva izquierda» en los años sesenta-setenta, así como uno de los historiadores y ensayista más reputado de su tiempo, Deustcher fue traducido al castellano (y en menor grado al catalán) en su práctica totalidad, y fue apasionadamente leído por unas generaciones durante las cuales alguien (creo que Vázquez Montalbán pudo acuñar la frase: «Sabe más de política que el Deutscher». Sin embargo, este pilar de la sabiduría crítica marxista sería momentáneamente arrumbado por la devastadora restauración conservadora que lo tomó (a través de sus expertos en comunismo) como uno de los mitos de la izquierda a arrumbar, y su obra fue objeto de toda clase de descalificaciones.
Poeta de altura, militante comunista desde su juventud universitaria, expulsado dei partido polaco por «sobrestimar el peligro nazi» en 1933, anima­dor de la importante y olvidada Oposición de Izquierda polaca, crítico con la posición de Trotsky de constituir la IVª Internacional contra unas condiciones netamente adversas, periodista, historiador y crítico literario, Isaac Deustcher fue una «rara avis» en lo que se ha llamado indebidamente «marxismo occidental». Por su bio­grafía personal, así como por su inquebrantable conciencia crítica, Deutscher no fue lo que se dice un intelectual tradicional. Su labor de investigador y escritor no estuvo en contradicción con su pasión de activista que, empero, no paso por una vinculación orgánica. Una muestra de este activismo la encontramos en su compromi­so contra la agresión yanqui al Vietnam que le llevó a ser uno de los animadores del Tribunal Russell ya pronunciar en los Estados Unidos algunas de sus conferencias más brillantes y demoledoras.
Nacido en Cracovia (Polo­nia), en 1907, Deutscher per­tenecía al mundo judío centroeuropeo destruido por el na­zismo (responsabilidad que, burdamente, un talento como Milan Kundera atribuye al esta­linismo). Hijo de una familia ju­día integrista, verdadero niño prodigio, se desarrolló cultural­mente en el ambiente agobian­te de la escuela religiosa judía llamada khéder, lo que hace que su ulterior evolución pueda considerarse como un milagro, y muchos, la mayoría, de los que surgieron en dicho medio se reparten entre las víctimas de los campos de concentra­ción y los fanáticos sionistas que blanden ahora la reaccio­naria concepción del «pueblo elegido» contra los palestinos. Aunque la historia de este medio es muy poco conocida –al menos antes de los traba­jos de Natham Weinstock pu­blicados en francés por Mas­pero–, el lector podrá acceder a ella, muy parcialmente, a tra­vés de algunas de las narracio­nes de Isaak Babel…
Todo indica que la revolución de 1917 fue determinante para toda una generación de jóve­nes judíos –esto lo confirman en sus memorias gente tan poco sospechosa como Ben Gurión y Golda Meir, o pelícu­las como El violinista en el te­jado–; fue un niño judío, hijo de comunistas, el primero que demostró a Isaac que se podía pecar sin que Yhavé se enfada­ra por ello- Sin duda existía ya en su interior una predisposi­ción, ya que aunque su abuelo era un ortodoxo dominante y celoso, su padre, un impresor enamorado de la cultura alemana, era un secreto admirador de la heterodoxia, de personajes como Espinosa, Heine y La­salle (Pierre Frank recordará a Deutscher buscando obras inéditas del primero en Portobello), representantes de una tradición herética, revolucionaria y libertaria que Deutscher am­pliará con fervor hasta Marx, Freud, Rosa Luxemburgo y Trotsky, sin olvidar a aquel militante bolchevique desde 1905, Hearsch Mendel, que compartirá con él la dirección de la Oposición Comunista po­laca y que representaba la im­presionante voluntad emanci­patoria y cultural del sector más avanzado del movimiento obrero de origen hebreo.
Dos planteamientos básicos surgen ya en el Deutscher mili­tante casi infantil de las juventudes comunistas y permane­cerán sólidamente a Io largo de sus años como hereje, en con­tradicción con tanto renegado terminado por el nacional-so­cialismo, que sabía la impor­tancia de su componente revo­lucionario, dentro del cual sur­gió Deutscher, cuya familia desapareció en la ignominia de los campos de concentración; en segundo, una oposición irreductible al espíritu oscuran­tista del getto, marcado por el sentimiento de resistencia mi­rando hacia atrás de rodillas, y que, con el tiempo, alimentará una facción cada vez más envi­lecida del sionismo en Israel. Ambas posiciones –fidelidad de clase y concepción abierta del pensamiento–, llevarán a Deutscher a luchar contra la corriente que durante los años cincuenta y sesenta negará toda vigencia a las tradiciones socialistas en Occidente –las teorías sobre la integración del proletariado, preludio de las que ahora certifican su muer­te, y contra los anticomunis­tas que reducen la historia de la URSS a los crímenes bárba­ros de Stalin.
