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jueves, enero 09, 2020
#AustraliaBurning: un nuevo capítulo en la crisis ambiental
Los incendios forestales se extienden a todo el país afectando poblaciones y provocando la desaparición de 500 millones de animales.
Las imágenes de los incendios forestales en Australia volvieron a conmocionar al mundo. La ola de incendios que golpea desde septiembre al sureste del país se está extendiendo a todo el país con consecuencias muy severas.
Ya son al menos 18 las personas fallecidas, 28 se encuentran desaparecidas, hay miles de evacuados y más de 1.300 viviendas destruidas. Al mismo tiempo, la cifra escalofriante de animales que perdieron la vida: casi 500 millones.
Con estos números es inevitable la extinción de algunas especies enteras. Estamos ante la peor crisis a causa de incendios en la historia reciente australiana, donde el fuego quemó aproximadamente 5,5 millones de hectáreas.
Los estados más afectados son los de Victoria y Nueva Gales del Sur, aunque en las últimas semanas se extendieron hasta afectar a cuatro de los seis estados del país. La ciudad de Sidney se encuentra rodeada entre los distintos focos y sus habitantes usan mascarillas para soportar el humo, que también llegó al país vecino Nueva Zelanda.
En los próximos días se espera un agravamiento de la situación, ya que se pronostican temperaturas superiores a los 41°. Especialistas advierten que los incendios posiblemente duren varios meses más.
¿Desastre natural o la destrucción del medio ambiente?
La causa principal de los incendios responde a un aumento considerable de las temperaturas, que no bajan de los 40°, y a un adelantamiento y extensión de las mismas. El invierno australiano fue más caluroso que en el pasado y las escasas lluvias llevaron a una situación extrema de sequía, lo que facilitó la propagación del fuego.
Un informe de la Universidad Nacional de Australia advierte sobre el adelanto irremisible de los veranos y la desaparición del invierno para 2050. Los científicos marcan que los incendios, sequías y falta de lluvias son inseparables al calentamiento global. Un reflejo de esto es que la temperatura media del país aumentó un grado en comparación al siglo pasado. Por este camino, las temporadas de incendios serán cada vez más frecuentes y duraderas.
Sin embargo, el gobierno australiano busca achacar la responsabilidad a un “desastre natural” que no tiene relación con el cambio climático. Esto se explica por el peso de la industria del carbón en la economía del país, de la que es de los principales exportadores. De hecho, el gobierno –aliado de Trump y Bolsonaro- viene de eliminarle un impuesto a la emisión de carbono, cuando éstas siguen aumentando considerablemente.
El primer ministro, Scott Morrison, está siendo duramente cuestionado por haber tenido una reacción tardía (se encontraba de vacaciones en Hawaii mientras el país ardía), pero también por sus declaraciones negacionistas sobre la crisis ambiental. El que más a fondo fue es el viceprimer ministro que en noviembre del año pasado, en medio de los incendios, dijo que esto se da “desde el principio de los tiempos” y que los que se preocupan por el cambio climático son “unos lunáticos delirantes”.
Por otro lado, casi la totalidad de los bomberos que están combatiendo el fuego, con jornadas de hasta 12 horas por día, son voluntarios y denuncian que no reciben los recursos necesarios ni las condiciones mínimas de seguridad para llevar adelante su trabajo.
Esto generó un gran rechazo en toda la sociedad. En algunas de las localidades más afectadas que el gobierno quiso visitar para mostrar una respuesta, los recibieron con carteles que decían “no sos bienvenido”, a la vez que reclaman condiciones dignas de trabajo y remuneradas para los bomberos.
Crisis mundial y depredación capitalista
La columna vertebral de la crisis climática es el aumento de los gases de efecto invernadero que provoca el ascenso de las temperaturas, lo que lleva al derretimiento de los hielos polares. Las consecuencias son el aumento del nivel del mar, la pérdida de biodiversidad y la aparición de fenómenos climáticos extremos como sequías, olas polares y calores extremos.
El año pasado asistimos a una aceleración en la depredación del pulmón más grande del planeta, el Amazonas. Al mismo tiempo se extiende en los países oprimidos la megaminería contaminante, la habilitación del método del fracking, el uso de agrotóxicos en el cultivo, la deforestación de bosques y selvas, que siempre tienen a pulpos imperialistas detrás.
Es lo que sufrimos en Argentina con Monsanto y sus transgénicos, con los derrames de cianuro de la Barrick Gold y más recientemente con el intento de envenenar el agua en la provincia de Mendoza. Esta orientación es defendida ahora por Alberto Fernández, que estructura su plan económico para pagar la deuda externa centrado en la explotación de Vaca Muerta y la minería.
En el cuadro internacional de guerra comercial, donde las potencias imperialistas se disputan las ganancias de la explotación de los recursos naturales y del trabajo para sobrellevar la crisis capitalista, quedan en ridículo todas las cumbres internacionales organizadas para trazar acuerdos que reviertan la crisis ambiental.
Si el capitalismo destruye al planeta, destruyamos al capitalismo
La crisis climática ha desencadenado el año pasado masivas jornadas internacionales de movilizaciones en defensa del medio ambiente. Más de tres millones de personas se concentraron en todos los continentes en la huelga que se realizó en septiembre. Amplios sectores del movimiento han tomado conciencia de que el responsable es el régimen social en que vivimos, lo que quedó graficado en la consigna: “el capitalismo quiere destruir el planeta, destruyamos al capitalismo”.
El método de la acción directa y la movilización masiva es el principal factor de dinamismo del movimiento, si bien es muy heterogéneo y concentra sus expectativas en acuerdos entre los gobiernos imperialistas y sus organismos como la ONU. El desafío es intervenir como un factor de impulso a la lucha del movimiento, colaborando en la superación de las conclusiones a la cuales se va arribando al calor de una experiencia común. En definitiva, la defensa del medio ambiente está totalmente ligada a la lucha de les trabajadores y la juventud contra todo tipo explotación. Es la batalla para derrotar al régimen capitalista y avanzar en una transformación social de raíz, que tenga a la clase obrera como protagonista, la única capaz de defender nuestro planeta.
Santiago Galindo
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