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martes, agosto 25, 2020
Crímenes de familia: una película sobre una justicia de clase
Las plataformas Netflix y CineAr estrenaron “Crímenes de familia”, en medio de una polémica por estar realizada por la productora Magoya.
Las plataformas Netflix y CineAr estrenaron “Crímenes de familia”, en medio de una polémica por estar realizada por la productora Magoya. Esta productora estuvo dirigida hasta diciembre por el actual vicepresidente del INCAA, Nicolás Batlle, quien junto al titular del organismo, Luis Puenzo, están siendo investigados por la asignación de subsidios a productoras afines. Está siendo fuertemente atacada por haber realizado el estreno en ambas plataformas, cuando le correspondía en principio realizar el estreno solo por CineAr, ya que fue subsidiada por este organismo.
La película es dirigida por Sebastián Schindel. Es un thriller policial inspirado en dos hechos reales que el director conecta en una misma familia.
Según Schindel es “una película de mujeres, una historia de tres madres y qué son capaces de hacer por el amor a sus hijos”. Sin embargo la película se centra en una clara protagonista, Alicia (Cecilia Roth) esposa del ingeniero jubilado Ignacio Arrieta (Miguel Angel Solá) y madre de Daniel (Benjamín Amadeo), quien está acusado por abuso sexual e intento de femicidio por su ex pareja y madre de su hijo Marcela (Sofía Gala Castiglione).
El matrimonio, perteneciente a la pequeña burguesía porteña, tiene a su vez, en su piso en el barrio de Recoleta, una empleada doméstica “cama adentro” Gladys, que es acusada, en paralelo al caso de Daniel, de homicidio agravado por el vínculo. El personaje de Gladys, interpretado por Yanina Pereyra, quien es una empleada doméstica misionera en la vida real, viene a representar a una joven semi analfabeta quien fue enviada a trabajar a Buenos Aires desde Misiones por una vecina que la ayuda a escapar de la situación de violencia y abuso a la cual la sometía su padre. Gladys es a la vez madre de Santiago, un niño que tiene la misma edad que el nieto de Alicia y vive también dentro de la casa de la familia Arrieta.
Lamentablemente, tanto la historia de Gladys como la de Marcela, representantes de la clase trabajadora entre estas tres madres, quedan completamente en segundo plano en favor del protagonismo de Alicia quien llevará el rumbo de la trama durante toda la película, colocándola incluso en varias ocasiones como la mayor víctima de estas situaciones, decisión como mínimo polémica teniendo en cuenta las otras dos historias que se tocan en la película.
La corrupción en la justicia, los privilegios de clase y la violencia de género, inclusive temas como los embarazos no deseados y la drogadicción irán apareciendo a medida que avancen estos dos juicios orales.
La película intenta explorar la profundidad de estos casos, por un lado una madre perteneciente a la pequeña burguesía, a quien muestran como incapaz de concebir que su hijo sea un violador y potencial femicida y que por lo tanto hace todo lo posible por excarcelarlo y conseguir su impunidad, mientras por otro lado, testifica contra su empleada en el juicio por homicidio que le montan en su contra, y su vez este contraste entre Alicia y Gladys, quien no tiene ningún tipo de recurso económico e incluso la muestran con dificultades hasta para comunicarse en su defensa.
Si bien la película intenta reconstruir por fragmentos las historias para que el espectador descubra de a poco qué sucedió y quién pudo haber sido “ el culpable”, como militantes socialistas y habiendo formado parte del gran movimiento de mujeres y diversidades sexuales y de género, conociendo cientos de casos como estos, no nos es difícil darnos cuenta desde los primeros momentos qué es lo que pudo haber sucedido y que es lo que va suceder luego. Tal vez lo interesante está en qué rol va jugando esta protagonista, Alicia, a lo largo de la historia y cómo finalmente (y de un momento a otro) pasa de convertirse de una “villana” a una “heroína”.
Es llamativa la transformación abrupta de este personaje, tal vez por el intento por parte del director de darle una especie de “final feliz” a la película, o enarbolar por sobre todo este “espíritu materno”, contra el que a la vez el movimiento de mujeres y diversidades sexuales y de género viene debatiendo hace años, por estar muy asociado al rol social que este sistema le otorga a las personas gestantes.
En los hechos reales sabemos que no depende de heroínas individuales que estos casos tengan resoluciones favorables para las víctimas, sino del apoyo del gran movimiento de mujeres y la movilización independiente de los sectores defensores de las iglesias y del Estado, como por ejemplo la gran movilización popular que luchó durante años por la liberación de Romina Tejerina, a quien la película hace referencia directamente, colocando al final el poema “La infanticida Marie Farrar” de Bertolt Brecht que fue leída por uno de los abogados defensores en los alegatos del juicio de Romina.
Jimena Zaidman, Álvaro Chust
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