El reflujo de los últimos años, la contraofensiva dere­chista y socialiberal, las derrotas de la izquierda, han hecho que las obras de Deutscher hayan sufrido una pasada de menosprecio y de desinterés a todas luces abe­rrante. Su lugar ha sido parcial­mente ocupado por una nueva hornada de ex-izquierdistas –Agnés Heller, Cornelius Castoriadis, Jorge Semprún y un largo etcétera que llega hasta la FAES y al plantel de intelectuales de la corte de Albert Rivera-, todos reconvertidos en intelectuales orgánicos de la era reaganista, cuyo ascenso fue tan rápido como lo está siendo ahora su caída. El cambio no podía ser más miserable y em­pobrecedor. Textos como La conciencia del ex-comunista (IN­PRECOR 52) o como Orwell: el misticismo de la crueldad, no sólo alumbran deslumbrantemente la crisis de la intelligentsia «an­titotalitaria» de los años cincuenta, sino que también acla­ran con maestría las trampas de unos renegados que tratan de ahogar el niño de la revolu­ción con el agua sucia de las burocracias, con la apenas oculta intención de buscar unos chivos expiatorios detrás de los cuales ocultar el rostro de la barbarie «contra» internacional. Las nuevas generaciones insumisas deberán de reencontrar a Deutscher para comprender-transformar el viejo mun­do.
Deutscher comenzó a ser publicado en castellano a princi­pios de los años sesenta en revistas especializadas de eco­nomía en las que firmaban liberales como Fuentes Quintana o «felipes» como García Díez, y otros que más tarde se arrepentirían de sus «pecados juveniles». El primer libro suyo que apareció legalmente aquí fue una traducción dual –una en catalán y otra en castellano- de Stalin. Una biografía política en Edició de Materials en la que trabajaban algunos socialistas más tarde convertidos en «baro­nes» del PSC. Esta misma editorial –verdaderamente de vanguardia– publicó las dos primeras partes del Trotsky, y no pudo publicar la tercera porque fue desmantelada por un mi­nistro de Información y Turismo llamado Fraga Iribarne.
Am­bas biografías aparecieron en México en la Editorial ERA, en la que se encuentran la mayor parte de los libros de Deuts­cher: Los sindicatos soviéticos, Rusia, China y Occidente, El marxismo de nuestro tiempo, así como La revolución inconclusa que recoge su brillante discurso sobre el sesenta aniversario de la revolución de Octubre y que vino a ser su testamento. Un testamento soberbio en el que se trasluce la rectificación de Deutscher en relación a sus esperanzas desmentidas en el «reformista» de Jruschev. Mientras que la biografía de Stalin tenía unas limitaciones comprensibles por el hecho de que fue escrita antes de !a muerte de Stalin. la de Trotsky ha sido justamente conside­rada como la mejor biografía del siglo. por más que algunos de sus capítulos –el que trata de España, por ejemplo- ne­cesiten un mayor desarrollo. Deutscher tenía en mente ha­cer una trilogía con otra biografía. la de Lenin, pero ésta no fue posible por su fallecimiento y sólo dejó escrita una pri­mera parte sobre la juventud de Lenin, El águila de la revolución, que también publicó ERA, esta vez en edición de bolsillo.
Otras editoriales publicaron otras obras suyas. Como Ju­dío no sionista (Ed. Ayuso), que incorpora trabajos autobio­gráficos y unos deslumbrantes ensayos sobre el Estado de Is­rael. Ariel (1971) publicó la recopilación, Herejes y renegados; Pe­nínsula (1972), sus Ironías de la historia y Martínez Roca (1973) Rusia des­pués de Stalin. Todas estas obras resultan ahora poco ase­quibles, aunque se pueden encontrar. Sería estupendo que alguien asumiera su reedición que es lo que se hace habi­tualmente con los clásicos.
Todos los textos recogidos han sido recuperados de diversas páginas electrónicas, y en algunos casos, escaneado para ser publicados una amplia serie de artículo sobre Deustcher en diversas revistas. Quizás especialmente en Kaosenlared, como fue el caso de la serie dfe textos que bajo el título de “El gran negador”, trataban de restituir la historiografía marxista abierta que antes de la restauración neoconsevadora trataba de responder a las falacias del anticomunismo y a la escuela de falsificación estaliniana. Se trataba de demostrar que hubvo un proceso revolucionario que partía de los consejos de obreros (de soldados y campesinos hasta la guerra “contra” de 1919-1921), y que por lo tanto, la tentativa neoliberal de amalgamar estalinismo con soviets, Octubre, socialismo o comunismo no era más que una maniobra para llevarnos del nosotros (l individualismo solidario) al yo egoísta y depredador, de la comunidad a la lucha de todos contra todos, del compromiso por la libertad y la justicia al reino de los intelectuales cortesanos, etc., etc.

Pepe Gutiérrez-Alvarez

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